La vanidad, un respeto
El esnob no pertenece a una élite, sino que desea o aspira a pertenecer a ella, y por ello simula afectadamente ser más de lo que es.
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La vanidad se ha ganado su mala fama. Sin embargo, ese engreimiento, presunción y arrogancia del vanidoso suelen ser privados. El mundo externo (los demás) se hacen conscientes de estos defectos por cierta sintomatología que se manifiesta muy a pesar del propio vanidoso, que, en principio, trata de ocultar su vicio.
El vanidoso imagina ser particularmente bueno, y siente placer al imaginar tales cosas. La vanidad es por ello y ante todo un placer masturbatorio. Y es cierto que la vanidad ajena puede detectarse de mil maneras. Una de ellas consiste en observar con atención la mirada del potencial vanidoso: en sus ojos suele hallarse un destello de falsaria autosuficiencia que lo delata. La vanidad es un vicio de persona débil, de persona impotente en el sentido más amplio de la palabra, y, como el esnob, el vanidoso trata de elevarse forzadamente, puesto que no se siente elevado de modo natural.
La palabra «esnob» proviene del latín «sine nobilitate»
La persona que ha consumado sus objetivos tiende a ser más cercana, incluso campechana, que el vanidoso o el esnob, que también es un tipo de vanidoso. Como establece una de sus múltiples definiciones, el esnob es una «persona que imita con afectación las maneras, opiniones, etcétera, de aquellos a quienes considera distinguidos», ya que él mismo se siente inseguro. El esnob no pertenece a una élite, sino que desea o aspira a pertenecer a ella, y por ello simula afectadamente ser más de lo que es. La palabra «esnob» proviene del latín «sine nobilitate», puesto que en Inglaterra las listas de vecinos definían a cada persona por su rango. S. nob. era la descripción que recibían los simples burgueses que no eran nobles. El esnob era algo así como el hortera del siglo XIX (siendo el hortera una persona de clase obrera que imita, a su vez, al pijo o burgués).
De este modo, si equiparamos «vanidoso» con «esnob», veremos que se trata de sujetos primordialmente abrumados por una carencia: se sienten, en realidad, inferiores, emoción o complejo que difícilmente pueden soportar. El vanidoso no se cree superior, sino que aspira creerse superior. Dicho lo cual, una cosa es creerse algo y otra muy distinta sentirlo. Una cosa es creerse guapo, por ejemplo, y otra sentirse guapo. Sin duda, es preferible y más real y efectivo sentir que se es algo a creerse algo. También es preferible sentirse alguien a creerse alguien. Aun así, el vanidoso ni siquiera cree ser alguien: solo se esfuerza denodadamente por creer aquello que en realidad no cree.
El vanidoso ni siquiera cree ser alguien
A pesar de todo ello, la vanidad puede tener alguna ventaja. Por ejemplo, para la salud. Si alguien es vanidoso y aspira a gustar físicamente a otros, se esforzará trabajando en el gimnasio, algo que le hará ganar salud y, además, disciplina. En las últimas décadas, el cultivo del cuerpo se ha exacerbado, y muchas personas que ni siquiera fueron capaces de terminar sus estudios por falta de disciplina han podido aprender esta virtud a fuerza de vanidad. No eran capaces de estudiar, pero sí de ejercitarse sin interrupción en el gimnasio, logrando, además, controlar sus apetitos, comiendo solo ciertos alimentos… Si centramos nuestra atención en el cultivo de las letras frente al cultivo del cuerpo (la síntesis de ambos sería lo que hoy entendemos por mens sana in corpore sano), diríamos que muchos vanidosos de la cultura (lo que hoy llaman «culturetas» o «gafapastas») podrían estar dedicando mucho de su tiempo a educarse con la sola intención de aparentar ser instruidos.
Pero aunque la vanidad cuente con ciertos efectos colaterales positivos, la fuerza motriz de estos efectos tiene poco de saludable en sí misma. De hecho, bien podríamos emparentarla con la envidia, una de las emociones más tóxicas existentes, o con los celos. El vanidoso es envidioso, puesto que su contemplación del talento o la nobleza verdaderos destruirían de un plumazo la falsa imagen que se hace de sí mismo. Como Nietzsche puso en boca de Zaratustra a propósito de la verdadera nobleza: «Aún te sientes noble, y aún te estiman como noble los demás, que te aborrecen y miran con envidia. Saben que un noble les estorba a todos en su camino».
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