Siglo XXI

Michio Kaku, el físico que admiraba a Flash Gordon

Para el científico norteamericano, asuntos tan quiméricos en apariencia como la invisibilidad, el teletransporte o la telepatía son solo cuestión de tiempo.

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Valeria Cafagna
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15
junio
2021

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Valeria Cafagna

Media melena de textura similar a la flor de junco seca, frente descampada, sonrisa insinuada, ojos abiertos al asombro y sutil elegancia, más propia de un concertista que de un físico teórico, convierten su apariencia en estilo reconocible. Michio Kaku (California, 1947), de padres japoneses con ascendencia tibetana, es uno de los divulgadores científicos más reputados y sugerentes de las últimas décadas («la medida más pequeña para la historia», como a él le gusta resaltar cuando recuerda cuánto ha cambiado el mundo de no hace tanto años hasta hoy, gracias a la ciencia, «el motor de la prosperidad», en sus propias palabras).

Flash Gordon, el héroe de cómic creado por Alex Raymond en la década de los treinta del pasado siglo, le estimuló el interés en otros mundos posibles. Lo admiraba tanto como al Dr. Zarkov,  el brillante científico que crea un cohete para viajar junto a Flash y Dale Arden al planeta Mongo y luchar contra Ming El Despiadado. Después se entusiasmó con la Serie de la Fundación, de Asimov (16 entregas en las que el escritor de ciencia ficción esboza un posible futuro). Pero su epifanía se resumen en un libro: Teoría del todo, en el que Einstein elabora una hipótesis de la física teórica que explica y conecta en una sola todos los fenómenos físicos conocidos. El Nobel no pudo dar con la fórmula que demostrase esa abstracción. Así que Kaku se propuso dar con ella. Y afinó.

Con esas bujías, pidió permiso a sus padres (él, jardinero; ella, limpiadora) para construir en el garaje nada menos que un acelerador de partículas. No les pareció mala idea, acaso un tanto excéntrica para un adolescente, así que Kaku compró 180 kilos de acero eléctrico, 35 kilómetros de cable de cobre (que tuvo que enrollar en un campo de fútbol) e… hizo saltar los plomos de su casa. Desde entonces, no ha dejado de apuntalar su pasión del lado de la ciencia, obteniendo la consideración de summa cum laude al graduarse en Física por la Universidad de Harvard.

Para Kaku, asuntos tan quiméricos en apariencia como la invisibilidad, el teletransporte o la telepatía son cuestión de tiempo

Con el tiempo se convirtió en uno de los fundadores de la teoría de las cuerdas, que trataría de explicar lo que Einstein dejó a medias: todo. Está sintetizada en su libro La ecuación de Dios. Según esta tesis, cuanto vemos a nuestro alrededor (átomos, protones, neutrones) son cuerdas elásticas que vibran. «La física sería, siguiendo este razonamiento, la armonía que se podría crear con esas vibraciones; la química, la melodía que se puede tocar con esas cuerdas; el universo, una sinfonía de cuerdas, y finalmente la mente de Dios, la música cósmica resonando a través del hiperespacio». Chantal Maillard habló de esto de otro modo al escribir que «no hay cuerda que no tenga dos extremos (…) y el problema no es situarse en uno u otro extremo, el problema es la cuerda». Freud ya advirtió de que, por muy lejos que se llegase en cualquier ámbito, ya estuvo antes un poeta.

La teoría de las cuerdas propone que el big bang sucede continuamente. Que el Génesis acontece continuamente. ¿Y dónde se expande el universo continuamente? En el Nirvana. En las cuerdas está todo, desde el budismo al credo judeocristiano. Para Kaku, asuntos tan quiméricos en apariencia como la invisibilidad, el teletransporte o la telepatía son cuestión de tiempo. Pero no de mucho. La Universidad de Duke ha demostrado que la radiación microondas puede hacer desaparecer un objeto. Incluso los viajes en el tiempo, a los que si bien Stephen Hawking era renuente, al fin reconoció que no hay un solo enunciado físico que demuestre su imposibilidad. La cuestión es que se requiere para ello ingentes cantidades de energía (de la magnitud de un agujero negro), y además una porción considerable de energía negativa (aquella de ciertos campos cuyo contenido de energía por unidad de volumen –la densidad de energía– puede ser menor que cero).

Kaku asegura que los robots de tecnología más avanzada tienen la inteligencia de una cucaracha «no muy lista»

Confía para ello en la inteligencia artificial y la biotecnología, y considera que, además de mejorar nuestra calidad de vida, estas dos sendas científicas crearán riqueza, trabajo, y nuevas industrias. No teme a los robots. De momento. Como él asegura, los de tecnología más avanzada tienen la inteligencia de una cucaracha «no muy lista». Aunque no es ingenuo, y sabe que, en unos cien años, lo robots habrán mejorado tanto sus códigos binarios que requerirán de un sistema de seguridad que pueda neutralizarlos por completo.

Además, debe de ser de los pocos científicos reputados que defienden el uso de las redes como método de sociabilización (no sustitutiva en ningún caso por la presencia de los cuerpos) ya que, gracias a ellas, podemos conocer a miles de personas. Como argumento su favor, recuerda la oposición que tuvo el teléfono o la televisión, a los que se achacó el augurio de que acabarían con las relaciones personales. De lo único que recela es de la tentativa de contactar con extraterrestres, no porque niegue la mayor, sino porque «todos recordamos lo que ocurrió a Moctezuma cuando conoció a Cortés». Es decir, nada nos asegura que sean amistosos, así que mejor, de momento, no jugar con fuego. No faltan cuestiones con las que entretenerse, ya que, como recuerda Kaku, «el cerebro, pese a pesar menos de kilo y medio, es el objeto más complejo en el sistema solar».

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