Economía
Una transición justa hacia una economía que cuide de la vida
La Fundación Daniel y Nina Carasso reivindica la necesidad de impulsar la economía social y solidaria.
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Cuatro años después de nuestro aterrizaje en España, desde la Fundación Daniel y Nina Carasso decidimos dedicar un año entero a la reflexión y la localización de aquellas palancas que podrían acelerar un cambio social duradero. Pronto nos dimos cuenta de que la economía social y solidaria (ESS) era una de las más fundamentales. En 2018 nada hacía presagiar la situación que íbamos a vivir en 2020: un panorama imprevisto, pero que ha servido para poner de relevancia la necesidad de la ESS por su carácter contracíclico. Esto quiere decir que cuando las crisis económicas propias del sistema actual acucian, la economía social y solidaria se refuerza y pone más en relevancia su papel y su potencialidad. Lo hace porque, a la vez que aporta bienes y servicios necesarios, resuelve problemáticas sociales. Parte de las necesidades de las personas y, por ello, la publicación del estudio Economía Social y Solidaria. Un ecosistema favorable para la transformación social en el contexto de esta pandemia cobra aún más sentido.
En este informe que acabamos de presentar no solo hacemos un análisis profundo del estado y la trayectoria de la ESS en España, también identificamos sus elementos clave y realizamos un estudio de casos prácticos para dar pautas sobre cómo se puede pasar de la reflexión a la acción y a la generalización de una práctica de producción que respeta las personas y el medio ambiente. La pregunta de partida de este estudio –y creo que la responde de manera muy documentada– es: ¿cómo activar esa palanca de cambio sistémico?, o ¿qué debe de ocurrir en el ecosistema, en el mundo de la financiación privada y en las prioridades de financiación pública, para generar este cambio profundo y duradero?
«A la vez que aporta bienes y servicios necesarios, la ESS resuelve problemáticas sociales»
Los efectos de la COVID-19 han mostrado claramente que, si queremos salir adelante como sociedad, debemos apostar por un sistema que, lejos de producir externalidades negativas como impacto medioambiental insostenible o desigualdades sociales reforzadas, ponga las necesidades humanas, los cuidados y la preservación del medio ambiente en el centro. Para poder construir un futuro sostenible, la producción de cualquier bien o servicio debería cuidar la capacidad regenerativa de los recursos, tanto humanos como materiales. Este modelo es necesariamente circular, con capacidad para fomentar circuitos más directos, favorecer la inclusión social, regenerar áreas despobladas y equilibrar los desplazamientos de población esperados debido a la actual crisis ecológica y climática.
Estos valores, que son el núcleo de la economía social y solidaria, están en realidad al alcance de cualquier empresa u organización. Precisamente en el estudio hemos constatado que este planteamiento ya no funciona solo desde los márgenes, sino que muchas entidades están empezando a aplicar los principios de la solidaridad en su funcionamiento. Nuevas voces que demandan a los sectores público y privado un mayor compromiso para con la sociedad.
«El sistema debe poner las necesidades humanas, los cuidados y la preservación del medio ambiente en el centro»
En este sentido, nuestra apuesta es fortalecer y generalizar las prácticas de la economía social y solidaria. Para ello es necesario construir un relato propio y sólido que dé a conocer los casos de éxitos para ejemplificar y mostrar que este tipo de economía puede ser no solo sostenible, sino también rentable.
Queremos también potenciar una acción social más resiliente económicamente y reforzar las redes para conectar eficazmente a los agentes de la economía social y solidaria entre sí. También el papel de las instituciones y las alianzas público-privadas es fundamental en este proceso de fortalecimiento, así como la integración de la dimensión académica de manera transversal porque en ellas está la clave del crecimiento y la investigación.
«La economía social y solidaria no puede ser vista ahora como algo anecdótico o minoritario»
Gracias a este informe, corroboramos también la idea de que el impacto social tiene que ser el resultado de la puesta en práctica de una teoría del cambio con su destino, su camino, sus palancas, sus alianzas y su temporalidad. Desde la Fundación, iniciamos en 2019 una estrategia de inversiones de impacto trabajando con entidades con o sin ánimo de lucro, a través de un fondo dedicado a la alimentación sostenible tanto en Francia como en España. Este mes elaboraremos nuestro primer informe de impacto y pondremos en marcha nuestro comité de sourcing cuya misión será la de identificar todas estas iniciativas rentables que parten de las necesidades de las personas, el planeta y la sociedad, sean de alimentación, de arte, o busquen mitigar los efectos del cambio climático o de la COVID 19.
Desde el equipo de la Fundación Daniel y Nina Carasso estamos especialmente contentos con la acogida del estudio, que esperamos sea una herramienta útil para apoyar los cambios de escala y activar una transición justa hacia una economía que cuida de la vida, en primer lugar, y asegura su propia sostenibilidad, en segundo lugar. Además, consideramos que la economía social y solidaria no puede ser vista ahora como algo anecdótico o minoritario, sino como un abordaje integral para la adaptación al actual contexto COVID y de emergencia climática. Un abordaje que cuenta además con una demanda cada vez más informada y exigente en materia de impacto social. En el incierto futuro que ya estamos viviendo existen modelos económicos rentables, socialmente comprometidos y eficientes. Son esos modelos los que deben estar en el centro de la reconstrucción.
Isabelle Le Galo es la directora para España de la Fundación Daniel y Nina Carasso
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