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Francisco Suárez Montaño

«Los gitanos tenemos muchísimo que decir y bastante que ver»

Fotografía original

Alegría Suárez
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23
septiembre
2025

Fotografía original

Alegría Suárez

2025 ha sido declarado oficialmente el Año del Pueblo Gitano, una fecha que marca los 600 años desde que se documentó por primera vez la presencia de los gitanos en España. Más de medio milenio después, la conmemoración busca algo más que actos simbólicos: pretende abrir un debate sobre la memoria, el reconocimiento y el lugar que ocupa esta comunidad en nuestra sociedad. Persisten prejuicios, invisibilizaciones y desigualdades, pero también hay una riqueza cultural, artística y humana que rara vez ocupa el espacio que merece. En este contexto, la figura de Francisco Suárez Montaño (Badajoz, 1948), dramaturgo y escritor, se vuelve especialmente relevante. Desde su obra y su compromiso, Suárez Montaño plantea preguntas incómodas y necesarias. ¿Cómo lograr que la cultura gitana se reconozca como una aportación esencial a nuestra identidad colectiva? ¿Qué relatos deben desmontarse y cuáles hemos de construir de nuevo? Conversamos con él para entender qué significa este año y qué simboliza de cara al presente y al futuro del pueblo gitano.


Este 2025 se celebra el Año del Pueblo Gitano para conmemorar los 600 años desde el primer documento oficial que reconoce vuestra presencia en España. ¿Qué te gustaría que quedara de este año más allá de los actos conmemorativos?

El reconocimiento definitivo de que somos ciudadanos españoles de pleno derecho. Aunque esté refrendado en el artículo 2 de nuestra Constitución, este año debería ser el año de su consolidación.

En otros países europeos hay programas de inclusión y memoria gitanas que ya funcionan desde hace tiempo. ¿Qué experiencias crees que deberíamos adaptar en España para que lo de este año no se quede en un gesto puntual?

A veces, un gesto puntual puede determinar el futuro. Desconozco los programas de inclusión y memoria que se desarrollan en otros países. En el nuestro, existen movimientos y asociaciones gitanas que llevan desde hace mucho tiempo impulsando el conocimiento de nuestra cultura y de nuestra forma de entender el mundo. Sin temor a equivocarme aparte de cuestiones económicas que atañen por igual a una población marginal, a nuestra cultura se le reconoce una aportación indiscutible: la del arte flamenco. Distinguido por la Unesco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. En este caso, los gitanos tenemos muchísimo que decir y bastante que ver. Que se lo digan a Lorca que nos define como lo más aristocrático de este país o a Caballero Bonald que dice que el arte gitano es una de las músicas más hermosas que existen, o a Félix Grande cuando afirma que el cante gitano es la música del consuelo. Aunque sea una triste paradoja, llevamos muchos años consolando con nuestro arte a los que más nos desprecian.

«Los gitanos llevamos muchos años consolando con nuestro arte a los que más nos desprecian»

Eres dramaturgo, director y escritor, y tu obra siempre ha tenido una raíz reivindicativa. ¿Cómo ha cambiado tu forma de crear desde que se reconoce tu trabajo también como una herramienta política y pedagógica?

Desde que comencé, hace cincuenta años, con cincuenta montajes a cuestas y una novela reciente, puedo confesar que desde el principio lo que me movió a dedicarme al teatro fue una cuestión de coraje y empeño para dar a conocer, mediante el género teatral, nuestra cultura y forma de entender el mundo. Siempre, en cualquiera de mis trabajos, he puesto sobre las tablas el racismo como el conflicto permanente de una sociedad anclada todavía en ideas de un pasado que no acaba de entender que, aunque diferentes, pertenecemos a la única raza que existe: la humana. Esta premisa fue mi manual de resistencia.

A pesar de los avances, todavía persisten muchos estereotipos sobre el pueblo gitano, aunque también están apareciendo nuevas narrativas, sobre todo mujeres gitanas que rompen moldes. ¿Qué relato sientes que hay que desmontar de una vez y cuál te gustaría que empezara a ocupar espacio público?

Muchos. Todavía muchos. Se puede entender que en cualquier pueblo permanezcan estereotipos poco recomendables conferidos siempre por y desde la sociedad dominante. Los andaluces son vagos, los catalanes, roñosos, los madrileños, chulitos, los políticos, corruptos, los banqueros, usureros y los gitanos, ladrones. En este caso don Miguel de Cervantes tuvo mucha culpa, pero bueno, se lo perdonaremos por ser quien es.

Este año pone el foco en la memoria y en la historia compartida, pero las fechas suelen quedarse en actos puntuales. Si dependiera de ti, ¿qué tres hitos o celebraciones incorporarías de forma permanente al calendario cívico español para reconocer la cultura gitana?

¿Tres celebraciones? No. Tres actuaciones importantes. Que en las escuelas, en los institutos y en las universidades se estudie y se dé a conocer la historia de nuestro pueblo. Esa implicación institucional permitiría templar nuestra convivencia, porque el conocimiento del otro nos hace libres y, por tanto, más solidarios y justos.

«Es necesario en las escuelas, en los institutos y en las universidades se estudie la historia de nuestro pueblo»

Has defendido el teatro como un espejo que ayuda a desmontar prejuicios y mostrar lo común. ¿Qué obra tuya o de otro recomendarías a alguien que no conozca la cultura gitana para que salga con preguntas nuevas en lugar de con clichés antiguos?

Concretamente tres. La Trilogía de la Intolerancia: Romancero Gitano, de Lorca, y Persecución e Ítaca de Félix Grande.

Naciste y creciste en una familia gitana y has entrado en instituciones culturales mayoritarias. ¿Qué barrera invisible te has encontrado más veces: la de los prejuicios externos o la expectativa de tener que representar siempre al pueblo gitano?

En las dos ocasiones que dirigí el Festival de Teatro Clásico de Mérida, en ningún momento aprecié haber tenido barrera alguna visible o invisible que me impidiera, por ser gitano, realizar mi trabajo de forma libre y profesional. Realicé un trabajo reconocido por los medios y por los espectadores como una contribución al conocimiento de los textos clásicos, revisados por mi impronta personal y larga experiencia. Hacer preguntas sin procurar recibir ninguna respuesta. La respuesta, como dice el primo Dylan, está meciéndose en el viento.

El Gobierno insiste en que este año será de colaboración entre instituciones y sociedad civil, pero muchas veces esas promesas se diluyen. Si tuvieras delante a un ministro, a un rector y a un editor, ¿qué compromisos mínimos pedirías?

Concretamente a dos ministros: al de Educación y al de Cultura les pediría planes institucionales con objeto de llevar a cabo un ejercicio de respeto hacia nuestra cultura. Conocer a quien tienes a tu lado permitirá, sin duda alguna, mejorar la convivencia consolidar una sociedad más solidaria e igualitaria. Decía Chaplin, nuestro gitano universal, que la cultura derriba barreras, como García Márquez cuando dice que la cultura nos salva de los peligros de la ignorancia. La más temible de las maldades.

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