Salud
Salud mental, otra ‘vacuna’ para hacer frente a la pandemia
Con el aumento de enfermedades como la ansiedad o la depresión a raíz de la pandemia, el confinamiento, las restricciones y la crisis, tomar medidas para atajar los problemas de salud mental en la población general se convierte en una urgencia social y sanitaria.
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COLABORA2021
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El pasado mes de enero, la Organización Mundial de la Salud (OMS) incluyó la salud mental en su guía para el manejo clínico de la covid-19. La institución recomendaba entonces el apoyo psicológico a todas las personas con sospecha o confirmación de coronavirus, así como la identificación temprana de síntomas de ansiedad y depresión para iniciar posibles intervenciones y prevenir complicaciones posteriores. Pero no solo ocurre con los pacientes afectados por el SARS-CoV-2, la pandemia –y sus meses de confinamiento– ha impactado en el bienestar emocional de los familiares o cuidadores y también de la población general. La crisis sanitaria y sus consecuencias sociales y económicas han supuesto un serio golpe para la salud mental de todos.
De hecho, la Semana Europea de la Salud Mental, que este año se celebra del 10 al 16 de mayo, pretende enfatizar cómo más de un año de enfermedad, cierres y restricciones han puesto a prueba el estado mental de muchas personas. «La pandemia y el confinamiento han repercutido indudablemente en la salud mental de los españoles», afirma a SINC Fernando Chacón, decano del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid (COP Madrid). «Pero su impacto ha ido evolucionando a lo largo del tiempo. En los primeros meses, lo preponderante fueron los síntomas de ansiedad. Después, son los trastornos depresivos los que van ganando peso».
Un informe elaborado por la Confederación Salud Mental España advierte de la necesidad de adoptar medidas urgentes para combatir esta situación. En el documento se recogen los datos aportados por la OMS, que muestran que en el 93 % de los países del mundo los servicios de salud mental se han paralizado o reducido drásticamente a consecuencia de la pandemia. Además, al revisar la situación de la atención en Europa y en España se establece, por un lado, el aumento de trastornos y por otro, la disminución de los recursos para su cuidado. En nuestro país cerca de la mitad de la población manifestó mayor malestar psicológico durante el confinamiento. Los problemas de ansiedad y depresión fueron los más prevalentes, como también reveló la última encuesta sobre salud mental del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), publicada el pasado marzo. Tal y como se recoge en el texto: «Los problemas de salud física, el aislamiento, la falta de contacto social, la dificultad en la conciliación con la vida personal, los cambios de hábitos y los problemas laborales empiezan a pasar factura a la salud mental de la población».
De la fatiga pandémica a la crisis de salud mental
Igual revela un estudio realizado por diversas universidades españolas. Sus resultados apuntan que la pandemia ha alterado negativamente el estado mental de la población española, que ha abandonado los hábitos de conducta saludables. En concreto, los datos evidencian que el porcentaje de personas con sentimientos de incertidumbre, preocupación por contraer una enfermedad grave o por perder a los seres queridos se ha visto en aumento.
La pandemia y confinamiento han provocado una mayor visión negativa del futuro y han aumentado los sentimientos de desesperanza y la sensación de soledad entre los ciudadanos. Las personas encuestadas manifestaron también sentirse más irritables y presentar más ira y más cambios de humor que antes del SARS-CoV-2. «Además de que ya llevamos mucho tiempo en esta situación, las restricciones, la inseguridad sobre qué es lo que va a pasar, el poco control del propio virus y una serie de variables hacen que aumente el malestar general», indica a SINC Montserrat Lacalle, profesora de Psicología en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). «Y aunque ya empieza a haber algunos estudios, muchas personas con un ánimo deprimido o ciertos síntomas de ansiedad ni siquiera acuden a consulta psicológica. Por eso, cualquier estimación que hagamos probablemente es poco representativa», añade.
Mientras que la media de psicólogos clínicos por 100.000 habitantes en los países de la OCDE es de 18, en España estamos en 5-6
De hecho, muchos expertos ya consideran que habrá una crisis sanitaria de salud mental. «La crisis no es que vaya a venir, es que estaba previamente. Sobre todo porque los recursos públicos para atender a los problemas de salud mental son bastante limitados», argumenta Chacón. «Los factores psicológicos ya son el segundo motivo de baja laboral, por detrás solo de los trastornos musculoesqueléticos».
«Ya partíamos de una situación mala, con poca inversión y déficit de profesionales, con lo que esto no ha hecho más que agravarla. Hay que tener en cuenta también que la gran barrera para los trastornos de salud mental de la población general es atención primaria, que está ahora muy saturada. Eso tampoco ayuda mucho», apunta a SINC Manuel Martín Carrasco, vicepresidente de la Sociedad Española de Psiquiatría (SEP). España tiene los índices más bajos de toda la OCDE de profesionales de salud mental, según sus datos de 2020: mientras que la media de psicólogos clínicos por 100.000 habitantes es 18, en España estamos en 5-6. «Los recursos públicos son claramente insuficientes, las listas de espera ahora mismo son de 4-5 meses solo para la primera consulta. Eso lleva a que mucha gente tenga que recurrir a la sanidad privada, si es que puede costearlo», opina Chacón. Sobre este problema también alertó un informe publicado en marzo por la Fundación CIVIO, que analiza el acceso a la cobertura psicológica en el sistema sanitario de 26 países europeos.
Los jóvenes, uno de los colectivos más afectados
En la actualidad, los especialistas están viendo muchos grupos afectados por la pandemia. «Al inicio nos fijábamos mucho en la salud emocional de los mayores, por el hecho de ser más vulnerables y lo que implicaba en ellos, pero ahora observamos cómo diferentes públicos sufren esta situación de manera distinta», subraya Lacalle. «Lo importante sería hacer un análisis y ver qué necesita cada rango de edad para ofrecer medidas». «Parece que la repercusión en salud mental está siendo más intensa en población relativamente joven. Sus síntomas tienen que ver con síndromes de tipo ansioso y depresivo relacionado con estrés y sus consecuencias psicosomáticas: problemas de sueño, cefaleas, dolores musculares…», continúa Martín Carrasco.
Un estudio publicado en abril en la revista JAMA Pediatrics analiza esta situación en niños y adolescentes. «La atención a la salud mental es muy importante para este colectivo. La mayoría de los trastornos comienzan en la infancia, por lo que es esencial que las necesidades se identifiquen de forma temprana y se traten durante esta delicada etapa del desarrollo infantil. Si no, pueden dar lugar a muchas consecuencias sanitarias y sociales negativas», apuntan los autores. El porcentaje de niños y niñas que experimentan un problema de salud mental ha aumentado en los últimos tres años, pasando de uno de cada nueve en 2017 a uno de cada seis en 2020. Así lo advierte el nuevo reporte sobre Salud Mental de Niños y Jóvenes en Inglaterra 2020, elaborado por el Instituto Nacional de Estadística de Reino Unido. Tal y como señala el trabajo, desde el inicio de la pandemia, niños y adolescentes han experimentado cambios importantes en sus vidas. Estos han afectado a su situación familiar, su acceso a la educación, al ocio y otros servicios.
Mujeres, el peso de la conciliación
Las mujeres son otro de los colectivos con altos niveles de afectación. «La repercusión ha sido mucho más grande para ellas porque conciliar en época de coronavirus ha resultado todavía más difícil. Ha hecho que quizá los pocos momentos que tenían de interacción social también hayan desaparecido, y situaciones como el confinamiento y los aislamientos intermitentes les han influido más», puntualiza Lacalle. Los resultados de la encuesta realizada en EE UU sobre la salud de las mujeres al comienzo de la pandemia revelan una mayor vulnerabilidad socioeconómica y mayores tasas de depresión y ansiedad: ellas tuvieron «tasas alarmantemente altas» de problemas de salud mental durante esa época. Cabe destacar, además, que durante el confinamiento domiciliario la violencia en el hogar aumentó significativamente, tal y como recoge el nuevo número de la serie covid-19 y estrategia de respuesta del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), centro impulsado por la Fundación la Caixa.
Efecto en los profesionales sanitarios
El personal sociosanitario de primera línea se ha enfrentado a importantes retos, como una gran carga de trabajo y un apoyo psicológico limitado, en un momento en el que muchos de ellos temían por su propia seguridad. Un artículo publicado en The Lancet Psychiatry aborda la necesidad de cuidar la salud mental de los profesionales de la salud tras la crisis ocasionada por la pandemia.
Como recogen sus autores, los equipos se han enfrentado a diferentes desafíos desde la llegada del coronavirus, a los que se han sumado el riesgo de infección por la exposición al virus y el consecuente miedo a contagiar a sus familiares: «En tales circunstancias, si bien algunos han desarrollado su capacidad de resiliencia, el impacto emocional del trabajo realizado a lo largo de estos meses es innegable». Según recoge un estudio llevado a cabo recientemente por el Laboratorio de Psicología del Trabajo y Estudios de Seguridad de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), un 53% de los trabajadores sanitarios presentan valores compatibles con estrés postraumático tras la primera oleada de atención hospitalaria. Además, la adopción de medidas para prevenir y minimizar las repercusiones de la crisis por covid-19 sobre la salud mental del personal del ámbito sanitario resulta urgente, tal y como concluye una nueva guía del Instituto Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo (INSST).
Por qué invertir en salud mental es esencial
Los trastornos de salud mental suponen una carga elevada y creciente para la salud pública y el bienestar socioeconómico, y la cobertura de los servicios esenciales de atención sigue siendo inadecuada en muchos países. Lo ha puesto de manifiesto la OMS y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en un informe publicado en marzo. En dicho texto se expone que la inversión actual en prevención y atención en salud mental es muy baja y, como consecuencia de ello, existe una enorme brecha entre la necesidad de tratamiento y su disponibilidad. «Esta brecha no solo afecta a la salud y el bienestar de las personas con problemas de salud mental y sus familias, sino que tiene consecuencias inevitables para los empresarios y los gobiernos debido a la menor productividad en el trabajo, la reducción de las tasas de participación en el mercado laboral, la pérdida de ingresos fiscales y el aumento de las prestaciones sociales», recoge el documento.
Martín Carrasco considera que para solucionar, o al menos mejorar, este problema la primera medida sería tomar conciencia de la dificultad. «En segundo lugar, habría que reforzar la atención primaria en salud mental, dotando de medios para tratarla aquí. Y en tercer lugar, abordar el tema de fondo y realizar una segunda reforma en España», remarca. Igual opina Fernando Chacón. «Todo pasa por reforzar los recursos humanos en el Sistema Nacional de Salud. Hay que acercar la intervención psicológica al ciudadano, lo que supondría tener programas de intervención en atención primaria, no solo en servicios especializados».
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