Educación
El coronavirus agranda la brecha educativa
La emergencia sanitaria del coronavirus ha dejado sin clase a millones de alumnos. Aunque la formación telemática emerge como una solución para los universitarios, los expertos alertan de que la cuarentena traerá consecuencias en los niveles más básicos: aquellos que carecen de una red familiar presente o cuyos hogares no disponen de conexión a internet serán los más castigados por esta pandemia.
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Carabanchel es uno de los barrios más humildes de Madrid. El silencio ha reemplazado el ajetreo de las mañanas de colegio. El 11 de marzo amanecía envuelto en un manto de inquietud: como en el resto de la comunidad autónoma, los centros educativos han cerrado sus puertas, de momento, durante dos semanas. Aunque la situación podría alargarse mucho más, dependiendo, en gran medida, de cómo actuemos todos estos días. La decisión de continuar las clases de manera telemática ante una crisis como la del coronavirus parece la más razonable, dada la situación dentro y fuera de nuestras fronteras. Sin embargo, aunque sea lo más sensato, en pleno siglo XXI no es una solución factible para todos. «El número de chavales sin internet en casa es bastante significativo en los institutos del barrio», comenta entre susurros una profesora de uno de esos centros del sur de la capital. Cuando la situación socioeconómica de tu familia es delicada, no tienes ordenador ni fibra óptica en tu hogar y tu conexión se limita a la tarifa de datos de tu smartphone, pasar dos semanas sin clase deja de ser algo anecdótico y la brecha se agranda.
Aunque en España, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2019, el 80,9% de los hogares con al menos un miembro de 16 a 74 años dispusiese de algún tipo de ordenador, ya fuera de sobremesa, portátil o tablet, a día de hoy sigue habiendo más de un 9% que solo accede a internet a través de su teléfono móvil. Esta brecha tecnológica, –que no solo afecta a los mayores–, hace más grandes las diferencias entre ricos y pobres. El cierre de los centros educativos y la apuesta por una formación puntual telemática, aunque sea el paso más lógico a nivel de prevención sanitaria con los más de dos mil casos –y subiendo– confirmados en nuestro país, puede acarrear graves consecuencias para los estudiantes que se encuentran en situaciones más vulnerables.
Un 9% de los hogares españoles solo accede a internet a través de su teléfono móvil
Pero esta situación no es exclusiva de España: ciudades de todo el mundo han puesto el candado en colegios, institutos y universidades para evitar aglomeraciones. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) alerta de que la pandemia del coronavirus está teniendo impacto en 363 millones de estudiantes, aproximadamente uno de cada cinco en todo el mundo. Si no se toman las medidas adecuadas, más allá de los impactos en la salud global, la crisis sanitaria también tendrá un grave impacto en la educación de quienes se encuentran en situación de desventaja: las desigualdades entre alumnos de diferentes niveles socioeconómicos podrían aumentar en todo el mundo, no solo en aquellos países más empobrecidos. En nuestro país, según se vayan extendiendo los decretos para cerrar los centros educativos en las distintas autonomías –algo más que probable, según las previsiones–, se hará cada vez más patente el alcance de la brecha digital. A las diferencias entre aquellos alumnos que tienen ordenador en casa y los que no, se sumarán las de quienes, directamente, no dispongan de internet. Una situación que se presentará, fundamentalmente, en las escuelas rurales: en España existen algo más de de 4.000 municipios en los que no se alcanzan las conexiones de treinta megas y, otras 2.600 localidades donde la velocidad no llega ni siquiera los diez, según publicaba Hispasat en 2017. Una situación que afecta, aproximadamente, al 25% de la población.
«Entramos en territorio desconocido y, por eso, estamos trabajando con los países para encontrar las soluciones tecnológicas (o analógicas) que mejor se adapten a cada situación», anunciaba Audrey Azoulay, directora general de la organización a principios de semana. Aunque quince días sin clase sea motivo de júbilo para los escolares –y de desesperación para sus padres–, el cierre de los centros educativos supone una merma temporal de un derecho tan básico como el del acceso a una educación de calidad. El cierre de las escuelas en su mayoría, no debería suponer efectos apreciables, pero «sin duda, aumenta la brecha entre los estudiantes de familias con menos recursos y los que más tienen», explica Francisco Javier Murillo, director de la Cátedra Unesco en Educación para la Justicia Social de la Universidad Autónoma de Madrid.
¿La formación online es una solución?
Aunque en la Comunidad de Madrid, La Rioja y Vitoria la clausura se haya dado en todos los niveles educativos, son los menores –y no los universitarios– los que más problemas plantean. Ya no solo se presenta la cuestión de quién les cuidará –en muchos casos, el teletrabajo de los padres es imposible y, en caso de que los haya, los abuelos son uno de los colectivos más vulnerables al virus–, sino también cómo seguirán las clases durante estas dos semanas o durante el tiempo que se prolongue el aislamiento social. Solo en la Comunidad de Madrid, un millón y medio de estudiantes se perderán las clases presenciales, por lo que la administración ha dado instrucciones a los docentes de entregar a sus alumnos material educativo para las semanas sin clase: fotocopias, aulas virtuales, páginas web y aplicaciones educativas como Socratic o Class Dojo. Isaac Ramos, director adjunto del IES Cardenal Cisneros de Madrid, recuerda que no es tan sencillo: en teoría, todos los alumnos podrán acceder al material que estará disponible; sin embargo, los habrá que, por distintos motivos, no hagan sus deberes. «Los niños que no tienen un respaldo familiar van a ir a jugar al fútbol al parque y van a perder quince días de clase, pero los que tengan ese apoyo se pondrán a trabajar en casa porque sus padres les van a decir que se pongan a ello», explica.
Isaac Ramos: «Los niños que no tienen un respaldo familiar van a ir a jugar al fútbol y perderán quince días de clase»
En la Comunidad de Madrid, maestros y profesores disponen de herramientas virtuales, como la plataforma EducaMadrid, que algunos docentes ya venían utilizando como complemento a sus clases. Mientras Ramos asegura que «las herramientas están ahí, pero depende de la metodología utilizada en el aula» por parte del profesor, Murillo se muestra mucho más escéptico y tajante. «La opción de dar formación online en enseñanza no universitaria no es real. En su gran mayoría, ni los centros ni el profesorado están preparados para una formación de estas características, y si algún centro tiene recursos suficientes para ello, seguramente serán aquellos donde es menos necesaria», concluye.
Aquellos que, por diversos motivos, carecen de una red familiar presente o cuyos hogares no disponen de conexión a internet serán los más castigados por esta pandemia. Si los cierres a causa de la crisis del coronavirus se alargase en el tiempo más allá de las dos semanas marcadas de momento, sería imprescindible tomar medidas para que estos jóvenes no quedasen rezagados en sus estudios. «Sin duda, van a perder los de siempre, los que menos tienen», asegura Murillo, que ve una parte positiva: esta situación excepcional que pone a prueba el músculo de la sanidad pública y nuestra conciencia como ciudadanos, puede servir para visibilizar la desigualdad entre las escuelas y se dé un impulso para dotar de mayores y mejores recursos a los centros educativos para que la opción de la formación online sea una realidad para todos y no un privilegio de aquellos que tengan más medios.
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