Salud
«El mundo no lo vemos como es, sino como somos nosotros»
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COLABORA2023
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Los ojos son unos de los órganos más importantes de nuestro cuerpo y, sin embargo, no siempre les dedicamos la atención necesaria. La profesora de la Universidad de Salamanca e investigadora del Instituto de Neurociencias de Castilla y León Conchi Lillo ha puesto remedio a esta falta con el libro ‘¡Abre los ojos! Ni Bowie tenía cada iris de diferente color, ni las pseudociencias mejorarán tu salud visual. Descubre la (verdadera) ciencia detrás de tu mirada’, publicado por la editorial Next Door Publishers. Hablamos con ella para desmentir algunos de los mitos más extendidos sobre la visión humana.
¿En qué momento decides centrar tu atención académica en los ojos y la visión? ¿Hay algo particular que te impulse a ello?
La verdad es que fue un poco algo que surgió sobre la marcha. Desde los estudios de secundaria me había apasionado la curiosidad por saber cómo funcionan las cosas, y descubrí que la biología contestaba a mis curiosidades. Yo pensaba que había que ser brillante para investigar, pero con los años me he dado cuenta de que lo más importante es mantenerte siempre curiosa. Nunca pensé que me acabaría dedicando a esto. Durante la carrera identifiqué las ramas con las que más podía dar sentido a esa curiosidad y, en el último curso, conseguí una beca de apoyo a la investigación que me permitió practicar en un laboratorio. Me enganchó, me puso a prueba y me gustó mucho. Esas fueron mis primeras prácticas en un laboratorio y el tema principal era la visión y los peces, por lo que podemos decir que mi dedicación a estos temas fue amor a primera vista. Nunca me había planteado estas cuestiones y la idea de analizar los fotorreceptores me pareció impactante. Tirando del hilo de la rueda de la visión me surgieron más preguntas, seguía aprendiendo cada día más y al final he dedicado toda mi vida a esto.
¿Cuál es el dato menos conocido sobre el ojo que la gente más se sorprende de conocer?
Es tan diverso, que hay mil factores que te parecerían increíbles. La gente se piensa que todos vemos el mundo de la forma que la vemos nosotros mismos, pero no entendemos que interpretamos el mundo visualmente porque tenemos este tipo de visión. Otros animales ven el mundo de forma diferente y, por tanto, su experiencia también lo es. Una mosca o un pulpo tiene una vivencia de la realidad muy distinta a la nuestra. El mundo, al final, no lo vemos como es, sino como somos nosotros. Esta es una de las cuestiones en las que intento indagar en el libro, por qué vemos como vemos y qué hace que nos planteemos que el mundo puede ser comprendido desde otros puntos de vista. La gente daltónica, por ejemplo, ve los colores de forma diferente, y esto impacta necesariamente en su manera de comprender las cosas. El mundo es mucho más diverso de lo que pensamos.
«Los colores no existen: existe la luz y, cuando estimula a mis fotorreceptores, es mi cerebro el que interpreta los colores»
Los ojos de los insectos son los ojos más diferentes al humano. Hay dos categorías principales de ojo: el ojo en cámara, que es el que tiene forma de globo, y el ojo compuesto, el que tienen los insectos, donde los fotorreceptores se encuentran hacia fuera. Lo que sabemos sobre el ojo humano es limitado, pero aún lo es más lo que sabemos sobre el segundo tipo, puesto que no lo podemos experimentar en primera persona ni tampoco podemos saber con certeza que nuestras sospechas son ciertas. Lo que ocurre en nuestra retina, molecularmente hablando, es un mecanismo extremadamente complejo, ya que a partir de un impulso nervioso, que es lo que generan nuestros fotorreceptores, somos capaz de interpretar de forma visual, el mundo que nos rodea. ¿Cómo analizan la información? ¿Cómo la interpretan? Estos son los verdaderos interrogantes detrás de la ciencia y la biología.
¿Es cierto que los colores no existen?
Este es un tema muy interesante con el que empiezo muchas charlas, porque llama la atención de la gente. Imagínate que la luz, que realmente es una fuente de ondas electromagnéticas que están a nuestro alrededor, llega a nuestros ojos, donde gracias a los fotorreceptores, se transforma en un impulso nervioso que llega a mi cerebro, donde se interpreta lo que han recibido mis ojos. Podemos pensar en estas ondas, metafóricamente, como si formaran parte del fuelle de un gran acordeón, donde la longitud de una onda es el espacio que hay entre el pico de una onda y la siguiente. Los seres vivos podemos percibir la luz por nuestros ojos porque tenemos células (fotorreceptores), que reaccionan a las distintas longitudes de onda. El color que percibimos depende de las distintas distancias entre las ondas, y así conseguimos combinar los tres colores que somos capaces de percibir: rojo, verde, azul. Las ondas más largas (el mayor espacio entre un pico y el siguiente) estimulan a un tipo de fotorreceptor y nuestro cerebro interpreta el color rojo, las medias corresponden al verde y las más cortas al azul. Los colores, por tanto, no existen: existe la luz y cuando estimula a mis fotorreceptores, es mi cerebro el que interpreta los colores.
Pero otros animales, como las mariposas, ven de forma distinta. Los colores no son inmutables porque todos los vemos de forma distinta, y sabemos que hay animales que los perciben con diferentes tipos de fotorreceptores, que responden a distintas longitudes de onda de la luz. Nosotros vemos tres longitudes de onda, mientras las mariposas ven dieciséis. Por tanto, en una imagen como un pétalo que nosotros vemos completamente amarillo, ellas percibirán muchos más matices que nosotros.
Esto también explica el problema de las personas daltónicas.
Exactamente. Las personas daltónicas confunden, en su mayoría, el rojo con el verde porque poseen alguna mutación en los fotorreceptores que responden a esas longitudes de onda de la luz. Para ellos, estas frecuencias serán muy similares y por ello su visión se ve afectada confundiendo estos colores, les cuesta diferenciar los matices que se encuentran entre ellos.
¿Es cierto el mito que hombres y mujeres ven diferentes colores?
Esto tiene parte de razón científica y parte de mito popular, pero si lo que me preguntas es si hay una base biológica la respuesta es sí. La mayoría de mutaciones de daltonismo afectan a hombres. De hecho, se calcula que un 11% de los hombres son daltónicos, aunque muchos no lo saben. Los genes cuya mutación causan el daltonismo se encuentran en el cromosoma sexual X, y como los hombres, en general, tienen solo uno (tienen cromosomas sexuales XY), pues entonces tienen más probabilidades de padecer estas mutaciones y ser daltónicos. Lo que se ha descubierto recientemente es que existen mujeres (que generalmente son XX), que tienen la mutación portadora de este trastorno, y que por tanto se la pueden transferir a sus hijos, pero que si la proteína mutada, se expresa y es funcional, en vez de tener tres conos fotorreceptores tendrá cuatro (los tres para el rojo, verde y azul, y un cuarto con la proteína mutada) y serán tetracrómatas. Por ello, muchas mujeres pueden discriminar muchas más tonalidades rosas, verdes e intermedias. De hecho, se piensa que hasta un 12% de las mujeres lo son. Es difícil de comprobar si alguien es tetracrómata, si esta proteína mutada se expresa de suficientemente como para funcionar correctamente, pero el hecho de que la mayoría de las personas daltónicas sean hombres y que la mayoría de las personas tetracrómatas sean mujeres sí respalda que hombres y mujeres vean diferentes colores, y tiene cierta base científica.
«Con las gafas para filtrar la luz azul durante el día, lo que hacemos es mandar un mensaje contradictorio»
¿Las gafas para filtrar la luz azul funcionan?
Funcionan para filtrar la luz azul, sí, pero no las necesitamos. Me explico, el utensilio en sí funciona perfectamente, pero tú no necesitas filtrar la luz azul. Cuando salimos a la calle recibimos la luz azul, y sabemos que su función es hacer que se bloquee la síntesis de melatonina (la hormona del sueño), hecho que informa a nuestro cerebro que es de día y así nos sentimos despiertos. Cuando es de noche, la luz azul disminuye y nuestra melatonina se desbloquea, aumentando, y provocando que sintamos sueño. La luz azul nos permite regular nuestro ciclo circadiano y organizar nuestras rutinas con nuestros hábitos. Las pantallas tienen un alto componente de luz azul, por lo que, si prolongamos su uso por la noche, es posible que esta exposición a la luz azul, cuando no deberíamos recibirla, desregule nuestro ciclo del sueño. Sin embargo, pretenden vendernos estos filtros para salir a la calle con ellas también, con la explicación de que la luz azul es dañina para nuestros ojos, que es un factor de riesgo para desarrollar otros problemas visuales, cuando esto es algo que no está demostrado. Con las gafas para filtrar la luz azul durante el día, lo que hacemos es mandar un mensaje contradictorio, ya que nuestro cuerpo se va a sentir cansado cuando no debe estarlo (durante el día) y podemos entrar en alteraciones de nuestra rutina. Además, la luz azul es uno de los reguladores de nuestro ciclo circadiano, pero no el único, nuestras rutinas de alimentación, ejercicio y otras actividades nos ayudan también a ello. Es posible que con estos filtros sintamos nuestros ojos más descansados al mirar la pantalla durante largas horas…pero lo que realmente nos producen las gafas de filtración de luz azul es una falsa sensación de seguridad, le pones un remedio al «supuesto» peligro y piensas que podrás seguir con tus excesos delante de la pantalla. Una revisión reciente sobre el uso de estos filtros ha demostrado que usarlos delante de la pantalla no garantiza que vayamos a descansar mejor ni que reduzca los signos de fatiga visual
Ante un abuso de las horas de pantalla o fatiga visual (que es distinto al simple cansancio ocular) debemos aplicar reglas como la del 20-20-20: cada veinte minutos mirar durante veinte segundos a un sitio a veinte pies de distancia (6 metros). Tomar descansos, parpadear, alimentarnos de forma saludable, movernos y hacer deporte. En la óptica te las venden para tus gafas de la calle, y esto no es saludable porque necesitas exposición a la luz azul del sol para regular tu ciclo vigilia-sueño, no se necesitan para la calle. Además, si sientes incomodidad en tu abuso de tiempo en la pantalla es positivo, ¡tu cuerpo te está diciendo algo, escúchalo! Lo mejor es saber conciliar bien el descanso y buscar métodos saludables para el uso de las pantallas.
Con el auge de las nuevas tecnologías hablamos mucho de hábitos saludables, pero la salud ocular suele quedar en un segundo plano. ¿Cómo explicas este hecho?
Somos así. Los humanos no queremos pensar en los problemas. La neurociencia lleva años estudiando el porqué de nuestro comportamiento: el cerebro quiere pensar en cosas sencillas. No pensamos todos los días en cómo cuidar nuestros ojos, hasta que pasa algo malo y entonces todo son preocupaciones. Tenemos muchas otras cosas por las que preocuparnos, es normal que no estemos todo el día mirando como hacerlo mejor todo. Es algo complicado. La preocupación con los ojos pasa lo mismo que con la de los dientes, hasta que no pasa algo, no nos ponemos las pilas. Alimentación, ejercicio, trabajo, relaciones personales… ¡Ya tenemos suficiente!
¿Cuáles son las consecuencias de una sobreexposición de los ojos a las pantallas?
Lo primero y más claro es lo que llamamos el «síndrome del informático», que se traduce en fatiga visual, que no es lo mismo que estar cansado. La fatiga visual es un síndrome, se debe a muchas cosas: la luz de la pantalla que nos deslumbra es uno de sus efectos mayores, pero no el único. Se nos enrojecen los ojos porque no parpadeamos suficiente, por falta de hidratación y los malos hábitos se suman a producir este efecto. La solución, como siempre, es mejorar nuestros hábitos y cuidados, así como no dejarnos inducir por instrumentos que solamente nos brindan una falsa sensación de seguridad. Porque no olvidemos que detrás de estas herramientas está una cultura del trabajo que busca que trabajemos más y que nos dará todo lo que necesitemos para cumplir con ese objetivo.
La salud ocular va, así, de la mano de la salud mental.
La verdad es que aquí no puedo contar mucho, mi especialidad son las patologías, pero es cierto que estamos viendo que hay una dependencia de las pantallas y esto está cada vez más relacionado con cómo obtenemos esta información, a través de nuestros ojos. Ahora todo el mundo está trasladando las aplicaciones móviles a gafas y manejar la información con tus ojos y cómo nos comunicamos entre nosotros. Esto me parece que puede tener consecuencias a largo plazo para nuestra salud. Toda la información que tenemos es a través de nuestros ojos y esto podría cambiar nuestro estado atencional tanto hacia la sociedad como hacia nosotros mismos.
«Damos por hecho que todo el mundo tiene dos ojos y que nuestra salud visual y la forma de relacionarnos es la misma para todos, pero no es así»
Como experta en patologías, ¿cuál es el avance científico que más esperanza y alegría te trae?
La verdad es que los recientes avances biotecnológicos me parecen alucinantes, sobre todo los que buscan tratar problemas visuales más severos o cegueras. La terapia génica en las patologías está demostrando resultados muy prometedores. Cuando pensamos en mutaciones, tendemos a creer que una mutación afecta a todo el cuerpo, pero en realidad, en muchos casos éstas se encuentran en células específicas, como en el caso de algunas cegueras, que se producen en mutaciones de algunos fotorreceptores o células muy específicas de la retina. La ventaja para tratar problemas relacionados con los ojos es que, al estar expuestos, son muy accesibles y resulta relativamente sencillo de manipular, en comparación con muchos otros órganos. Ya existe en el mercado un medicamento para personas con un tipo de mutación concreta que causa un tipo de ceguera y es el primero de este tipo (terapia génica) por ser aprobado por la Agencia Europea del Medicamento. Es impresionante cómo la tecnología puede abrir puertas a solucionar enfermedades y mejorar la vida de las personas. Es un gran avance y abre un gran camino.
¿Qué crees que nos falta, para comprender mejor la visión?
Pues hay algo que digo siempre y que creo que es interesante. Siempre pienso que cuando hablamos de información y comunicación nos viene dada por nuestros ojos e interpretamos el mundo a partir de lo que percibimos. Es algo curioso, pero si nos paramos a pensar cómo nos organizamos y relacionamos vemos que no somos inclusivos a nivel de visión: damos por hecho que todo el mundo tiene dos ojos y que nuestra salud visual y la forma de relacionarnos es la misma para todos. Pero esto no es así. Por ello, siempre recomiendo que debemos ponernos en los ojos de los demás y ver la forma de incluirlos en la forma en la que hacemos las cosas. Una cosa tan sencilla como utilizar colores que todo el mundo pueda distinguir (como el naranja o el morado) o tener en cuenta las diferentes personas que van a asistir a nuestra reunión o charla y adaptar los formatos puede ser tremendamente significativo. La inclusividad en el diseño va a ser uno de los grandes retos de los próximos años.
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