«Nuestros políticos son un factor de preocupación nacional»
Antonio Garrigues Walker, presidente de Transparencia Internacional, no cesa en una de sus obsesiones: la lucha contra la corrupción.
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COLABORA2011
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Antonio Garrigues Walker, presidente de Transparencia Internacional y del despacho que lleva su nombre, no ceja en una de sus obsesiones: la lucha contra la corrupción. En esta entrevista, esta voz viva de esa tercera España que hoy tan nítidamente identificamos con la conquista de la libertad, advierte sobre la necesidad de reforzar la transparencia en todos los estamentos de la sociedad y nos ofrece su visión sobre algunos de los grandes retos a los que se enfrenta el siglo XXI.
«La corrupción en el mundo cada vez va a peor». Son declaraciones suyas, declaraciones de Antonio Garrigues Walker. ¿De verdad cree que el mundo no progresa en la lucha contra la corrupción?
No es una opinión. Es un dato objetivo. La corrupción aumenta. Igual que el narcotráfico aumenta. Entre ambos problemas mundiales hay una relación directa. Para mí el gran problema del mundo sigue siendo la corrupción. Los periodos de crisis, además, agudizan el fenómeno de la corrupción porque generan situaciones de incertidumbre. Empecé a colaborar con Transparencia Internacional, que es una ONG que lucha contra la corrupción, hace muchos años. Es un tema que conocemos a fondo y cada vez estamos más convencidos de que la palabra transparencia es la palabra clave ante este fenómeno. Por otro lado, que nadie piense que la corrupción forma parte de la naturaleza humana y por tanto es absolutamente incorregible: la corrupción es un fenómeno contra el que se puede luchar. Basta con aplicar transparencia a todas las instituciones de la sociedad: ministerios, ayuntamientos, empresas, organizaciones, medios de comunicación, partidos políticos… Lo hemos demostrado con los ayuntamientos. Tenemos una lista con 80 preguntas y cada ayuntamiento debe decirnos si para ellos sería posible responder a esas cuestiones si un ciudadano cualquiera reclamara esa información. Los ayuntamientos han sido, por el suelo, una causa de corrupción muy importante en este país. Pero hemos visto cómo ciertos ayuntamientos tienen un nivel de transparencia del 100%. Hay que partir de la base que no se trata de un capricho o de una curiosidad, sino que es un derecho, el derecho de todo ciudadano a conocer sus instituciones. En España, una ley que no existe es la Ley de Acceso a la Información Pública, es una ley obligatoria en toda Europa y que sólo hay tres países que no la aplican: España, Grecia y Malta. Esa ley permite a cualquier ciudadano preguntar a los ministerios todo tipo de cuestiones, exceptuando algunas muy concretas como las que afectan a la seguridad nacional. Es algo que hemos reclamado mucha veces al Gobierno, desde Transparencia y desde otras organizaciones. El Gobierno nos asegura que lo están intentado poner en marcha, y le creemos de buena fe, pero llevamos con este tema mucho tiempo. Pero insisto: lo que hemos comprobado a pequeña y gran escala es que las cosas mejoran cuando hay transparencia. No podemos resignarnos a la corrupción.
Me ha explicado un mecanismo para fortalecer la transparencia en instituciones públicas. ¿Qué ocurre con las empresas?
Las empresas están ganando en transparencia y tienen, inevitablemente, que seguir ganando en transparencia. Es cada vez más una exigencia. A mí lo que me extraña es que la corrupción no figure permanente como un tema de máxima preocupación. Yo pongo siempre como ejemplo a Haití porque siempre he dicho que cuando vemos el mapa de la corrupción pensamos en los países corruptos pero no en los países corruptores. Ese es el tema en el que tendremos que luchar. No hay nada menos ético que la corrupción. Y, como dice Fernando Savater, la ética tiene que ver con la felicidad. Una persona ética tiene ganada en parte la felicidad. Fuera de la ética, ni hay futuro ni hay sostenibilidad ni hay nada. Lo hemos visto: una empresa corrupta no tiene futuro. Es decir, más allá de los valores, hay también una motivación pragmática. No ser ético va contra los propios intereses.
¿Qué reflexión hace en torno al 15-M?
En primer lugar, querría aclarar que yo no descalifico a todo el estamento político. Yo descalifico a una parte del estamento político. Y, sobre todo, lo que les intento explicar, desde hace tiempo, es que ofrecen una imagen preocupante. En las encuestas del CIS aparecen nuestros políticos como un factor de preocupación nacional. ¿Por qué? Yo diría que hay tres razones básicas. En primer lugar, son instituciones en las que no hay democracia, es decir, su funcionamiento interno es lo más antidemocrático que se puede uno imaginar. En segundo lugar, la financiación de los partidos, y no sólo en España, es tremendamente oscura y poco transparente. Y en tercer lugar el tema de las listas abiertas, que tiene que ver con aumentar la capacidad del ciudadano para expresar su verdadera voluntad política. La gente del 15-M no está conforme con los partidos políticos y se preguntan qué pueden hacer. La respuesta puede ser la abstención o el voto en blanco. Pero se preguntan qué logran con la abstención o con el voto en blanco y piensan que tendrán que hacer algo porque los medios de comunicación están tan radicalizados como los propios partidos. En Suiza se celebran elecciones cada dos meses para decidir cosas. Es el único país que aplica la democracia directa y posiblemente esto no sería posible hoy en España, pero hay otras formas de democracia directa. En definitiva, lo que el 15-M está advirtiendo a los políticos es lo mismo que dicen las encuestas del CIS, es decir, que los políticos se han convertido en un factor de preocupación nacional, y eso no se corrige ni con la abstención ni con el voto en blanco, habrá que hacer alguna otra cosa más. Y lo malo es que la autoregeneración de un partido político es muy complicada, no están en condiciones. Por lo tanto, tiene que haber una sociedad civil que reclame esa regeneración porque si no, no lo van a hacer. Y yo no digo que tengan mala voluntad pero no lo pueden hacer: tienen una dinámica interna que no les permite afrontar sus propios problemas. Y hay que aceptar que un 70% de los españoles ha dicho que ve el 15-M como muy positivo o bastante positivo, es decir, hay un claro apoyo intelectual a las ideas del 15-M. El cómo organizarlo es muy complicado, que se puede manipular, también es cierto, pero desde luego todo eso no se puede despreciar, eso sería una locura.
Pero el 15-M es también una llamada de atención a otros estamentos, especialmente a la banca. De hecho ha derivado en un “discurso antibanca” por parte del nuevo candidato socialista al Gobierno.
Bueno, más allá del oportunismo político de algunos discursos, yo creo que se trata de una llamada al estamento financiero, al propio estamento religioso, al profesional… Todos los estamentos tenemos que hacer un proceso de crítica y autocrítica. Y el estamento financiero lo está haciendo. Yo no es que quiera defender al estamento financiero español pero creo que tiene más solidez y estabilidad que en otros países europeos y está en buenas condiciones para empezar a hacer lo que tiene que hacer, que es alimentar la vida económica y la vida empresarial. Yo conozco bien el estamento financiero americano, que a mí me parece uno de los peores del mundo, sobre todo en el terreno de la banca de inversión, donde no conozco ejemplos de gente más avariciosa y codiciosa y con menos sentido de la responsabilidad. Ya lo han demostrado en el pasado pero lo malo es que lo siguen demostrando ahora exactamente igual y se siguen repartiendo unos bonos verdaderamente intolerables desde el punto de vista moral y ético porque es que no hay quien les pare en esa especie de obsesión por la riqueza. La ciudadanía de Estados Unidos está recordándoles otra vez que un estamento que reclamó más de 700.000 millones de dólares par poder sobrevivir, ahora no puede seguir comportándose exactamente igual a como lo hacía. No exagero. Se están comportando igual y eso requiere nuevas regulaciones nuevos planteamientos pero, sobre todo, actitudes morales.
Usted es un gran conocedor del fondo y de los entresijos de la política internacional. ¿Qué opina sobre las revueltas en el Norte de África? Se hablaba de Primavera Árabe pero ahora ya no tenemos tan claro si es una primavera o un invierno…
Es una revolución ética estupenda. Yo parto de la base de que todos tenemos derecho a hacer lecturas positivas o negativas. Pero creo que la gran mayoría de nosotros, que cumplimos algún papel en la sociedad, tenemos que transmitir positividad. Lo que ha pasado en el Norte de África hay gente que lo interpreta dramáticamente pero yo lo interpreto muy positivamente. Si tres países como Marruecos, Egipto y Túnez, que son países que tienen una cultura básica muy buena, e internamente sólidos, entraran en un proceso de transformación democrática y económica como en el que España entró -y si España entró no podemos negarle a los demás la misma posibilidad- eso generaría en todo África, por efecto mimético, una revolución democrática a escala africana. Entonces hablaríamos de una nueva África. Venimos hablando de África como continente olvidado. Ahora tenemos delante de nosotros la posibilidad de una nueva África. Y es ahí donde Europa tiene que apoyar el máximo y sentirse comprometida y solidaria al máximo. Esa sería la clave de una evolución positiva a la que el mundo rico había olvidado de una forma indigna.
¿Y qué evaluación haría del tránsito en el poder de Barack Obama? ¿Su opinión de él como presidente de los Estados Unidos sigue siendo positiva?
Yo sigo siendo muy pro Barack Obama pero entiendo que las cosas se han complicado de una forma tremenda porque se ha producido un bloqueo político, como consecuencia de la pérdida de las elecciones de otoño, y en estos momentos las tres grandes reformas de Obama, que eran las reformas financiera, del sistema migratorio y del sistema de seguridad social están paradas. Eso, ciertamente, no es bueno. En Estados Unidos hay un problema de radicalización política que supera casi a la española. El Tea Party está provocando una situación que preocupa incluso al partido republicano. Yo espero que Obama tenga suerte y éxito. Creo que es una persona que está intentando aportar nuevos valores y abrir nuevas fronteras como ya hicieran los Kennedy en su época. Pero le ha tocado vivir una crisis económica profunda y eso debilita cualquier éxito político.
El escepticismo ante las grandes cumbres mundiales frente al cambio climático es creciente y parece cada vez más legítimo. ¿Cuál debe ser el papel de los dirigentes políticos y empresariales?
Si la falta de unidad a escala europea es muy importante, a escala mundial es tremenda. El tema de las instituciones globales y el derecho global cada vez está más claro: no puede haber una globalización civilizada y democrática sin instituciones globales eficaces. En la lucha contra el cambio climático tampoco tenemos instituciones globales eficaces. Estados Unidos, que es el país que más contamina del mundo, tiene una posición demasiado flexible. Europa tenía una postura mucho más exigente pero ya la está dulcificando porque se dan cuenta de que es un factor de competencia económica. Los chinos siguen con lo suyo: creen que tienen la oportunidad de contaminar porque hasta ahora habían contaminado muy poco, aunque ahora lo hagan muchísimo. Los intereses nacionales prevalecen permanentemente sobre el interés global. Pasa en la UE con los Estados miembros. Pasa en España con las comunidades autónomas. Y pasa a nivel mundial. La clave en la lucha contra el cambio climático creo que está en que los países ricos, especialmente Estados Unidos, pasen de una fase de tolerancia a una fase de agresividad. Que se den cuenta de que está jugando con su propio futuro. Otra clave es que Europa tenga alguna fuerza, que ahora no la tiene. Lo vimos en la Cumbre de Dinamarca: Europa no tiene una postura unitaria y si no tienes una sola voz, no cuentas. En Europa no hay un solo teléfono, como dice Kissinger.
Quizá podrían llamar a Merkel, pero cuando se trata de Europa no siempre coge el teléfono…
(Risas) Yo, de llamar a alguien llamaría a Merkel, pero en efecto parece que esta señora muestra a veces muy poca sensibilidad con Europa.
¿Y cuál es su postura en el tema nuclear? El desastre de Fukushima ha recrudecido el debate.
Ángela Merkel, ante la presión popular, ha decidido suspender el programa nuclear a partir de 2012, eso ha irritado mucho a Francia porque, como todo el mundo sabe, el 80% de su energía tiene origen nuclear. En España estamos en la duda permanente. Las energías alternativas avanzan de una manera estupenda pero al parecer no al ritmo suficiente y ese es el problema que tenemos. El petróleo tiene grandes problemas en cuanto a coste, la energía nuclear tiene claros peligros que la humanidad no está dispuesta a aceptar y el accidente japonés ha generado una polémica que es auténtica. El debate está ahí. Yo creo que al final el triunfo es de las energías alternativas. Es un triunfo cantado, asegurado. El problema es que hasta que tengan el desarrollo tecnológico y económico adecuado vamos a tener que convivir con la energía nuclear y con la energía del petróleo. Aquí también estamos viendo cómo cada país toma su posición. Pero si uno tiene que apostar, yo apostaría por las energías alternativas sin la menor vacilación.
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