Sociedad

Mal aliento: la enfermedad de las 80 causas

La halitosis es una condición crónica en más de la mitad de la población adulta y, aunque existe casi un centenar de motivos relacionados con este problema, hay una en particular que estigmatiza a quienes lo padecen desembocando en consecuencias psicosociales muy graves: el ‘caseum’.

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11
junio
2021

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En El Camino a Wigan Pier, George Orwell dice: «Puedes sentir afecto por un asesino, pero no por un hombre cuya boca apesta». Según el Talmud, recopilación de leyes y religión judías, los rabinos con halitosis tenían prohibido ejecutar ritos sagrados. Y según la norma jurídica que aún subsiste en Israel, la halitosis puede ser causa de divorcio. Se atribuye al profeta Mahoma la expulsión de un congregante de una mezquita por el olor a ajo de su boca. Los monjes budistas reivindican la higiene de dientes y lengua como prevención del mal aliento antes de las oraciones.

En la actualidad, se estima que el mal aliento es una condición común crónica en aproximadamente la mitad de la población adulta, según un artículo publicado en el Journal of Dental Hygiene. Puede tener hasta 80 causas, entre las más comunes: la saburra, capa blanquecina de restos de comida y bacterias que se forma en la lengua; las afecciones gingivales y periodontales; la hiposalivación o boca seca; las amígdalas cavernosas o la rinosinusitis. Otras están relacionadas con enfermedades digestivas, el reflujo gastroesofágico, los trastornos metabólicos o la ingesta de medicamentos. Más allá de las estimaciones, no existe una cifra exacta de diagnosticados porque muchas personas desconocen que tienen mal aliento crónico o creen que para su problema no hay solución. Hasta 2010, los odontólogos carecían de unos protocolos clínicos para diagnosticar y tratar a pacientes con halitosis.

Un tercio de los afectados solo supo que padecía halitosis porque algún familiar o amigo le avisó

Hay un tipo de halitosis muy desconocido: el causado por el caseum, tonsilolitos que se forman en las amígdalas a partir de restos de alimentos, el epitelio exfoliado (revestimiento de cavidades y órganos) o la mucosidad de las bacterias de la boca. Pese a ser el caseum, ‘queso’ en latín, la cuarta causa de halitosis y una problemática que estigmatiza a quienes la padecen, el 61% de estos pacientes no tenía ni la más remota idea de qué era esta sustancia antes de acudir al médico, según un estudio llevado a cabo por el doctor Jonas Nunes, del Instituto del Aliento. Un tercio de estos solo supo que padecía halitosis porque algún familiar o amigo le avisó. Según Nunes, que se doctoró con un protocolo contra la halitosis tras haber estudiado Estomagología «sin que apenas se hablase del mal aliento en toda la carrera», el caseum aparece más en pacientes con amígdalas grandes, que suelen contener escondites bacterianos: las criptas amigdalinas.

«A menudo, estos cálculos dan lugar a uno de los olores más desagradables relacionados con la halitosis, que puede detectarse incluso en pacientes con la boca cerrada, por el aire que exhalan por la nariz», explica el experto. Los cálculos se expelen al despertar, al hablar, al comer o con la tos y los esputos.

Hasta 2010, los odontólogos carecían de protocolos clínicos para diagnosticar y tratar a pacientes con halitosis

La mitad de quienes padecen halitosis experimenta consecuencias psicosociales, según un estudio de la Asociación Dental Canadiense. Entre ellas, ansiedad, incapacidad social, susceptibilidad o vergüenza. La tesis doctoral de Nunes demostró que la simple creencia de tener mal aliento provoca un efecto inmediato sobre el nivel de felicidad, en las emociones y en el comportamiento de una persona. «Los pacientes con cálculos son los que sufren un impacto más negativo en su calidad de vida; además de la incomodidad e irritación en la garganta, el olor suele ser percibido por la propia persona», indica. La mayoría de las veces no se sabe de dónde procede.

Una vez superada la barrera del desconocimiento, el caseum no es, ni mucho menos una de las causas de halitosis más difíciles de atacar. Aunque no existe un manual de prevención, los odontólogos y estomatólogos sí que dan algunas recomendaciones, como evitar el consumo de alimentos muy ácidos, fríos, grasos y fritos, que suelen generar exceso de mucosidad. También se deberían controlar las infecciones de garganta y nariz para evitar amigdalitis. Además, reducir el consumo de tabaco o beber agua con frecuencia contra la sequedad en la boca y la garganta evitarían la aparición de los tonsilolitos. Preventiva también es una correcta higiene bucodental: cepillarse dientes y lengua después de cada comida y finalizar con un enjuague. En caso de que los tensiolitos persistan, la solución pasa por cortar por lo sano, literalmente, con la extirpación de las amígdalas o bien, por aplicar una técnica algo menos agresiva, con láser, que elimina sus capas superficiales.

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