«Tratar con fármacos las crisis vitales es un error»
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COLABORA2025
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Aunque la visión sobre la salud mental ha mejorado en los últimos años, todavía quedan muchos trastornos que acarrean estigmas y siguen sin ser comprendidos por la mayoría. La psicosis, el trastorno bipolar o el TOC son algunos de los que aparecen en ‘Las palabras de la bestia hermosa‘ (Debate), libro escrito por el psiquiatra Guillermo Lahera. En él, a través de los testimonios de sus pacientes, explica en qué consisten y cómo se desarrollan para ayudar a entenderlos mejor y eliminar el cliché al que muchas veces se reducen la enfermedad mental y la psiquiatría.
¿Qué significa la afirmación de que «la psiquiatría se sostiene en la literatura»?
La psiquiatría tiene un alma científica, basada en la evidencia, entroncada con la medicina. Pero también un alma narrativa. En la consulta, el paciente nos cuenta su experiencia y, a través del lenguaje, conoce y conforma su representación de la realidad. El acto de «conocer» es a veces el acto de poner en palabras. En la psicoterapia el reto es transformar esa narrativa de sí mismo y construir con él una alternativa. El psiquiatra, inevitablemente, debe estar interesado en esas historias y por eso la psicopatología está cargada de imágenes literarias y se sostiene en la literatura.
¿Cuánto le ha ayudado la ficción en su trabajo?
Muchísimo. Si alguien que se iniciara en la psiquiatría me preguntara qué texto es imprescindible, probablemente me iría más a Chéjov o Shakespeare que a un tratado técnico. Lo primero es adentrarte en la complejidad y riqueza de la mente humana, y luego, quizá, puedas encontrar los límites –siempre difusos y provisionales– entre la salud y la enfermedad. La comprensión del paciente es narrativa: es a través de ese esquema con el que da sentido a su experiencia, ese marco sobre el que comprender los hechos pasados y proyectar los futuros. Por eso me encanta el género de los casos clínicos, con las obras de Oliver Sacks o Irvin Yalom como auténticos maestros.
«El objetivo es luchar contra el estigma de la enfermedad mental y de la psiquiatría»
Sin embargo, cuenta que a lo largo de la historia la ficción no ha tratado muy bien a los enfermos psiquiátricos y que por eso hay mucha confusión en este tema.
Efectivamente. Las novelas y las películas sobre psiquiatras han configurado un cliché que hoy en día está muy alejado de la realidad. Desde la imagen del psiquiatra «loco», de El gabinete del doctor Caligari, el psiquiatra «criminal», como Hannibal Lecter, el «pastillero» o el que se enamora de sus pacientes, como en Recuerda, con una maravillosa y enamoradiza Ingrid Bergman. O los psicoanalistas de Woody Allen. Al final uno no sabe qué esperar si pide cita con un psiquiatra. Mi intención con el libro es dar a conocer nuestro trabajo real, nuestras tareas y afanes cotidianos. El objetivo es luchar contra el estigma de la enfermedad mental y de la psiquiatría.
Muestra cómo muchos trastornos se han banalizado. Sobre todo el de la bipolaridad.
Sin duda. Se ha popularizado la frase «yo es que soy un poco bipolar», refiriéndose a cierta inestabilidad de ánimo o cambios a lo largo del día. No tiene nada que ver con el curso crónico, recidivante, del trastorno bipolar, en el que el paciente puede pasar semanas o meses instalado en una profunda depresión y otros periodos de manía o hipomanía. Ciertamente hay algunos casos leves, pero puede ser una enfermedad devastadora.
¿Por eso, y para contrarrestrarlo, pone ejemplos de pacientes reales?
Sí, he tenido que anonimizar y ficcionalizar algún aspecto para no revelar la identidad, pero los casos se basan en la realidad. Los relatos clínicos han surgido directamente de mi experiencia laboral como psiquiatra, aprovechando el privilegio y la responsabilidad de ser depositario de confesiones e intimidades a veces muy dolorosas. La psiquiatría proporciona una ventana al interior del hombre, a su mundo interior.
«La enfermedad mental no es algo que les pase a otras personas»
El libro también busca poner el foco sobre lo que son enfermedades mentales y lo que no. ¿Se ha borrado la línea que lo diferenciaba?
Es que es una línea ficticia, o por lo menos bastante permeable y difusa. La enfermedad mental no es algo que le pase a otras personas: todos, o alguien de nuestra familia o entorno, hemos tenido algún trastorno. En el momento en el que percibamos el problema como propio, empezaremos a verlo con más empatía y comprensión. Lo contrario es la actitud de rechazo, ridiculización o, a veces, de odio que han tenido que sufrir los enfermos en el pasado. En realidad, es la relación que tenemos con nuestra propia sombra, que queremos ocultar o expulsar.
Muchos de estos trastornos nacen de instintos que todos tenemos. Entonces, ¿qué nos dice realmente si tenemos una enfermedad mental o no? ¿Qué marca esa línea que comentaba antes?
La línea la marca el sufrimiento y la disfunción, es decir, la pérdida de la capacidad para llevar a cabo un proyecto personal. Por ejemplo, todos tenemos fenómenos obsesivos, ideas repetitivas en la cabeza, rumiaciones que no nos llevan a ningún lado, pero no quiere decir que tenemos un TOC. Porque no vivimos instalados en ellas ni nos impiden trabajar o amar.
¿Es posible saber qué nos hace caer en una enfermedad mental y qué no?
Hay que huir de explicaciones fáciles. Es el error del reduccionismo en salud mental, que trata de explicar la depresión como un mero desajuste entre neurotransmisores o, en el polo opuesto, la visión de que todo es culpa del neocapitalismo. Hay que huir de la instrumentalización de la salud mental con fines ideológicos, porque constituye una frivolidad. El sufrimiento de los pacientes es demasiado grande como para admitir esas explicaciones. Hay que abrir la mente y entender la compleja interacción entre la biología del cerebro y el ambiente, con un gran número de factores de riesgo y de protección. Lo resultante de esa compleja ecuación es la enfermedad mental.
«No podemos basarnos únicamente en los fármacos y olvidarnos de la psicoterapia o la rehabilitación psicosocial»
También defiende que hay que dedicar más tiempo al paciente y no recetar solo pastillas. ¿Qué ayudaría a mejorar la situación?
La medicación puede ser de enorme ayuda para un paciente con trastorno mental grave, a menudo es un ingrediente indispensable del tratamiento. No me gusta nada el discurso antimedicación, que puede ser muy irresponsable. Pero no podemos basarnos únicamente en los fármacos y olvidarnos de la psicoterapia o la rehabilitación psicosocial. La evidencia científica indica que la psicoterapia es eficaz en muchos trastornos mentales y, tristemente, se implementa poco en nuestro sistema sanitario. Ayudaría tener más profesionales y más tiempo por consulta, lo que no es fácil de conseguir.
¿Cree que atravesamos un momento de sobremedicación y sobrepatologización?
Sí, porque no discriminamos entre los malestares de la vida, el sufrimiento inherente a la existencia, y los trastornos mentales, que son enfermedades. Tratar con fármacos las crisis vitales, los momentos de desaliento, zozobra, cambio… es un error. Las emociones negativas son necesarias y adaptativas, no debemos sofocarlas con medicamentos sino atravesarlas para promover el cambio.
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