Diversidad

¿Es España un país tolerante (a pesar de todo)?

Aunque nuestro país se sitúa entre los más tolerantes, la Comisión Europea contra el Racismo y la Intolerancia hace hincapié en la vulnerabilidad y debilidad jurídica relacionada con los casos de discriminación y odio.

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15
marzo
2021

«El derecho de la intolerancia es absurdo y bárbaro: es el derecho de los tigres. Y es mucho más horrible, porque los tigres solo matan para comer, y nosotros nos hemos exterminado por unos párrafos», escribía Voltaire en su Tratado sobre la tolerancia. La obra del filósofo francés hablaba sobre las represiones religiosas que azotaban Europa en el siglo XVIII, pero esa es una cita que bien podría aplicarse a la actualidad para medir el grado de tolerancia de un país. España, por ejemplo, se presupone muchas veces como un país abierto, donde los valores europeos se hallan asentados sobre los cimientos democráticos de una sociedad típica occidental. ¿Pero puede decirse que lo es?

La tolerancia no es monolítica. Las fuentes culturales, políticas e históricas, así como el contexto actual, guardan una estrecha relación con ella. «Estamos influenciados por nuestra condición meridional, latina, frente al centro y el norte de Europa, que son sociedades menos acogedoras», señala Alejandro Navas, profesor de sociología en la Universidad de Navarra. «El clima humano en el sur es mucho más cálido, pero en nuestro caso también cabe destacar la metamorfosis sociocultural que España ha hecho durante las últimas décadas y que en Europa, en cambio, tuvo lugar durante un siglo y medio».

Navas: «Hoy, las ideas sobre el bien absoluto se difuminan y no hay una verdad que prime sobre las demás»

Para el profesor, el pasado más reciente juega un papel fundamental en la posición española relativa a la tolerancia, un «movimiento de péndulo» entre ser una sociedad completamente reprimida y una de las más emancipadas del mundo. Ejemplo de ello es la legislación rupturista en determinados aspectos, como la aprobación del matrimonio homosexual, llevada a cabo durante el mandato de José Luis Rodríguez Zapatero en 2005, que convirtió a España en uno de los países pioneros en el ámbito de la igualdad sexual, posicionándose como el tercer país del mundo en aprobar una legislación de tales características (y solo treinta años después del final de la dictadura). Parte de la explicación nace de la decadencia religiosa, originada por los años de vinculación al régimen franquista. «La religión configura mucho las culturas y las mentalidades. En la actualidad, el catolicismo está perdiendo vigencia social y dejando de impregnar leyes y pautas», explica Navas.

Tal como señala el profesor, el propio concepto de tolerancia es más esquivo de lo que pueda parecer: «La tolerancia clásica implicaba que hay una verdad, o un valor aprobado socialmente, mientras que existen conductas erróneas que la autoridad podría castigar». «Hoy, en este contexto cultural, las ideas sobre el bien absoluto se difuminan y no hay una verdad que pueda aspirar a un sitio de primacía. Se considera que los valores y las ideas son opciones equivalentes, convirtiéndose la tolerancia en el respeto entre iguales. No hay una opción que se considere canónica», añade.

El viejo (¿y abierto?) continente

La Unión Europea dice regirse por los principios de igualdad y tolerancia. Así lo deja escrito el artículo 21 de la Carta de los Derechos Fundamentales: «Se prohíbe toda discriminación, y en particular la ejercida por razón de sexo, raza, color, orígenes étnicos o sociales, características genéticas, lengua, religión o convicciones, opiniones políticas o de cualquier otro tipo, pertenencia a una minoría nacional, patrimonio, nacimiento, discapacidad, edad u orientación sexual». Sin embargo, en la práctica, las diferencias entre países europeos muestran que los diferentes grados de tolerancia surgen del camino histórico recorrido.

Basta centrarse en las diferencias entre el llamado «Grupo de Visegrado» –formado por países como Hungría o Polonia (donde varios pueblos se han declarado «zonas libres de ideología LGBT»)– y países como España. La tolerancia, no obstante, aún no es total en ningún país de Europa. Así, el informe Being Black In The EU mostraba en 2019 que el 21% de las personas afrodescendientes reconocía haber vivido experiencias de discriminación por motivos raciales y religiosos, discursos de odio todavía en alza en múltiples países, como se desprende de los datos que aporta el Consejo para la Eliminación de la Discriminación Racial o Étnica (CEDRE).

España parece avanzar en este aspecto con mayor rapidez que muchos de sus vecinos europeos, especialmente tras la progresiva mejora –antes de la pandemia– de las condiciones económicas. Según el Eurobarómetro de 2019, solo Holanda y Suecia superan a nuestro país en la creencia social de que las personas deberían tener los mismos derechos, independientemente de su orientación sexual. En otro Eurobarómetro del año anterior, compartía posición con Suecia a la hora de defender la comodidad con que la población se relacionaba con personas inmigrantes. La educación juega un papel fundamental en este sentido, como refleja el informe PISA de 2018, que describe a España como el país donde el alumnado reflejaba un mayor respeto por las culturas ajenas, y donde más se promovía la igualdad entre hombres y mujeres en las aulas.

Algunos aspectos, no obstante, aún muestran un evidente espacio de mejora: la Comisión Europea contra el Racismo y la Intolerancia (ECRI) hace hincapié en la vulnerabilidad y la debilidad jurídica española a la hora de afrontar casos de discriminación y odio. Así, la organización añade una serie de recomendaciones, como adoptar una nueva legislación para combatir la discriminación, establecer un órgano dependiente de promoción de la igualdad o facilitar planes de apoyo a la infancia inmigrante en la educación.

Más allá de cuestiones raciales, religiosas o sexuales, España también parece crecer con fuerza en la aceptación de las distintas formas de vida social –como el divorcio o tener hijos fuera del matrimonio–. Según Funcas, los niveles de tolerancia son similares, o incluso superiores, a países como Suecia, Alemania o Estados Unidos. La empatía, en parte, ha permitido llegar a esta situación: según la Online Business School, la sociedad española destaca por no haber generado una explosión de rechazo o xenofobia social frente a la inmigración, así como por no haber apoyado electoralmente –salvo tras el surgimiento de Vox– a partidos abiertamente xenófobos. «Los españoles muestran empatía por los inmigrantes, sobre todo, porque no son ajenos a la emigración como alternativa viable para superar las penurias económicas y políticas», relata el informe.

Sin embargo, España no se ve tolerante. La percepción propia de tolerancia parece disminuir, a pesar de las buenas calificaciones que recibe por los organismos internacionales y su posición por encima de otros países europeos más vinculados históricamente a esta idea, como Francia. Una cuestión de saber mirar a nuestro alrededor.

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