Internacional

Israel, la meca de la innovación

Es el país con más startups del mundo. En 30 años ha pasado de ser una sociedad agraria a una de las primeras potencias tecnológicas. El milagro judío tiene nombre: economía basada en el conocimiento.

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30
abril
2016

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Israel es un trozo pequeño de tierra enclavada en una de las regiones más conflictivas del mundo, con una población de apenas ocho millones acuciada por la falta de recursos naturales y los zarandeos geopolíticos.

No son, desde luego, unas premisas prometedoras para desarrollar una economía saludable. El país judío, o más bien sus finanzas, lleva años aplicando la máxima de ‘hacerse fuerte ante la adversidad’. Su única vía, no ya para subsistir, sino para ser un país competitivo a nivel mundial, tiene un nombre y apellido compuesto: economía basada en el conocimiento. Las cifras son sorprendentes: con unos niveles de desarrollo humano elevados aun viviendo en un entorno hostil, invierte un 4,5% de su PIB en I+D+i. Para hacerse una idea: España destina el 1,24%, y la media europea no pasa del 2%.

Es, además, el país del mundo con el mayor número de startups, más de 4.000, y el que más capital riesgo invierte en innovación: 2,5 veces más que Estados Unidos. Tiene más empresas incluidas en el índice Nasdaq que toda Europa.

«La economía israelí está basada, más que ninguna otra, en la innovación, el I-D-i, y en la disponibilidad de financiación en las empresas nacientes, las startups», cuenta el consejero Económico y Comercial de la embajada de España en Tel Aviv, Emilio López Viñuela, en un encuentro con el ICEX (Instituto Español de Comercio Exterior ). «Desde los años 80 existe un consenso en la economía israelí de que esto es lo que se debe potenciar. De manera que existe un fondo estatal que otorga financiación. Las startups reciben hasta el 50% y el resto, de fondos de capital riesgo. Al lado de esto hay un estamento empresarial muy dinámico, que toma riesgos».

La historia de innovación en Israel no es una carrera de fondo: más bien es un sprint en el que ha pasado de prácticamente nada a todo en apenas tres décadas. «Hace 30 años la economía israelí era eminentemente agraria», recuerda López Viñuela. «Hablamos de un país pequeño y con un cierto un cierto aislamiento. Eso les llevó a la convicción de que la economía debía basarse en el conocimiento, y que sus empresas debían tener al mundo entero por mercado. Hoy, sus investigadores y centros de investigación están entre los mejores del mundo. También el sistema educativo. La clave del desarrollo del espíritu emprendedor es el compromiso que tomaron en su día, y hoy permanece, entre Gobierno, instituciones y sociedad para que se creasen las mejores condiciones para que las empresas se movieran en este entorno. En los años 80 no existían inversores de capital riesgo. Actualmente, Israel es el segundo país del mundo en número de inversores, solo por detrás de Estados Unidos. La industria de Defensa también es muy potente. Y en ese sector se dan muchas innovaciones que luego se derraman a la sociedad civil».

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El servicio militar es obligatorio para ambos sexos. La formación durante el mismo no se ciñe a lo militar, también es tecnológica, y esto crea personas innovadoras y emprendedoras una vez salen del ejército y se reintegran en la vida civil.

Una potencia más tecnológica que económica

«Los otros sectores están altamente regulados con diversos reglamentos y gravámenes. Esto explica que sea una potencia tecnológica, pero no económica», aclara López Viñuela. «Si Israel aplicara las condiciones que han permitido florecer su industria tecnológica a otras áreas, e incorporara a segmentos demográficos con poca participación económica, podría escalar hasta posicionarse dentro de las 10 principales economías del mundo».

La presidenta de la Fundación EY, Maite Ballester, hizo en su día un estudio de las estructuras de financiación israelíes en el que se basó la semilla del actual sistema de préstamos públicos a emprendedores ICO. «Su modelo juega con ventaja. Cuando partes de cero, puedes definir una política pública dirigida a crear un ecosistema. Partes de una mesa sin papeles y sin proyecto. Le dieron muchísimo papel a las incubadoras y las aceleradoras. Incluso financiándolas parcialmente».

El consejero de la oficina de la consultora PWC en Israel, Claudio Yarza, apoyaba esta tesis en la entrega de los premios EmprendedorXXI de La Caixa: «Al tener una historia breve, pero basada en la innovación, es más fácil crear una startup porque el camino ya está pavimentado. Asesores, expertos en patentes, abogados, están acostumbrados a, desde el principio, a ayudar a estos emprendedores tecnológicos. Y con muchas ventajas que no encontramos en otros países. El investigador en Israel recibe una gran parte de las ganancias de la comercialización de sus productos. Al final eso incentiva indudablemente la innovación y la creación de nuevas startups».

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Los espejos son Silicon Valley y Boston

Israel es un foco de inversión porque hay mucho talento concentrado. «Tienen universidades muy técnicas que desarrollan proyectos, tecnología en defensa, de gestión de agua, temas agrícolas… Que son estratégicos para el país», cuenta Ballester. «El ecosistema parte, por tanto, de una gran densidad de talento, y eso tiene mucho que ver con la formación. Allí parten de aceleradoras fundadas en un principio con capital público, algunas de las cuales han evolucionado luego a fondos de capital riesgo. Con una conexión internacional magnífica por el propio ecosistema judío. Y las ventajas que les da un mercado bursátil secundario tecnológico muy implantado».

Con estas premisas, inversores externos acuden a ese territorio redondeando un sistema de financiación múltiple que funciona como un reloj suizo. «Los inversores se instalan donde están estos talentos, igual que las multinacionales. Por tanto: universidad, financiación y empresas están desde el principio. En Israel han replicado el ecosistema de Boston o Silicon Valley porque es un país muy pequeño, y todo es más fácil de gestionar».

Un modelo que se traduce en infinidad de casos de éxito. La startup Waze la compró Google por 1.000 millones de euro, PrimeSens la compró Apple por 345 millones, Trusteer fue vendida a IBM por 1.000 millones de dólares.

El papel de Rusia

Hace 10 años, Israel recibió a un millón de inmigrantes rusos. El presidente de la Asociación Española de Entidades de Capital Riesgo, Javier Ulecia, es un experto en el caso israelí: «Llegaron muchos científicos y las mayores lumbreras de la universidad de Rusia. Esto dio un increíble empuje a la ciencia en el país, que no hubiera sido posible con la población que tenían hasta entonces. Aparte, la industria bélica en Israel ha generado un montón de investigación que luego se ha replicado en la industria privada. La fuerza del lobby judío a nivel internacional y la posibilidad de acceder a los grandes capitales. Todos estos factores son los pilares de la potencia tecnológica que es hoy».

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