Diversidad

«La idea es tender a la naturalidad: que dejen de ser juegos inclusivos y sean simplemente juegos»

Sara Andrés, una de las más destacadas atletas paralímpicas españolas, destaca los beneficios de la inclusión de las personas con discapacidad en el deporte, pero también la incidencia de sus lados más negativos: el estrés, la ansiedad o la presión constante.

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29
noviembre
2021

Tras pasar por los Juegos de Tokio, la atleta paralímpica Sara Andrés ha participado en los I Juegos Inclusivos. Organizados en Madrid a principios del pasado octubre, la edición sirvió para que todos los deportistas se aunaran con el objeto de demostrar a la sociedad que, si en el deporte pueden superarse las diferencias, en el resto de las áreas también. Hablamos con ella de deporte, inclusión, superación, ego y competitividad. Entre sus palabras, sin embargo, dominan la motivación y la positividad. Ello explica que al aterrizar en su web se lea «prefiero no tener pies y saber a dónde voy, que tenerlos y estar perdida».


Eras una persona deportista antes del accidente de tráfico que sufriste en 2011. Tras aquello, ¿cuál fue el umbral más difícil de cruzar para retomar el deporte?

Antes hacía deporte, pero de manera amateur; no competía. He practicado muchos deportes: tenis, kárate, hípica, pero nunca nada de competición. Fue después, cuando empecé a aprender a andar, y luego a correr, cuando nacieron las ganas de mejorar. Fue un poco fortuito. Me apunté a una primera competición, y al comprobar que me gustaba, que lo hacía bien y mejoraba, me planteé la idea de ser atleta profesional. Mi idea era mejorar la calidad de vida que tenía con el deporte. Luego, al ver que se me daba bien, ¿por qué no soñar un poco más a lo grande?

Cosechaste éxitos en poco tiempo, como el Diploma en los Juegos Paralímpicos de Brasil en 2016, y las medallas de bronce en los Mundiales de Londres de 2017 y en el Campeonato Europeo de 2021. ¿Qué ingredientes crees que garantizan el éxito deportivo?

«Es muy difícil compaginar el trabajo como profesora y la práctica como atleta»

Lo primero, poder dedicarte a ello. Si, tal como me ocurría al principio, tienes que compaginar el trabajo como profesora y la práctica como atleta, es muy difícil, ya que estás muy cansada. Lo principal, además de esto, es la constancia y la perseverancia. Luego, en todos los deportes hay un componente de suerte: que el día de la competición hayas descansado bien, que tengas la mente despejada y atenta y, por supuesto, que estés más fuerte que tus rivales.

Desde 2018, integras el equipo de Sanitas junto a otros deportistas como Carolina Marín, Sergio Llull, Pedro Delgado y Saúl Craviotto. ¿Qué supuso para ti este fichaje?

La verdad es que me hizo muy feliz. Primero, porque que cuenten contigo para el equipo Sanitas es un orgullo, y segundo, porque que te equiparen con estos deportistas tan grandes, que te valoren tanto, es una satisfacción enorme.

Hace un año, dentro de la edición Healthy Cities 2020, participaste en un taller dedicado al bienestar emocional. En él narraste tu experiencia vital y la manera en que conseguiste superarte hasta llegar a convertirte en deportista profesional gracias al pensamiento positivo. No obstante, muchos autores sostienen que no siempre se puede pensar en positivo. 

Supongo que a cada persona le viene bien utilizar determinados trucos. Yo creo que pensar en positivo hace que tus energías vayan más dirigidas en ese sentido; al pensar en negativo, te estás auto-destruyendo. Entiendo que hay quien habla de que estar feliz todo el día es difícil o incluso imposible, y es cierto: las cosas malas existen y ocurren en nuestra vida. Pero lo que tenemos que hacer no es odiarlas, sino pensarlas, darles un lugar, e intentar solucionarlas dentro de lo posible. Después, pensar en las cosas positivas que tienes. En el deporte, la mente es casi el 90%. Creo que trabajar y entrenar la mente en pensamientos positivos –yo lo he visto en mí– funciona. Si te son más accesibles, cuando te venga una desgracia o un problema tu mente va a estar acostumbrada a darle la vuelta. En cambio, si estamos acostumbrados a la queja o a ver solamente lo malo, te sale solo: cuando te venga algo bueno, no vas a saber valorarlo. Yo pienso así y a mi me funciona, pero como digo, también es algo personal.

Hace poco se celebraron los I Juegos Inclusivos. ¿Qué destacarías de esta primera edición?

Ha sido una celebración del deporte muy divertida. Nos hemos unido todos. El que haya unos juegos oficiales, el poder hacer deporte con personas sin discapacidad y que lo hayamos hecho posible en Madrid, con la gente que conozco, es genial. A mí me ha gustado mucho. Espero que se planteen más ediciones.

Las federaciones han creado las competiciones y los reglamentos inclusivos específicos para estos juegos, que han permitido competir simultáneamente a personas con y sin discapacidad. ¿Qué condiciones especiales ha habido, por ejemplo, en tu disciplina?

«En el deporte, la mente es casi el 90%»

Se estuvo trabajando teniendo en cuenta el handicap de las personas con discapacidad. Se hicieron unos juegos en los que no ganábamos individualmente porque, obviamente, yo contra chicas con pies voy a perder siempre. Hicieron una fórmula de puntos. Las personas con discapacidad y sin discapacidad nos juntábamos en un grupo e íbamos acumulando puntos según quedáramos en el ranking; a partir de ahí, se calculaba el equipo ganador. En mi caso, la única adaptación que tuvimos que hacer fue en el relevo: a mi ‘compi’ le daba un poco de miedo entregarme el testigo por las prótesis, lo cual es normal. Al final, simplemente tuvimos que dejar más distancia entre las dos. Esta fue la única adaptación que hicimos. En otros deportes, no lo sé. Creo que en baloncesto hicieron que Felipe Reyes se sentase en una silla de baloncesto para evitar que les ganara a todos; tuvo que jugar con las mismas reglas. Todo esto hace que el juego sea más justo.

¿Qué pueden suponer estos juegos inclusivos para la sociedad?

Creo que es un ejemplo. Mucha gente con discapacidad se ha animado y mucha gente sin discapacidad se ha dado cuenta de que también es posible hacerlo junto con ella. A veces hay mucho miedo, incluso a la hora de entrenar con personas con discapacidad. Hay una especie de incertidumbre a lo desconocido.

¿Algo así como romper barreras?

Exacto, fue como romper un poco las reglas a las que estamos acostumbrados, que quizás no sean las mejores. Creo que puede haber otras reglas que nos junten a todos.

Estos son los primeros juegos inclusivos de la historia, ¿crees que en España somos pioneros en la concienciación para una sociedad inclusiva?

Yo creo que sí. No tengo constancia de que hayan hecho algo parecido en otros países. Haciendo este tipo de cosas somos pioneros, pero ojalá dejemos de serlo: que se normalice y naturalice, que sea normal que todos los años haya unos juegos inclusivos. Esa era la idea, tender a la naturalidad, a que dejen de ser juegos inclusivos y sean simplemente juegos.

Imagino que todos los deportistas os podéis beneficiar. Quienes no tienen discapacidad se pueden beneficiar de que compartáis vuestra experiencia, ¿no?

Hay mucha gente con la que compartimos entrenamiento que ya están acostumbrados, pero para mucha gente –como los atletas de otras comunidades que no conocen el deporte adaptado– puede que seamos un punto de referencia. Yo valoro muchísimo el trabajo que hacen ellos, la constancia y perseverancia que les lleva a luchar todo el día consigo mismos, con las marcas y con la competición altísima que tienen. Quizás nosotros lo tenemos más fácil en este sentido, ya que evidentemente hay menos población con discapacidad. Creo que somos solo el 15% y, de este porcentaje, no sé cuántos hacen deporte. Nosotros tenemos competencia, pero menos que un atleta nacional.

¿Cómo ha sido el ambiente en los Juegos de Tokio?

«La idea es que dejen de ser juegos inclusivos y sean simplemente juegos»

En Tokio había estrés, tenías que saber aislarte un poco o juntarte con la gente de confianza para que te dé seguridad. Se pasa muy mal cuando estás allí porque estás muy nervioso y sabes que te lo juegas todo en una prueba. Tienes mucha exigencia, tanto tuya como de los demás: piensas que vas a tener éxito y, cuando no lo tienes, llega la desesperación, las preguntas sobre en qué has podido fallar. Han sido cinco años de escuchar hablar sobre ganar medallas. Intentas aislarte un poco y decirte: «Haz lo que sabes hacer, disfrútalo, obvia lo que te dicen y tira hacia adelante». Yo en Tokio no he ganado una medalla, pero los que la han ganado tienen mucha presión, porque luego te dicen que has de hacer más y mejor. La exigencia del deportista es la parte que no se ve: la del estrés, la ansiedad y sentir presión.

Cuando trabajabas como profesora transmitías los valores del deporte. ¿Qué valores de este crees que serían necesarios integrar en la vida?

«La exigencia del deportista es la parte que no se ve: la del estrés, la ansiedad y sentir presión»

Creo que el deporte refuerza los valores que uno tiene. Hay gente que carece de esos valores y los absorbe y toma como suyos. En general, el deporte hace que perseveres, que aprendas el valor de la constancia, el hecho de superarte cada día. Aunque también hay una cara dura dentro del deporte: la competitividad insana, la envidia, la lucha constante que a veces desespera. Así, el deporte tiene una parte muy buena que hay que aprovechar para la vida, y otra que te enseña que a veces la vida es dura. En general, es aprendizaje.

Suena a que puede haber muchos egos.

Sí, y no solo en los atletas, también en los entrenadores: mucho ego y querer ser mejor que el otro por encima de cualquier cosa.

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