Crecer sin papeles en España
La falta de documentación afecta a miles de menores migrantes en España. Sus experiencias vitales reflejan una situación global marcada por la vulnerabilidad, la migración forzada y la exclusión.
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La excursión a Francia era uno de los viajes más anhelados de la clase. A bordo del autobús que salía desde Huesca ya estaban los profesores y casi todos los estudiantes. Solo faltaba una niña: Sady. Días antes de partir, ella sabía que no iría; sus amigas pensaban que Elsa, su madre, no la dejaba ir. Se acercaron para decirle que sin Sady el grupo no estaba completo. Elsa, mordiéndose los labios, les respondió que no era una cuestión de voluntad, que la razón de la ausencia de su hija era que no tenía los papeles en regla y que por eso no podía salir del país. «Pues ve a la librería, ahí los arreglas, y así ella ya puede venir con nosotros», le contestó un crío. «No lo entendían, claro, qué van a entender», cuenta la madre en un informe de la organización porCausa sobre cómo es crecer en España sin papeles.
Elsa llegó de su natal Paraguay en 2011. Vivió durante años como indocumentada, mientras se ganaba la vida cuidando a una mujer mayor con alzhéimer. Sady emigró cinco años después. El temor a despertar cualquier sospecha de la policía y terminar siendo deportadas era el pan de cada día. Finalmente lograron un permiso de residencia temporal, pero la niña, al ser menor de edad, no podía salir del país sin su madre.
La discriminación, la vulnerabilidad y el sinfín de viscisitudes a las que se enfrentan las personas en situación irregular en España no es un tema nuevo. En 2021, porCausa presentó uno de los trabajos más importantes al respecto. En 2019, el número de migrantes menores de 19 años en situación irregular en España era de 147.000. Es el grupo poblacional más grande: aproximadamente la mitad tiene menos de 10 años y el 40% de ellos menos de 5 años. En la España de entonces, tres de cada cuatro menores de edad en situación irregular procedían de América Latina, siendo Colombia, Venezuela, Honduras y Perú los países con mayor prevalencia.
El número de migrantes menores de 19 años en situación irregular en España era de 147.000 en 2019
Con la pandemia, las rutas migratorias crecieron. Según datos del Ministerio del Interior, entre enero y agosto de 2024, llegaron casi 32.000 personas llegaron al territorio español sin papeles (67% más que el año anterior). No hay aún datos concluyentes sobre el número total de menores de edad que se encuentran en esa situación. No obstante, existe una gran diferencia entre los menores que llegaron acompañados y los que no. Respecto a los menores de edad no acompañados, de acuerdo con Statista, 2018 fue el año en el que más chicos llegaron a España: fueron 7.026. Al año siguiente, la cifra cayó hasta casi 3.000 y así se mantuvo hasta 2022 (con poco más de 2.000). En 2023, el fenómeno repuntó y el número alcanzó los 4.865 menores que llegaron a las costas españolas sin acompañamiento. Marruecos, Senegal, Gambia y Ucrania son los principales países de origen de esos jóvenes.
En Una luna (Anagrama, 2009), el periodista argentino Martín Caparrós entrevista a migrantes obligados a desplazarse (por guerras civiles, por haber sido víctimas de trata o por desertar de alguna banda criminal, entre otras condiciones). Allí incluye las historias de Koné y de Adama, marfileño y burkinés, respectivamente, unos relatos desgarradores que narran la travesía de los jóvenes subsaharianos que llegan a ciudades como Madrid o Barcelona y que, en lugar de encontrar las oportunidades con las que soñaban, dan con una cruda y abrumadora realidad.
La vida de los migrantes, muchos de ellos menores de edad, está vertebrada por incontables violaciones a los derechos fundamentales, así como vivencias en condiciones extremas por el desierto y el Mediterráneo. Una de las claves, según narra el autor, es que muchos de ellos deben de llegar a Europa sin documentación. El punto es evitar ser identificados para que la situación no desemboque en la deportación.
En Como un ángel sin permiso (Carena, 2011), Plàcid García-Planas recopila crónicas en territorios bélicos que muestran los motivos de por qué millones de jóvenes no europeos ven al Viejo Continente como la última salvación. Específicamente, la pieza «La muerte de un travesti», cuenta cómo era la vida de los adolescentes transexuales en Kabul durante los años más cruentos de la guerra en Afganistán. En esencia, el relato cuenta la historia de Zabi, un chico que se vestía de chica para hacer bailes exóticos y que murió descuartizado por carniceros pashtunes que creían que quitarle la vida los acercaría al cielo. Igual que Zabi, una treintena de adolescentes travestis en la capital afgana soñaba con emigrar a Europa para salvar su vida. ¿Los papeles? Eso era lo de menos: la meta era llegar a Berlín, Barcelona, París, etcétera. Llegar y vivir.
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