Sin un sitio al que volver
En los últimos años ha crecido la preocupación por la situación de los ancianos sin hogar en Europa. Es un problema cada vez mayor debido a múltiples factores, como el envejecimiento de la población, la falta de recursos públicos y el impacto de la crisis económica.
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«Me llamo Antonio y tengo 78 años. Hace unos meses sufrí una caída en mi casa y terminé en el hospital con una fractura de cadera. Después de varias semanas de tratamiento y rehabilitación, los médicos me dijeron que ya estaba listo para irme a casa. Pero ¿a qué casa? Mi esposa falleció hace unos años y mis hijos viven en otras ciudades, ocupados con sus propias vidas. No tengo a nadie que pueda cuidarme y, aunque me gustaría volver a mi hogar, no puedo cuidarme solo. He intentado hablar con mis hijos, pero ellos dicen que no pueden hacerse cargo de mí. Me siento atrapado aquí en el hospital, rodeado de extraños y lejos de todo lo que conozco y amo. Cada día espero que alguien venga a buscarme, pero ese día nunca llega».
Antonio no existe, es un personaje inventado para este artículo, pero da voz a la realidad que cada día sufren más ancianos no solo en España, sino en toda Europa.
Según el reciente informe del Defensor del Pueblo de España, cada vez más ancianos enfrentan situaciones críticas, como la imposibilidad de regresar a sus hogares tras recibir tratamiento hospitalario, debido a la falta de infraestructuras adecuadas o plazas en residencias geriátricas.
En España, la situación del sinhogarismo ha empeorado notablemente en la última década. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), más de 28.500 personas sin hogar fueron atendidas en centros asistenciales en 2022, lo que representa un incremento del 24% en comparación con 2012. Esta cifra, sin embargo, podría ser mucho mayor ya que no incluye a quienes viven permanentemente en la calle.
Pero el caso de las personas mayores es aún más dramático. En España, el problema de los ancianos que salen del hospital y no tienen a dónde ir se ha agudizado en los últimos años. Los casos de pacientes que, tras ser dados de alta, se encuentran en situación de vulnerabilidad y sin un hogar o soporte adecuado son cada vez más frecuentes, en parte debido al incremento del sinhogarismo y a la falta de una red sólida de apoyo social.
Las dificultades abarcan desde la escasez de plazas en residencias hasta la falta de viviendas accesibles y servicios adecuados para su reintegración a la sociedad
Las dificultades abarcan desde la escasez de plazas en residencias hasta la falta de viviendas accesibles y servicios adecuados para su reintegración a la sociedad. Además, el envejecimiento de la población agrava este problema, ya que la demanda de atención residencial supera con creces la oferta.
Los datos de proyección del INE estiman que en 2035 podría haber más de 12,8 millones de personas mayores; es decir, conformarían el 26,5 % del total de una población que superaría los 48 millones de habitantes, incrementándose además la esperanza de vida en tres años, hasta los 87. Datos que necesariamente auguran un incremento en la demanda de plazas residenciales geriátricas y cuidados especializados por parte de los usuarios.
La falta de vivienda para las personas mayores es un fenómeno que afecta a toda Europa. De acuerdo con la Comisión Europea, el sinhogarismo en la región sigue siendo un problema crítico, agravado por la falta de atención específica para la población de mayor edad. Según un informe publicado por FEANTSA, la Federación de Organizaciones Nacionales que Trabajan con Personas sin Hogar, se estima que cerca de 895.000 personas no tienen un hogar y esta cifra está en aumento. Esta situación se ha vuelto especialmente grave debido a la crisis económica y social provocada por la pandemia de Covid-19 y la guerra en Ucrania, que ha desplazado a millones de personas y ha tensionado aún más los recursos destinados a la vivienda social y asistencial.
Ante esta situación, la Unión Europea ha intentado abordar el problema mediante la implementación de diversas estrategias para combatir. La primera es la Plataforma Europea para Combatir el Sinhogarismo, creada como parte del Plan de Acción del Pilar Europeo de Derechos Sociales, que establece el compromiso de garantizar que nadie salga de un hospital, cárcel u otro centro sin una solución de vivienda adecuada. Esta plataforma tiene como objetivo compartir las mejores prácticas entre Estados miembros para reducir el sinhogarismo de forma efectiva y sostenible.
Asimismo, la Estrategia Europea de Cuidados, presentada en 2022, destaca la necesidad de mejorar el cuidado de las personas mayores a través de inversiones en servicios de cuidado de larga duración. Esta estrategia pretende cerrar las brechas territoriales y garantizar un acceso más equitativo a estos servicios, que son cruciales para apoyar a los mayores que no pueden depender de redes familiares o de recursos propios.
El ‘coliving’ permite a las personas mayores vivir juntas, compartir espacios comunes y, en algunos casos, recibir atención médica y asistencia diaria
En respuesta a la crisis del sinhogarismo, ha surgido también el concepto de «coliving», que plantea una alternativa innovadora para los ancianos. Este tipo de vivienda colaborativa permite a las personas mayores vivir juntas, compartir espacios comunes y, en algunos casos, recibir atención médica y asistencia diaria. El modelo de coliving no solo aborda la necesidad de vivienda, sino que también fomenta la interacción social y combate la soledad, un problema frecuente entre los ancianos.
A pesar de los esfuerzos de la UE y de algunos países miembros, el problema persiste debido a varios desafíos. Uno de los principales es la falta de coordinación entre las políticas de vivienda, salud y cuidado de los mayores. Los programas existentes, aunque prometedores, son limitados en alcance y financiación, y muchas veces no se implementan de manera uniforme entre los Estados miembros.
Otro de los retos es que el envejecimiento de la población requiere más soluciones habitacionales adaptadas, especialmente dado que muchas personas mayores viven solas o en condiciones precarias. El aumento del coste de la vivienda, junto con pensiones bajas, coloca a muchos ancianos en situaciones de vulnerabilidad, ya que no pueden mantener sus hogares o acceder a soluciones residenciales adecuadas.
La situación de los ancianos sin hogar es un reflejo de las carencias estructurales en las políticas de vivienda y de cuidados en Europa. Se necesitan mayores esfuerzos para garantizar que las personas mayores tengan acceso a un hogar seguro y a servicios adecuados. La vivienda es un derecho fundamental y garantizarla para los más vulnerables, incluyendo a los mayores, es una cuestión de justicia social que debe ser prioritaria en la agenda europea.
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