Medio Ambiente
¿Es usted un ciudadano ambiental?
Frente a una crisis (eco)sistémica que se extiende desde la pérdida de fauna hasta las migraciones climáticas, la transición hacia un mundo sostenible requiere de la acción de empresas y gobiernos, pero también de ciudadanos que entiendan y ejerzan sus derechos y obligaciones medioambientales.
Artículo
Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).
COLABORA2021
Artículo
Todos los días tenemos noticias de la pandemia que no termina de remitir. Pero no son las únicas. En nuestras pantallas se entrecruzan informaciones sobre la crisis climática o la presión sobre los ecosistemas. Son solo algunos factores del cambio ambiental global. Y todos los días recibimos noticias de nuevas regulaciones ambientales que nos muestran un mundo que está por nacer. Un ejemplo es la restricción de vuelos en Francia cuando la distancia sea inferior de dos horas y media y se pueda sustituir por viajes en tren. El objetivo ambiental es reducir la contaminación. Muchas de estas medidas parten de los Gobiernos, pero no son los únicos que pueden hacer algo. Desde hace décadas se ha implantado la conciencia medioambiental. Y esta nos habla del papel de los ciudadanos en las transformaciones ambientales y, por tanto, sociales y económicas.
¿Qué es la ciudadanía ambiental?
Resulta clave conocer qué es la ciudadanía ambiental para saber qué nos hace ciudadanos ambientales. La Red Europea para la Ciudadanía Ambiental la define como «el comportamiento ambiental responsable de los ciudadanos que actúan y participan en la sociedad como agentes de cambio en el ámbito privado y público, a escala local, nacional y global, a través de acciones individuales y colectivas, en la dirección de la resolución de problemas ambientales».
Esto supone un cambio crucial en nuestro papel de ciudadanos. Ya no solo somos receptores pasivos de regulaciones ambientales, sino que tenemos un papel fundamental al ser agentes de cambio. Esto no supone tener toda la responsabilidad. Nuestras acciones como individuos siempre van a estar enmarcadas en las acciones de Gobierno. Pero también somos valedores de las transformaciones del gobierno. Por ello, tenemos un doble papel como agentes de cambio ambiental: nuestro propio comportamiento ambiental y nuestro papel en el cambio de la agenda de los Gobiernos.
Por ello, la ciudadanía ambiental es crucial para el éxito de cualquier política ambiental. Existen numerosas políticas ambientales muy ambiciosas que necesitan de la participación indispensable de la ciudadanía, como las de sostenibilidad y sobre economía circular y baja en carbono. No son políticas que puedan realizarse solo de arriba abajo. Pero tampoco solo de abajo a arriba. Si algo nos ha enseñado la actual crisis sanitaria es que, ante problemas comunes y globales, la cooperación es indispensable para el éxito.
¿Qué nos hace ciudadanos ambientales?
Pasar del concepto de ciudadanía ambiental al hecho (ser ciudadano ambiental) requiere un importante esfuerzo, en línea con la frase que se le reconoce al Mariscal de Campo Helmuth Karl Bernard von Moltke: «Ningún plan, por bueno que sea, resiste su primer contacto con el enemigo, con la realidad». Es esa realidad con la que hay que luchar. ¿Cuáles son metafóricamente nuestras armas? Principalmente, adoptar actitudes y comportamientos ambientales en nuestro día a día y tomar decisiones ecológicas, a nivel particular y colectivo. Y a nivel general, transformar la sociedad al aumentar nuestra participación en los procesos de decisiones que permitan incluir en la agenda cuestiones clave. Además, es necesario ser conscientes y aplicar nuestros derechos y deberes ambientales. Pero no solo los de nuestro entorno que podemos conocer. También de lugares lejanos que sufren las acciones de nuestro modelo de consumo y de vida.
¿Somos ciudadanos ambientales?
Creo que en España se han dado importantes pasos para convertirnos en ciudadanos ambientales. Y, de hecho, se ha conseguido que la cuestión ambiental esté en la agenda de las Administraciones, aunque todavía de una manera desigual. Se trata de una cuestión todavía en proceso y para la que, como siempre, necesitamos de la educación, convencional y también a través de los medios de comunicación.
La educación es la herramienta clave desde el presente para construir un nuevo futuro en el que podamos convivir en armonía con la naturaleza. Como se indica en el trabajo de la Red Europea para la Ciudadanía Ambiental, «la educación desempeña un papel clave en la configuración de los futuros ciudadanos ambientales; nadie nace ciudadano ambiental, pero cualquiera puede llegar a serlo a través de la educación».
Ese equilibrio con la naturaleza es el objetivo para un ciudadano ambiental, un ciudadano con conciencia y acción ambiental. Pero no solo desde el concepto bucólico de la naturaleza, que también es necesario. También desde nuestro derecho a respirar un aire limpio y a tener unos océanos limpios. A gestionar adecuadamente los residuos y cerrar ciclos. A consumir una energía limpia, renovable y sostenible. A tener una ordenación del territorio que proteja los recursos clave y muestre pautas para el equilibrio social, económico y medioambiental. A tener una ciudad en armonía con el medio ambiente y conectada con corredores ecológicos. Al disfrute del medio ambiente sin mermar nuestras posibilidades futuras de desarrollo. A tener un futuro, ambiental.
Alexandra Delgado Jiménez es profesora de Urbanismo en la Universidad Nebrija. Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
COMENTARIOS