Ciudades

Viviendas del futuro: el gran salto energético

Nuestra huella ecológica en el planeta se extiende, imparable. Cada año, casi 13 millones de personas mueren a causa de la insalubridad ambiental. ¿Pueden nuestros hogares remar a favor de la revolución energética?

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19
abril
2018

El ecodiseño no es una ingeniosidad del siglo XXI. Uno de los pioneros fue Sócrates: su Megaron –ese Gran Salón que albergaban los palacios de la civilización micénica, en Grecia y Anatolia– tenía forma trapezoidal para conseguir captar más energía solar en invierno y mantener el confort en verano gracias a unos voladizos instalados en el porche. ¿Qué papel actual juegan la arquitectura y el diseño en un mundo sobrexplotado, sobrepoblado y concentrado en las ciudades? ¿Pueden nuestros hogares remar a favor de la revolución energética?

Nuestra huella ecológica en el planeta se extiende, imparable. Cada año, casi 13 millones de personas mueren a causa de la insalubridad ambiental, según la Organización Mundial de la  Salud. Más de un millón, a causa del aire que respiramos en nuestras ciudades, sumergidas en auténticas nubes de smog.

Nuestras casas, oficinas o fábricas son las principales responsables, solo después del tráfico. Concretamente, el sector de la edificación representa el 40% de las emisiones de CO₂, así como el 30% del consumo de materias primas, el 20% del consumo de agua, el 30% de la generación de residuos y una parte importante de la ocupación del suelo. Su impacto ecológico comienza antes, incluso, de que existan, durante su diseño y la elección de sus materiales. «La energía  para producir los materiales de un edificio normal que se construya en España equivale a algo más de 100 años de consumo de acondicionamiento en un edificio que cumple con el código técnico, y que está bien aislado y preparado. Es un factor que debemos tener muy en cuenta, porque, si reducimos el consumo energético de un edificio, pero aún nos queda el equivalente a 100 veces ese consumo en los materiales, estamos muy lejos de reducir la huella de carbono», afirma Javier Neila, arquitecto catedrático de la Universidad Politécnica de Madrid.

Los edificios Passivhaus consiguen reducir en un 75% el acondicionamiento de la vivienda

El Acuerdo de París y los Objetivos de Desarrollo Sostenible sitúan al sector privado como uno  de los agentes determinantes en la lucha contra el cambio climático. «Nuestro rol es que cada persona tenga acceso a productos y servicios que les ayuden a tener cada día un hogar más sostenible», afirma Ignacio Sánchez, director general de Leroy Merlin. «Hay que empezar por una construcción más sostenible además de aislar la vivienda, lo que supone una gran  inversión. Si te gastas el presupuesto de un año en poner buenos aislamientos, al año siguiente  estás pagando un 50% con la centésima parte de ruido y de pérdida de calor o frío».

En esa búsqueda de la máxima eficiencia energética nació, en 1991, en Alemania, el estándar Passivhaus o casa pasiva. Este tipo de arquitectura no cumple con un estilo determinado ni supone el empleo de un material en concreto, sino que se caracteriza por implementar técnicas pasivas –que apenas requieran consumo energético– optimizando los recursos existentes. Su objetivo es claro: adaptarse a las condiciones climáticas de su entorno. Un mimetismo que permite reducir en un 75% las necesidades de acondicionamiento de la vivienda. La poca energía suplementaria que requieren se puede cubrir con facilidad a partir de energías renovables.

En el siguiente escalón a estas edificaciones de consumo energético mínimo, están las llamadas casas autosuficientes, cuyo diseño, además de instaurar las medidas pasivas, logra desconectarse por completo de la red eléctrica. La propia casa, por las condiciones de  construcción, aislamiento y equipamiento, consigue autoabastecerse. A todo ello, le sigue otro concepto revolucionario: edificios de energía positiva. La tecnología existe y los costes son cada vez más bajos. Y el sol, una bomba de calor geotérmica cuya orientación es fuente de agua caliente, calefacción y refrigeración, es la clave para la revolución energética. En España, contamos con una climatología muy favorable, y la autosuficiencia podría acercarse al 100% con facilidad.

La acumulación se está desarrollando a grandes zancadas, liderada por las baterías de Tesla, con precios cada vez más asequibles. «El punto más conflictivo será cuando queramos llevar la autosuficiencia a la energía eléctrica, ya que el consumo de los electrodomésticos es muy alto, pero podríamos llegar al 100%. No hay limitación, es cuestión de presupuesto o de  subvenciones adecuadas», afirma Neila.

¿Hasta qué punto es rentable apostar por el autoabastecimiento del hogar? «Se debe hablar de inversión, no de sobrecoste, ya que, teniendo en cuenta el consumo a largo plazo, el porcentaje que hay que invertir inicialmente estaría amortizado en un periodo de 5 a 10 años, por lo que podemos decir que es más barato tener un edificio bajo el estándar de arquitectura pasiva», afirma Bruno Gutiérrez, vocal de la Plataforma de Edificación Passivhaus. El proyecto Sunroof, una iniciativa desarrollada en Estados Unidos, pretende despejar esa incógnita en el resto del mundo utilizando imágenes de Google Maps para estimar el sol que puede aprovecharse en cada domicilio y, por tanto, calcular el ahorro que supondría instalar paneles solares en los hogares.

Según el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), el consumo energético residencial que proviene de las renovables supone un 17,7%, mientras que la electricidad representa un 35,1%, el gas natural un 24,9% y el petróleo un 22,1%. «El bienestar del mundo pasa por la energía. Los hogares funcionan con energía. Es el símbolo de la evolución del ser humano, del bienestar», señala Ignacio Sánchez. El director general de Leroy Merlin no duda: «Tenemos la capacidad de generar energía cada vez más barata. Si queremos que el mundo sea sostenible, todas las casas tendrían que estar aisladas y tener autogeneración; no necesitar nada de la red. Y toda la iluminación exterior tendría que ser, a estas alturas y con la tecnología que hay, con iluminación solar led».

Las construcciones de los años 50 y 60 son responsables de la mayor parte de las emisiones de gases nocivos

La normativa oficial de edificación establece una serie de requisitos mínimos para la sostenibilidad, entre los que se enmarca la directiva europea sobre rendimiento energético aprobada en 2010, que obliga a que todo nuevo edificio tenga un consumo energético casi nulo a finales de 2020, y la nueva edificación pública deberá cumplirlo desde diciembre de este año. La obligatoriedad desde 2013 de informar del nivel de eficiencia de la vivienda es un progreso muy importante.

«Es fundamental entender que el coste del edificio no es únicamente el coste de construcción, sino que hay que sumarle el coste energético necesario para mantenerlo en condiciones de habitabilidad y confort durante toda su vida útil», afirma Gutiérrez Cuevas. En esta línea, se enmarca el Observatorio Ciudad 3R, un proyecto colaborativo y abierto, impulsado por la Fundación Economía y Desarrollo (Ecodes) y enmarcado en uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), relativo a las Ciudades y comunidades sostenibles. «La movilidad, la calidad del aire o el reciclado de los residuos son fundamentales», afirma Juan Rubio, director del Observatorio.

Los edificios antiguos, sobre todo los construidos en los años 50 y 60, las dos décadas de mayor desarrollo de la edificación en toda la historia de España, son llamados entre los expertos en sostenibilidad como «yonquis de la energía», y son responsables de la mayor parte de las emisiones de gases nocivos. «La rehabilitación de nuestras ciudades adquiere una gran importancia», opina Rubio, y añade: «Esa inversión de unos 11.000 euros de media por vivienda de 60 o 70 metros cuadrados no se recupera hasta dentro de 10 o 15 años. Pero, para movilizar a la gente, es un error considerar solo el factor de amortización». Otro de los frenos con los que se encuentra la rehabilitación es el marco legal. «Tenemos que conseguir una modificación de la legislación para que no cuente como un incremento patrimonial, porque supone una carga que no pueden asumir las familias», reivindica este experto.

En los últimos años, se han desarrollado diversas normas ISO (Organización Internacional para la Estandarización) para cuantificar los índices de sostenibilidad en la edificación. Diversas organizaciones, entre las que se encuentra la World Green Building Council (WGBC), han promovido una serie de herramientas muy completas que –coinciden las fuentes consultadas– deberían adherirse a las nuevas legislaciones.

En esta revolución silenciosa, el consumidor tiene un papel protagonista. «Es la educación la que va a cambiar el mundo. No la política o los Gobiernos. Y debemos ser tremendamente ejemplares», recalca Ignacio Sánchez. Y concluye: «Para integrar el concepto de economía circular en el sector de la edificación, debemos extender el alcance de nuestra actividad más allá del propio edificio, porque estamos siendo testigos del nacimiento de un cambio de  paradigma imparable, de una revolución verde que ha llegado para quedarse».

 

Entrevista a Ignacio Sánchez: «Los ODS son una oportunidad histórica».

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