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Gas renovable: una apuesta por el futuro

Acelerar la transición hacia las energías limpias y generalizar su uso es una tarea apremiante frente al reto del cambio climático. El gas renovable se presenta como una potente arma de descarbonización y un aliado de la economía circular.

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24
julio
2019

Antoine de Saint-Exupéry puso en boca de su personaje, el Principito, que «lo esencial es invisible a los ojos». Reforzaba así el valor de la amistad, el amor y la familia. Pero más allá de lo intangible, este principio puede extrapolarse a lo material. Es el caso de la energía, imprescindible para desarrollar nuestra vida, pero invisible en nuestro día a día. Quizá, por eso, durante décadas se ha hecho uso de ella sin tener en cuenta que detrás de cada bombilla o automóvil se encuentra un recurso escaso, finito y, con frecuencia, altamente contaminante. Ahora, con el cambio climático como legado de esa indiferencia y con la certeza de que garantizar el futuro del planeta pasa por controlar la manera en la que producimos y consumimos energía, han aparecido innovadoras maneras de aprovechar los recursos. Una de esas alternativas es, sin duda, el gas renovable.

El metano representa el 20% de los gases de efecto invernadero y es al menos 28 veces más perjudicial que el CO₂. De ellos, una parte procede de los combustibles fósiles, pero otra cantidad –conocida como biometano–, se desprende de la agricultura y de residuos orgánicos como de las heces de los animales, la descomposición de los vegetales o las aguas residuales. Se trata pues, de un gas que no se utiliza para la generación energética y que inevitablemente va a parar a la atmósfera. Sin embargo, con la urgencia de paralizar el aumento del calentamiento global que amenaza con causar estragos irreversibles en el planeta, este residuo se ha convertido en una potente fuente de energía renovable y su tratamiento en un claro ejemplo de economía circular.

El gas renovable es un combustible neutro en emisiones y un sumidero de CO2

Consciente de que el futuro será renovable y circular, Naturgy ha reforzado su apuesta por el gas renovable, que comprende el biometano y el hidrógeno producido de los excedentes de electricidad renovable en momentos de baja demanda. «El biometano puede ser desde un combustible neutro en emisiones hasta un sumidero de CO₂, lo que en ambos casos reduce el impacto medioambiental», explica Nieves Cifuentes, responsable de Medio Ambiente y Sostenibilidad de la compañía. De ahí que sea una poderosa herramienta para mitigar el cambio climático y proteger la biodiversidad, una vez que esos deshechos orgánicos que podrían contaminar las aguas se convierten en materia prima.

Cifuentes subraya también las ventajas sociales y geoestratégicas de este gas. «Se produce y revaloriza donde hay residuos orgánicos y, como la mayoría procede de la ganadería y la agricultura, contribuye al desarrollo rural sostenible a la vez que combate la España Vacía». Además, apostilla, «permite que dejemos de depender de recursos extranjeros y tengamos una fuente energética propia». El potencial del gas renovable es evidente, pero ¿llegará a cubrir la demanda energética total del país?

Por el momento, los costes son más elevados que los del natural, en parte porque, a diferencia de otros países europeos como Alemania o Francia, no existe una regulación específica sobre el gas renovable. El borrador del Plan Nacional de Energía y Clima 2030-2050 sí contempla la regulación de esta fuente de cara al futuro. Mientras, solo la innovación puede ayudar a su progreso. A la espera de un marco normativo, desde Naturgy se están promoviendo nuevas tecnologías de gestión para conseguir que el gas procedente de residuos orgánicos tenga la misma calidad que el natural y se pueda inyectar en la red de distribución o como energía para los vehículos de gas. «Así se puede maximizar el uso de este nuevo vector energético y sus ventajas ambientales y sociales», añaden desde la compañía.

No cabe duda de que en el panorama energético del futuro habrá un gran espacio reservado para el gas renovable. El horizonte más cercano es 2020, cuando la Unión Europea espera que el 20% de la energía proceda de fuentes limpias. Sin embargo, la marcha hacia la descarbonización de la economía y la transición hacia un modelo circular sin residuos debe iniciarse ya, impulsada también por un cambio en los hábitos de consumo. Lo esencial, en efecto, es invisible a los ojos.

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