Economía

Cambiemos la historia

¿Desaparecerán las empresas que en el siglo XXI no basen su gestión en criterios de sostenibilidad y responsabilidad social?

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08
agosto
2017

Corría el año 480 a.C. cuando un grupo de griegos se dirigían a un estrecho paso para bloquear el avance del ejército persa. Durante la Segunda Guerra Médica, el líder persa Jerjes I se propuso invadir Grecia. Para ello, reunió a más de 250.000 soldados que presagiaban que su conquista sería fácil y rápida. En el otro lado, Leónidas I de Esparta reunió a 7.000 hombres que pretendían frenar el avance persa. Para ello, se situaron en el único sitio que permitía un acceso a Grecia, el estrecho paso de las Termópilas, y desde ahí se atrincheró para hacer frente a Jerjes. Una batalla dura en la que, finalmente, 300 espartanos dieron su vida para impedir que el ejército persa pudiera conquistar su amada tierra.

La conocida batalla de la Termópilas fue un suceso muy famoso y cinematográfico que los libros de historia recogen, no con distintas versiones, en el que, finalmente, Persia consiguió su propósito: invadir Grecia. Seguramente, sin la traición de Efialtes, que indicó a Jerjes un pequeño paso que podían tomar sus tropas para acceder a la retaguardia de Leónidas, la historia posterior no habría sido la que es hoy. Era una época convulsa la de esas fechas, con grandes batallas y luchas permanentes por el poder.

¿No ocurre esto actualmente? Las batallas hoy en día se producen en otros territorios, como parqués de bolsa, despachos taciturnos, reuniones secretas… El poder está a la orden del día y tanto megamultinacionales como micropymes saltan al campo de batalla de manera diaria para conseguir el ansiado poder, me gusta más decir a mí, competitividad.

Además, nos encontramos con “tendencias” que pretenden marcar un camino a seguir: COP 21 de París, donde se produce un compromiso histórico de los países del mundo en la lucha frente al cambio climático; los Objetivos de Desarrollo Sostenible, donde los países adoptaron un conjunto de objetivos globales para erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad para todos como parte de una nueva agenda de desarrollo sostenible; la Directiva Europea sobre la divulgación de la información no financiera; la Reforma del Código Penal relativa al Compliance; un consumidor ansioso de marcas con reputación…

Ambas cosas, “tendencias” y competitividad, deben convivir en el entorno actual y, sobre todo, deben apoyarse, complementase, alimentarse, beneficiarse… la una a la otra. Esta unión se antoja ardua y difícil y, para conseguir resultados positivos, debe existir una figura empresarial que haga de engranaje, bisagra, que conjugue las direcciones, a veces contrapuestas aparentemente, de ambos aspectos.

Sobre la misma surge la figura del Dirse (Directivo de Responsabilidad Empresarial). Se ha hablado mucho sobre Responsabilidad Empresarial, y muchas veces con un enfoque claramente equivocado. Si bien es cierto que, cada día con más fuerza, en los Consejos de Administración de importantes compañías esta figura tiene un papel relevante. No es un profesional de medio ambiente, no es un profesional de calidad, no es un profesional de marketing, no es un profesional de acción social. Se trata de un directivo.

Su relevancia radica en su versatilidad y transversalidad, siendo capaz de entender el negocio como lo que es: ganar dinero y, a la vez, entender las necesidades de los entes con lo que la empresa se desarrolla: cómo de ética es esa ganancia de dinero. Transversalidad porque aglutina conocimiento global sobre la empresa: financiero, comercial, operativo, reputacional, directivo. Ese conocimiento le permite tener la máxima información para la toma de decisiones globales que, finalmente, afectarán al total de la compañía. Entidades como Dirse (Asociación Española de Directivos de Responsabilidad Social) trabajan día a día para difundir esta figura y dotar a los actuales Dirses un mayor y mejor conocimiento y profesionalización.

Puede que esté “contaminado”, pero no entiendo una empresa que quiera ser empresa duradera, sostenible, ética, competitiva, solvente, sin la figura del Dirse. De hecho, cada vez con más frecuencia, los Consejos de Administración o Comités de Dirección disponen de este profesional y toman sus decisiones una vez pasado el filtro de la ética, sostenibilidad, transparencia, reputación, rentabilidad. El cliente/consumidor no va a permitir otra cosa.

No obstante, el camino está lleno de retos apasionantes, retos como hacer ver a las compañías que la RSE no es marketing, no es greenwashing, no es acción social, no es medio ambiente, sino que se trata de productividad, rentabilidad, sostenibilidad. Nos queda mucho camino por recorrer, pero la historia se construye así, nada sucede en un segundo y todo puede variar en el mismo espacio de tiempo.

La batalla de las Termópilas escribió parte de nuestra historia y los valientes espartanos, no sé si 300 o alguno más, fueron a luchar sabiendo que su fin sería previsiblemente la muerte, pero que lo coherente era hacer eso.

El Dirse podría ser un espartano actual, convencido que su lucha será larga y tendrá bajas, si bien, en este caso, no hay un Efialtes que traiciona a sus compañeros y la historia no se repetirá y será distinta a la que se produjo en el 480 a.C.

Las empresas que no basen su gestión en la RSE, no serán empresas, así de simple.

Lucio Fernández es Director de recursos humanos  y RSE de Redyser.

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