Cambio Climático

España frente al cambio climático

España deberá reducir en un 40% las emisiones de CO2 para 2030 frente a los niveles registrados en 1990. Una meta ambiciosa, pero plausible.

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24
junio
2016
Para 2030, España debe reducir un 40% las emisiones de CO2 y producir un 27% de energía renovable

Las estrategias nacionales ya han dejado de ser un compendio de buenas intenciones para pasar a ser una obligación moral. En el caso de España, deberemos reducir en un 40% las emisiones de CO2 para 2030 frente a los niveles registrados en 1990. Una meta ambiciosa, pero plausible.

Cada vez son más frecuentes las muestras que confirman un giro hacia un modelo económico basado en la sostenibilidad y la corresponsabilidad. Algunas de ellas se basan en grandes logros, como el hecho de que hoy en día nuestro país sea el cuarto de la Unión Europea donde más empleo verde se crea en pequeñas y medias empresas, según datos del Ministerio de Medio Ambiente. O el cambio en la tendencia de consumo que estamos experimentando hacia opciones más responsables. Esta transición también se construye a base de pequeños gestos, como el que realizan de forma diaria millones de ciudadanos en España en sus hogares al separar los residuos para su posterior reciclaje. Una actividad que impulsamos desde hace 18 años en Ecoembes, y que nos ha ayudado a conseguir que hoy en día el porcentaje de reciclaje de envases domésticos se sitúe en el 74,8%.

Además de los beneficios económicos y sociales que conlleva este cambio de modelo, estos avances evidencian el firme compromiso que nuestro país ha adquirido con el medio ambiente. No obstante, y a pesar de lo logros alcanzados en este sentido, aún tenemos importantes retos que superar. El cambio climático se ha revelado como uno de los principales. La comunidad científica lleva tiempo alertando sobre sus consecuencias: si no damos paso a una economía baja en carbono, la temperatura planetaria ascenderá en dos grados en 30 años, con la consecuente alteración en los ciclos del agua, el aumento del nivel del mar debido al deshielo, el cambio de ritmo de las migraciones, el aumento de la desigualdad social…

Este desafío exige una solución global basada en acciones reales y tangibles. En este sentido, la pasada Cumbre de París marcó un antes y un después. Por primera vez en la historia, 195 países se comprometieron a contener o reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero. Para ello, cada Estado debe establecer unas pautas propias dentro de un paraguas común y estará obligado a cumplirlas.

De este modo, las estrategias nacionales ya han dejado de ser un compendio de buenas intenciones para pasar a ser una obligación moral. En el caso de España, la meta es ambiciosa, pero plausible. Como miembro de la Unión Europea, deberemos reducir en un 40% las emisiones de CO2 para 2030 frente a los niveles registrados en 1990, además de conseguir que el 27% de la energía proceda de fuentes renovables.

¿Cómo podemos hacer frente a estos retos? Hay varias líneas de trabajo que nos pueden ayudar a cumplir con esta responsabilidad. Una de ellas pasa por la definición de políticas energéticas que permitan una transición real hacia un modelo realmente eficiente. Se han hecho muchos esfuerzos en este sentido, pero lo cierto es que aún queda margen de actuación. Y es que, mientras que el empleo a nivel mundial creció en este sector un 5% en 2015 con respecto al año anterior según la Agencia Internacional de las Energías Renovables (Irena), la Asociación de Empresas de Energía Renovable considera que este sector en España permanece estancado desde 2015.

Por otro lado, estamos evidenciando la necesidad de un sistema legislativo estable que refuerce la responsabilidad tanto de las administraciones como de las empresas, y no solo en términos de reparación, sino también de prevención. En este sentido, acuerdos como los alcanzados con la estrategia Europa 2020 impulsan un plan de crecimiento inteligente en el que los retos medioambientales y sociales se posicionan como un elemento clave.

Por su parte, la ecoindustria se ha revelado como un aliado transversal en la lucha contra el cambio climático. De hecho, tras la consolidación de la industria 4.0 –donde el mundo físico y el digital se fusionan– ya se ha dado el salto hacia la industria 5.0, donde la sostenibilidad es un elemento determinante. Las nuevas tecnologías y la inversión en I+D+i tienen, en este punto, un papel fundamental. Asimismo, resulta imprescindible que las compañías creen entornos de colaboración en los que poder potenciar la inteligencia colectiva y el emprendimiento social para desarrollar proyectos que generen valor a la sociedad. Una economía que apueste por el crecimiento verde debe invertir en productos y servicios que también sean verdes. En Ecoembes nos hemos sumado a este reto con la plataforma Ecoembes Innova, una iniciativa para impulsar el emprendimiento y la innovación colaborativa relacionada con el reciclaje y el medio ambiente, lo que supone un paso al frente hacia una nueva forma de innovar.

Pero, como sostiene la primatóloga Jane Goodall, «la tecnología sola no basta, también tenemos que ponerle corazón». Y es aquí donde la ciudadanía ejerce un rol clave. La sociedad está adquiriendo un papel cada vez más activo, tanto a través de acciones individuales como mediante una actitud de escrutinio constante ante las actuaciones de los poderes públicos y empresariales. La educación y la sensibilización ambiental son herramientas fundamentales para impulsar esta actitud. Porque solo a través de la acción coordinada de todos los agentes sociales podremos alcanzar el paradigma de una economía circular que conjugue el respeto por el medio ambiente con el crecimiento social. Solo a través de un compromiso integral nuestro país podrá cumplir su responsabilidad en la lucha contra el cambio climático.

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