Innovación

Digitalizar lo humano, humanizar lo digital

Humanizar la tecnología e impulsar su sostenibilidad no es un camino sencillo. Es un cambio de paradigma que implica múltiples retos. 

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¿Hay tecnología buena o mala? La actual revolución digital comparte, con las otras grandes revoluciones tecnológicas que ha vivido la humanidad, la esencia transformadora. Pero lo hace de forma más acelerada, más «constantemente disruptiva», puesto que no es una única revolución, sino muchas, muy seguidas y en multitud de ámbitos a la vez. La tecnología nos cambia de forma profunda, tanto individual como colectivamente. Modifica la forma en la que vivimos, nos relacionamos y pensamos; transforma la sociedad, la economía y el planeta. La diferencia es que, hoy por hoy, somos más conscientes de este cambio.

Empecemos por hacernos las preguntas adecuadas. Ante la cuestión recurrente de cómo nos va a impactar la tecnología, demos la vuelta a los términos: planteemos qué impacto queremos lograr y qué tecnología necesitamos para generarlo. Se trata de situar a las personas en el centro, de poner la tecnología al servicio de la sociedad. Una idea fundamental que, en el fervor de la aceleración tecnológica, a veces se olvida.

La visión solo tecnocéntrica muestra hoy sus limitaciones. Como advierte el pionero de la realidad virtual Jaron Lanier, «hemos construido sistemas que nos deshumanizan». Los algoritmos, la IA, el big data o la robotización han traído beneficios incuestionables, pero a su vez han generado nuevos desafíos y riesgos a nivel ambiental, económico y social.

Lanier: «hemos construido sistemas que nos deshumanizan»

Estamos en un punto de inflexión en el que debemos replantear nuestro enfoque hacia el desarrollo tecnológico, orientándolo hacia un modelo más humano y sostenible. En Mobile World Capital Barcelona tenemos una máxima: Humanising Technology. Dos palabras que resumen el rol clave que debe jugar la tecnología como motor de cambio para generar un impacto positivo, mejorar la calidad de vida de las personas y contribuir al bienestar global. Es algo que intentamos irradiar a todo el ecosistema digital desde hace más de una década, y que recientemente hemos reforzado al aliarnos con la Fundación B Lab Spain para promover la sostenibilidad en el sector tecnológico. 

En España, se estima que la economía digital genera un impacto directo del 12,3% en el PIB. Es un ecosistema de gran dinamismo e influencia; sin embargo, solo 4 de cada 10 empresas tecnológicas del país miden el impacto social y ambiental de su actividad. De ahí la necesidad de impulsar un cambio en el sector para que incorpore la sostenibilidad como base de su estrategia empresarial, así como de orientar su crecimiento de manera sostenible para garantizar que contribuye de forma positiva a la economía y al bienestar social.

Esta perspectiva, basada en el principio Tech4Good, no solo busca evitar los efectos negativos de la acelerada transformación digital, sino también fomentar un nuevo paradigma en el que los avances tecnológicos estén alineados con principios éticos y sostenibles.

Para lograr una verdadera sostenibilidad, debemos considerar también cómo las innovaciones tecnológicas afectan a las personas y las comunidades

La transformación sostenible del sector tecnológico es más que una cuestión ambiental y económica: también debe entenderse en términos sociales. Como reflexionaba el filósofo Zygmunt Bauman, vivimos en una «modernidad líquida», donde las relaciones y estructuras sociales se disuelven rápidamente bajo la presión del cambio tecnológico. Para lograr una verdadera sostenibilidad, debemos considerar también cómo las innovaciones tecnológicas afectan a las personas y las comunidades, particularmente a los más vulnerables, desde la brecha digital hasta el desempleo causado por la automatización, pasando por la equidad y socialización de los beneficios de la innovación tecnológica.

Los retos de un nuevo paradigma tecnológico

Humanizar la tecnología e impulsar su sostenibilidad no es un camino sencillo. Es un cambio de paradigma que implica múltiples retos. 

Por un lado, encontramos la presión del mercado para generar beneficios a corto plazo, junto con el papel de las empresas tecnológicas, que están en una constante carrera de innovación. Por otro lado, aunque directamente relacionado, nos encontramos con una regulación que, si bien suele ir por detrás del rápido avance tecnológico debido al necesario consenso entre los diferentes agentes sociales, se encuentra poco armonizada entre organismos nacionales e internacionales. A este desafío regulatorio se suma la necesidad de un enfoque equilibrado que no solo se centre en regular, sino también en fomentar con igual intensidad la creación de una industria tecnológica sólida y competitiva. Sin embargo, el mayor reto quizá sea el cambio cultural en una sociedad que ha adoptado la visión de «technology first», es decir, la creencia de que toda tecnología es sinónimo de progreso, lo cual no siempre es así.

Hoy es urgente impulsar políticas públicas que fomenten, con todas las herramientas a nuestro alcance, una tecnología más ética y sostenible. Necesitamos marcos regulatorios globales y ágiles, como lo es la propia tecnología. Debemos apoyar y financiar la innovación con propósito, facilitando que los proyectos disruptivos y con potencial de impacto positivo que generan nuestras universidades, centros de investigación y emprendedores puedan llegar al mercado y a la sociedad. Y debemos concienciar para implicar a todos los actores en esta transformación digital sostenible: a las empresas tecnológicas, a las instituciones públicas y a toda la ciudadanía.

Personas, personas, personas… Me preguntaba, al principio de este artículo, si hay tecnología buena o mala. La respuesta vuelve a estar en nosotros mismos: no es la tecnología, sino la forma en que la diseñamos y la utilizamos, lo que la convierte en una potencial amenaza o en un increíble aliado. En cualquier desarrollo tecnológico hay decisión y voluntad humana. Y es ahí donde debemos buscar la influencia.


Francesc Fajula es CEO de Mobile World Capital Barcelona

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