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Sociedad

Abstemia

Salir de fiesta sin beber

En los últimos años, cada vez más personas deciden llevar una vida libre de alcohol. Sin embargo, aún existe una fuerte presión social hacia quienes se decantan por la abstemia.

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24
febrero
2025

El Día Mundial sin Alcohol, conmemoración propuesta por la Organización Mundial de la Salud en 1983 y que se celebra cada 15 de noviembre, ha servido como excusa para analizar los efectos nocivos de esta sustancia en el organismo y el riesgo de enfermedades que conlleva su consumo, tanto el excesivo como el moderado. Aunque resulta complicado hacer estimaciones, se calcula que un 13% de la población española es abstemia, una cifra similar a la del porcentaje de personas que consumen alcohol a diario. En los últimos años, cada vez más jóvenes deciden no beber o, mejor dicho, deciden que no necesitan consumir alcohol para divertirse al salir de noche y que, de hecho, la vida les resulta más provechosa y placentera sin hacerlo. La Generación Z parece estar revirtiendo una práctica social generalizada.

Más que por el hecho de disfrutar de su sabor, para muchas personas refugiarse en el alcohol es una ayuda –o una necesidad– para desinhibirse, olvidar los miedos y socializar de forma más espontánea y cómoda. Para muchos, también consiste en «eclipsar» momentáneamente los problemas, aligerar el peso y que la vida se vuelva, aunque sea temporalmente, más liviana.

Tanto si se trata de una cuestión de mero gusto como si se ha vuelto una vía de escape, cuando se toma la decisión de abandonar este hábito –o, a veces, adicción–, el camino tampoco se muestra demasiado sencillo. «Me han apartado por no beber y me han sacado de muchas reuniones sociales, secretos y misterios por este hecho», explicaba el rapero y escritor El Chojín en una entrevista en la Cadena SER. Abstemio desde hace un tiempo, lleva a cabo talleres de ocio saludable para concienciar sobre una decisión de vida que cada vez comparte más gente en España. Otras figuras públicas, como David Broncano, Jennifer López, Dani Martín o Natalie Portman, entre muchas otras, se han declarado abiertamente abstemias.

Se calcula que alrededor de un 13% de la población española es abstemia

Sin embargo, las situaciones como las que relata el artista son habituales. ¿Por qué existe una especie de condena social hacia quien decide librarse del alcohol? En los encuentros sociales parece que tuvieran que ofrecer explicaciones de más, se cuestiona su forma de vida y la gente puede sentirse incómoda ante quien opta por hábitos más sanos. Solo se muestra como una decisión aceptable en casos de embarazo, de medicación o si la persona ha sido alcohólica.

La realidad es que nuestras tradiciones y celebraciones han estado, históricamente, acompañadas por el alcohol y trasladar el disfrute de esos encuentros sociales a la vida diaria se convirtió en una opción frecuente. Opción fomentada también a través de la publicidad, que induce a su consumo a través de atractivas imágenes que asocian el goce, el erotismo y la juventud con la ingesta de licor. El mensaje subyacente surge de forma sencilla: si no disfrutamos de esas bebidas nuestro nivel en todos estos ámbitos será mucho menor.

De esta lectura se desprende que si quienes tenemos al lado no toman alcohol –es decir, no quieren participar del supuesto hedonismo– probablemente tienen un problema. Irónicamente, es el consumo de alcohol lo que puede terminar desembocando en graves dificultades pero, en cambio, la presión social hacia quienes se apartan de esta sustancia es constante e insistente. Conociendo los riesgos que puede conllevar –desarrollo de enfermedades, resaca, depresión o ansiedad–, parecería incluso que tiene más sentido preguntar a la gente por qué decide ingerir alcohol.

Aunque parezca algo relativamente novedoso, la cultura del no alcohol surgió a finales de los años 70 y principios de los años 80 con un trasfondo reivindicativo. El movimiento Straight Edge se desarrolló dentro de la cultura del hardcore punk y promovía –promueve, puesto que aún continúa vigente– la vida sin alcohol, sin drogas y sin tabaco. Se trata de una rebelión ante el consumo normalizado de estas sustancias y ante un sistema que provoca la necesidad de distorsionar la percepción de la realidad para hacerla más llevadera.

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