Cambio Climático
¿Cuándo viajaremos en aviones eléctricos?
Si la aviación comercial fuera un país en la clasificación de emisiones de CO2 ocuparía el puesto número seis en el mundo, entre Japón y Alemania. Cada vez son más numerosos los intentos de hacer llegar las energías renovables a las nubes para adaptar las aeronaves convencionales a la transición energética.
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Los pilotos suizos Bertrand Piccard y André Borschberg tuvieron que recurrir al yoga para lograr la hazaña más extenuante de sus vidas. En 2015, se propusieron demostrar que un avión es capaz de dar la vuelta al mundo solo con energía solar, sin gastar una gota de combustible. Lo lograron con una pequeña aeronave de dos toneladas bautizada como Solar Impulse, e invirtieron 505 días en recorrer 35.000 kilómetros a lo largo de 17 etapas. En las jornadas más largas, como los cinco días en los que sobrevolaron el Pacífico desde Japón a Hawái, se turnaban cada 20 minutos: uno a los mandos, el otro durmiendo. Parar soportar el estrés físico y mental, intercalaban algunas sesiones de yoga en pleno vuelo.
Es el ejemplo más sonado de los intentos, cada vez más numerosos, por hacer llegar las energías renovables también al mundo de la aviación, hoy movido en su totalidad por el contaminante queroseno. El proyecto Zer0, al que ya muchos denominan coloquialmente «el Tesla de los cielos», se trata de un avión propulsado por dos motores eléctricos. Y el consorcio formado por Volotea, Air Nostrum y Dante Aeronautical (con participación española) ha presentado recientemente una iniciativa para electrificar las flotas de aeronaves de corto y medio alcance; esto es: adaptar aeronaves convencionales para que puedan propulsarse con energías alternativas, minimizando así las emisiones.
EESI: «Los viajes aéreos de pasajeros producen el crecimiento más alto y rápido de emisiones individuales»
Sin embargo, todavía resulta poco realista afirmar que, a medio plazo, el tráfico aéreo estará dominado por las fuentes renovables. Los proyectos presentados se basan en aviones de pequeño tamaño, muy alejados de las enormes naves que realizan vuelos transatlánticos y cuyos cientos de toneladas necesitan de la potencia que, hoy por hoy, solo rinden los combustibles fósiles. La tendencia del sector pasa, en todo caso, por mejorar la eficiencia. Empresas como Boeing y Airbus ya trabajan en prototipos con nuevos motores, materiales e incluso diseños, y es muy probable que de aquí a diez años los aviones tengan un aspecto muy diferente al de ahora, con formas revolucionarias para minimizar la resistencia al aire.
Está por ver si todos estos avances serán suficientes para contrarrestar el cambio climático, en el que la industria de la aviación juega un papel relevante. Con la bajada de tarifas y la consecuente democratización de los viajes aéreos, el número de vuelos anuales ha pasado de 100 millones anuales en 1960 a 4.000 millones en 2017, como advierten desde el Enviromental and Energy Study Institute (EESI). «La ‘hipermovilidad’ está disponible para un mayor número de personas en todo el mundo, con un rápido crecimiento de la aviación previsto para los países en desarrollo y un crecimiento sostenido en los grandes mercados de aviación de los países desarrollados», publica en un estudio. «Si bien el uso colectivo de automóviles, la producción de electricidad y los sectores industrial y agrícola superan cada uno el impacto del cambio climático de la aviación comercial, los viajes aéreos de pasajeros están produciendo el crecimiento más alto y más rápido de emisiones individuales, a pesar de la mejora significativa en la eficiencia de las aeronaves y operaciones de vuelo durante los últimos 60 años».
En España, el planteamiento de prohibir los vuelos de corta distancia ya ha sido suficiente para que la Asociación de Líneas Aéreas haya expresado su rotunda oposición
Desde la perspectiva mundial, los vuelos produjeron el 2,4% de las emisiones totales de CO2 en 2018. Puede parecer una cantidad relativamente pequeña, pero el EESI señala que, si la aviación comercial fuera un país en la clasificación nacional de emisiones de CO2, la industria ocuparía el puesto número seis en el mundo, entre Japón y Alemania. «Aparte del CO2, el calentamiento inducido por las estelas de las aeronaves y otros contaminantes llevan la contribución total de la aviación comercial al calentamiento global hasta un 5%, un porcentaje que no dejará de crecer mientras crezca esta industria». Si nos ceñimos a los modos de transporte, el porcentaje de responsabilidad de la aviación en el cambio climático alcanza el 12%.
Existen otras formas de reducir este impacto que no pasan necesariamente por cambiar los aviones, sino por transformar nuestra manera de viajar. En Francia, por ejemplo, ya se ha anunciado oficialmente que los vuelos de corta distancia quedarán prohibidos, siendo sustituidos por trayectos en trenes de alta velocidad. En nuestro país existe una insinuación al respecto en el plan España 2050 contra el cambio climático, suficiente para que la Asociación de Líneas Aéreas (ALA) haya expresado su rotunda oposición. Desde la entidad hicieron público un comunicado en el que aseguran que el sector aéreo está apostando por soluciones «que contribuyan de forma eficiente a avanzar en una aviación sostenible como el uso de biocombustibles, del hidrógeno verde, el avión eléctrico y la implementación del Cielo Único Europeo –un sistema de gestión de rutas más eficaz– que permitiría la reducción del 10% de las emisiones».
¿Cuál será el camino que seguirá la aviación para cumplir con los compromisos mundiales contra el cambio climático? Volar menos, por el momento, no parece estar en la agenda del sector… ni de los ciudadanos.
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