Educación: la mejor vacuna contra la obesidad infantil en España
Nuestro país es el cuarto de Europa con mayor incidencia de obesidad infantil, una lacra que afecta tanto a quien lo sufre como al conjunto de nuestra sociedad. La aseguradora DKV ha puesto en marcha diversas acciones para concienciar a la sociedad de que esta pandemia necesita acciones colectivas.
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Es poco habitual escuchar que la salud, además de la ausencia de enfermedad, supone la consecución de la felicidad y, sin embargo, esa es su realización última. La salud, al fin y al cabo, supone el cuidado y desarrollo de cada una de las facetas del cuerpo y la mente, incluyendo el equilibrio psicológico, la autorregulación emocional y el bienestar general. Se presenta, así, como una constante en nuestras vidas y, como en un frágil baile, dependemos de ella en cada momento. Las bases de nuestra salud, a forma de cimientos, son imprescindibles.
La presión para favorecer el desarrollo de hábitos saludables durante la infancia es cada vez mayor e incluye tanto el ámbito familiar como el escolar. Cada vez se alzan más voces a favor de oportunidades curriculares que abran un hueco a un positivo desarrollo tanto físico como mental para dar, así, cabida a aspectos necesarios para la creación de una sociedad sana: la higiene del cuerpo, el ejercicio, la salud sexual y la nutrición adecuada son tan solo algunos ejemplos del potencial que guardan estas propuestas.
La educación para una salud integral es una responsabilidad individual y colectiva
No obstante, estos impulsos ya no solo ocurren bajo el paraguas de la iniciativa pública. También las empresas y la sociedad civil quieren y deben ser parte de la solución de un problema extremadamente grave: la obesidad infantil.
«La obesidad infantil es una enfermedad compleja y multifactorial en la que se entrelazan componentes genéticos, ambientales y sociales», destaca Eduardo Iglesias Gutiérrez, profesor del departamento de biología funcional en la Universidad de Oviedo. «El entorno familiar, escolar, sanitario y municipal deben favorecer el acceso a comportamientos saludables por diferentes vías, ya que el modo de incidencia sobre la población infantil y adolescente es diferente». Iglesias advierte que cargar únicamente a las escuelas con esta responsabilidad puede ser contraproducente. En su opinión, nos encontramos ante una responsabilidad que «debe ser compartida para ser eficiente». Una responsabilidad colectiva.
Colaboración para el bienestar de todos
En un sentido de valor público se encaminan, por ejemplo, las diversas acciones que DKV ha puesto en marcha. Para la aseguradora, la concienciación es el primer paso de un largo –y arduo– viaje. Ejemplo de ello es la exposición itinerante de la artista Rosalía Banet, que muestra nueve figuras infantiles, tres de ellas con obesidad infantil y, otras tres, con sobrepeso, buscando un impacto visual con el que sensibilizar a los ciudadanos. Este ejercicio de activismo se ha llevado a cabo en ciudades como Zaragoza, Madrid y Barcelona, ubicándose en lugares extremadamente concurridos, como es el caso de la Plaza Catalunya en Barcelona.
Esta acción ha ido en paralelo al lanzamiento del manifiesto Me planto ante la obesidad infantil, que reclama la presencia de la educación integral en salud en las escuelas, tanto dentro como fuera del aula, así como la involucración y el compromiso de todos en la prevención de la obesidad infantil y la promoción de hábitos saludables desde la más temprana edad.
Para buscar una participación colectiva, se ha habilitado una campaña de firmas que dé apoyo a la iniciativa.
Las horas de sueño, los hábitos alimenticios y las horas con pantallas influyen en la prevalencia de la obesidad
Eduardo Iglesias también subraya el impacto social que provoca esta enfermedad. «La obesidad, por su enorme impacto y por su origen, se relaciona estrechamente con la sostenibilidad enfocada desde distintos puntos de vista, principalmente el socioeconómico y el ambiental». Y añade: «Las cuestiones socioeconómicas están relacionadas en buena medida con la tendencia a las concentraciones poblacionales en grandes núcleos urbanos. Estos espacios son, sin embargo, heterogéneos desde el punto de vista económico y social. De hecho, los barrios con menores ingresos económicos tienen una mayor abundancia de comida rápida y menor acceso a alimentos frescos». Un dominio que tiene como contrapartida el impacto que supone el abandono de los espacios rurales –y el choque ambiental que le sigue–.
Otra consecuencia de la obesidad infantil, como señala la Sociedad Española de Cardiología (SEC), es la mayor probabilidad de convertirse en adultos obesos y, en consecuencia, de enfrentarse a un mayor riesgo de enfermedades relacionadas, como ciertos tipos de diabetes, enfermedades cardiovasculares o determinadas especies de cáncer. Un problema que se agrava si se tiene en cuenta que, tal y como afirma el Estudio PASOS de la Fundación Gasol, España es el cuarto país de Europa con más incidencia de obesidad infantil. Esto muestra también una preocupante relación socioeconómica y es que, según el estudio, a mayor porcentaje de pobreza, mayor prevalencia de obesidad infantil.
Pero no solo estamos ante una cuestión de incrementar la actividad física: en la obesidad infantil intervienen aspectos tan dispares como las horas de sueño, los hábitos de alimentación y, especialmente, las horas dedicadas a las pantallas. Estas últimas no solo son nocivas de cara al sedentarismo, sino que también promueven, según The Journal of Pediatrics, el consumo de bebidas azucaradas. Se trata de una emergencia nacional. Al igual que el coronavirus, la obesidad pone de manifiesto nuestra propia fragilidad.
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