Cambio Climático

¿Cómo conseguir que tu hogar sea sostenible?

¿Sabías que el 25% de la demanda de energía procede de los hogares? ¿Y que el 10% del agua dulce que existe en el planeta se consume a través de uso doméstico?

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08
septiembre
2016

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¿Sabías que el 25% de la demanda de energía procede de los hogares? ¿Y que el 8% del agua dulce del planeta se consume a través de uso doméstico, según la ONU? ¿Y que el 25% de la comida que compramos acaba en la basura? Entramos en tu casa para hacerla más sostenible.

Casas bioclimáticas, edificaciones con certificados PassivhausLEED, BREEAM… Son conceptos que aún suenan lejanos, pero la arquitectura sostenible es una realidad cada vez más presente. La casa pasiva (cuya orientación y aislamiento optimizan los recursos naturales) consume un 90% menos de energía que una vivienda ya construida, según el Instituto Passivhaus de Alemania. Pero mientras esta nueva tendencia coge impulso y encuentra su hueco en el mercado, existen muchas alternativas que no suponen un gran desembolso y que se pueden adaptar en los hogares tradicionales para hacerlos más respetuosos con el medio ambiente y con nuestra salud.

Instalar un mezclador de grifo, que combina agua con aire, para reducir el consumo un 50%; utilizar una bolsa para recoger el agua fría que sale al abrir la ducha y con ella regar las plantas o fregar el suelo; disponer de un baño con cisterna de doble descarga, reduciendo el gasto de agua a la mitad; apagar los dispositivos electrónicos completamente, en lugar de dejarlos en stand by… Los pequeños gestos diarios marcan la diferencia, pero ¿qué podemos hacer a una escala mayor?

Los electrodomésticos constituyen el primer foco a la hora de ahorrar en las facturas, y con razón, pues suponen más del 45% del consumo eléctrico. Sin embargo, adquirir un electrodoméstico sostenible va más allá de la economía, es una cuestión medioambiental: además de reducir el consumo un 60%, un electrodoméstico eficiente evita la emisión de 750 kilogramos de CO2 a lo largo de su vida útil. Y tan importante como disponer de una cocina equipada es hacer buen uso de ella. Para reducir nuestra huella de carbono podemos comprar productos de temporada, cercanos y ecológicos; consumir más alimentos de origen vegetal que animal; utilizar la energía de forma eficiente antes, durante y después de cocinar; y reaprovechar los sobrantes de comida, prácticas que avala el informe Behavioural Climate Change Mitigation Options de la Comisión Europea.

¡Y se hizo la luz!

Por otro lado, disponer de luz natural puede aumentar hasta en un 86% el nivel de energía personal y en un 75% la productividad, según un estudio de la empresa Steelcase realizado en Estados Unidos. Pero si la orientación de la vivienda no permite aprovechar al máximo la luz natural, las bombillas de bajo consumo, que suponen un ahorro de entre un 50% y un 80%, son una alternativa.

Otra opción son las luces de diodo, más conocidas como luces LED. El ahorro energético que suponen es indiscutible, pero según algunos estudios, el beneficio no es extensible a la salud humana debido a que emiten una gran cantidad de luz azul. «Este tipo de iluminación no solo afecta cinco veces más al ciclo de sueño que la convencional, sino que recientes estudios a gran escala han documentado que está vinculada a falta de sueño, baja productividad y una mayor incidencia de la obesidad», señala el Consejo de Ciencia y Políticas Sanitarias de la Asociación Médica Americana (AMA) en un informe al respecto. Ante el posible riesgo que suponen, los LED PC ámbar de bajo consumo o los LED filtrados constituyen una buena alternativa.

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Contaminación… de puertas para adentro

Otro recurso natural es el aire. La contaminación del ambiente interior de las viviendas es entre dos y cinco veces mayor que en el exterior, según advierte la OMS  en su informe Burden of disease from Household Air Pollution. Parte de la culpa reside en los Compuestos Orgánicos Volátiles (COVs) utilizados en la decoración de las viviendas, como el asbesto, el plomo… o el formaldehído, causante del fuerte olor, similar al barniz, que despiden los muebles al abrirlos. Esta sustancia química incolora, inflamable y de olor fuerte, se usa en algunos productos de madera, adhesivos, revestimientos de productos de papel y ciertos aislantes.

Evitar la compra de artículos que incorporen COVs, así como decantarnos por pinturas ecológicas sin petróleo ni sintéticos, aumenta la calidad del aire interior, pero no por ello debemos dejar de ventilar la vivienda. La obsesión por mantener las ventanas cerradas para no desperdiciar el aire acondicionado en verano, ni la calefacción en invierno, reduce el intercambio de aire limpio con el exterior y favorece la aparición de contaminantes como moho, hongos, bacterias o radón. Combinar un buen aislamiento con la ventilación natural (optimizada con ventanas de orientaciones opuestas, por ejemplo, la llamada “ventilación cruzada”) permite lograr el equilibrio perfecto: ahorro energético, cuidado del medio ambiente y salud.

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