Cultura

Patti Smith: un alegato feminista muy punk

Patti Smith, a sus 71 años, sigue reivindicando la igualdad de la mujer con la misma rabia que la primera vez que se subió a un escenario.

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Beni Köhler
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31
diciembre
2018

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Beni Köhler

«El abuso no es un problema feminista, sino un problema de todos». Así de tajante se mostraba Patti Smith en una rueda de prensa ante un grupo de periodistas argentinos, a principios de 2018. La cantante y poetisa de Chicago, a sus 71 años, no solo derrama sus reivindicaciones en himnos universales como People have the power, una canción que empoderaba a los ciudadanos frente a los abusos políticos y financieros de finales de los ochenta, sino que aprovecha cada entrevista para decir lo que le repatea. Y hoy, en la era del #MeToo y ante las terribles cifras de mujeres asesinadas -200 cada día en todo el mundo-, la autora dedica su repercusión, casi mesiánica, a pulverizar los abusos machistas.

Patti Smith siempre ha subrayado su lado feminista, no necesariamente con la palabra, sino muchas veces, con hechos. La poetisa, animada por su pareja de entonces, el fotógrafo Robert Mapplethorpe, cogió una guitarra española para musicar sus versos, y ese fue el inicio de una carrera meteórica que aún hoy destella. Y, de una forma inconsciente, con la ingenuidad del underground auténtico, tuvo un papel decisivo en el punto de inflexión de la historia del rock, hasta entonces, dominado por hombres.

A ese nuevo rumbo se le llamó punk. El primer disco de Patti Smith, Horses, se publicó en 1975, cuando la psicodelia languidecía y el rock and roll hastiaba, apolillado. Los Ramones fraguaban sus primeros éxitos en Estados Unidos aporreando sus instrumentos, en Inglaterra Sid Vicious se desgañitaba al frente de los Sex Pistols y Joe Strummer hacía lo propio con The Clash, inconscientes de que se iban a convertir en iconos y millonarios. Y justo ahí, cuando ebullía el punk, Patti Smith encontró su sitio en ese nuevo estilo de rock inmediato y desacomplejado. No solo supuso una bendición musical. También desterró el machismo histórico y pertinaz del rock desde sus inicios.

Hagamos un inciso. Patricia Ann Cole, alias P.P. Arnold, es una excelsa cantante de soul de Los Ángeles que tuvo un acto de valentía en los años sesenta: cuando su marido le pegó el primer puñetazo, hizo su maleta y se largó a recorrer el mundo, como corista de Tina Turner. En aquella época, ser mujer y feminista era mucho más complicado todavía que ahora, y Cole era negra en Estados Unidos, lo que añadía mérito a su arrojo. La crítica se rindió ante la poderosa voz de la cantante, y no solo: estrellas como Mick Jagger, David Bowie o Roger Waters también se derretían con su manera de interpretar. Y Cole se fue de gira con todos ellos. Como corista. Solo grabó un disco en solitario con la Motown, y la discográfica nunca llegó a publicarlo. Hace un año se rescató, casi medio siglo después, pero ha pasado desapercibido en la inmensidad de Spotify.

Volvamos a Patti Smith. Experiencias como la de P.P. Arnold le dan más mérito aún a la poetisa. En un mundo en que las grandes voces femeninas, si no estaban relegadas a corear a estrellas masculinas terminaban, con suerte, en la dulcificación cantautora de Joan Baez o Karen Carpenter, ella salía al escenario trajeada como su adorado Rimbaud, eclipsaba a su banda de músicos-hombres y arrollaba al respetable con punk del bueno, fuerte, áspero, reivindicativo, sin menoscabar su poso poético.

Hay que decir en favor de sus compañeros de ola, grupos masculinos como los mencionados arriba y otros como The Dictators, que si bien adoptaban actitudes que cosificaban a la mujer (y que recuerdan a lo que tanto se le reprocha a los estilos boyantes de hoy, el reguetón y el trap), no era más que una pose post adolescente, porque en el fondo vieron como algo completamente normal que mujeres como Deborah Harry, de Blondie, o la propia Patti Smith compartieran aquel pastel de creatividad rabiosa y reivindicativa. Al fin y al cabo, se trataba de que las clases bajas gritaran a las altas que hasta aquí hemos llegado. Y, cuantas más voces, mejor.

Patti Smith consiguió que la suya destacara sobre las del resto. Y hoy, a sus 71 años, lo sigue haciendo. También cuando se baja del escenario: «La mujer tiene que ser lo suficientemente fuerte para pedir el espacio que necesita, y el hombre tiene que ser lo suficientemente fuerte para dárselo».

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