Innovación
La pregunta por la inteligencia artificial generativa
Hemos conectado el arte a lo que se hace con las manos, pero la inteligencia artificial generativa invita a plantearse ese concepto. ¿Debemos reajustar qué es arte y quiénes los artistas?
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COLABORA2023
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En 2015, una web te decía qué posibilidades tenía una inteligencia artificial (IA) de quitarte el trabajo. Éramos jóvenes e inocentes en 2015. Los programadores solo tenían un 8% de riesgo de ser sustituidos. Hoy puedes leer a personas que no van a contratar programadores juniors, solo seniors y para revisar el código que genere la IA.
Recuerdo de un informe de 2018 que el empleo con mayor riesgo de desaparición por automatización era el de transportista. Como Uber, Tesla, etc. llevaban años en Pittsburg y San Francisco probando vehículos autónomos, pensamos que a los camioneros les quedaban dos entregas. Hoy, tras el boom del ecommerce, las cadenas de suministros, el covid-19 y el Brexit se estima que a finales de 2023 en Europa faltarán 500.000 camioneros (curiosamente, el empleo que no iba a desaparecer de esa lista era el de profesor, y hoy no sabemos en qué va a acabar: los niños no tienen que aprender historia, ni matemáticas, ni inglés, ya se lo sabe ChatGPT).
En 2018 también era habitual leer que la inteligencia artificial nunca podría sustituir la creatividad, porque la capacidad de crear es lo que nos hacía humanos. Luego llegó AlphaFold en 2019 y ese mensaje empezó a ser menos cierto (porque es el uso de inteligencia artificial generativa para resolver un reto de la ciencia, el problema del plegado de las proteínas, postulado desde los años 70).
Acceder a cosas que ya están hechas y patrones culturalmente relevantes, mezclarlos, y producir algo nuevo, se asemeja bastante a la definición del proceso creativo.
¿Hay sitio para la creatividad en la era de la inteligencia artificial generativa? La respuesta es sí. Ya, pero ¿dónde?
En la antigua Grecia, donde nace el término ‘poiesis’, la artesanía y la creación manual eran actividades clave en la vida cotidiana
En su día (o sea, en 1953) Heidegger estuvo pensando sobre la técnica, su esencia, y la relación del humano con la técnica (como los filósofos alemanes tienen derecho a inventarse palabras añadiendo prefijos y sufijos, los traductores lo pasan fatal para escribir algo con sentido; lo que me lleva a pensar si traducir de forma coherente a filósofos alemanes será un trabajo para el que la IA no esté preparada). En su reflexión, Heidegger llega a la conclusión de que el arte es la forma más elevada de poiesis (al menos más elevada que la técnica), precisamente porque el artista desvela la verdad del ser que representa; y al hacerlo, a través de la representación artística, se materializa quién revela y lo revelado. Dalí se revela a sí mismo a través de sus obras. Y la producción tecnológica es una «forma menor», porque la esencia que revela es siempre la del aprovechamiento de la naturaleza, y la creación de bienes de consumo.
Bueno, ¿y qué es la poiesis y por qué es importante? Platón explica que es un «concepto muy amplio ya que ciertamente todo lo que es causa de que algo … pase del no ser al ser es creación, de suerte que todas las actividades que entran en la esfera de todas las artes son creaciones y los artesanos de estas, creadores».
La reflexión filosófica sobre si la poiesis requiere el uso de las manos en el proceso creativo nos lleva a cuestionar cómo surgen las concepciones tradicionales de artesanía y creatividad.
Las personas hacen filosofía desde el contexto que viven, y con las herramientas que tienen. En la antigua Grecia, donde nace el término poiesis, la artesanía y la creación manual eran actividades clave en la vida cotidiana (y eso que no había los OKRs). La poiesis se relacionaba con la creación en general, y la tékhnē con la creación que el artesano hace desde su conocimiento. Luego Aristóteles distingue entre la poiesis como una producción orientada a la práctica y la mímesis como disciplina del saber artístico que imita la belleza de la naturaleza. Durante cientos de años, solo hubo una forma de crear, y era con las manos. Bien fuese para la práctica, o para la belleza, toda creación era manual. Copiar un pergamino también era un trabajo manual en sí mismo. Parece que aceptamos que en la reproducción manual del arte no se pierde la esencia de la obra, porque se transfiere con las manos (de otro). Pero nadie nos dice que el paso del no-ser al ser tenga que hacerse con las manos. Eso es algo que se ha asumido como cierto mientras lo ha sido, hasta el punto de que hoy algo «artesano» es algo «hecho a mano».
Con el tiempo, hemos aceptado la imprenta, el cine, que se escribe pulsando teclas, que se compone de manera digital, y que se dibuja con una tablet. En todos los casos, nos deja tranquilos pensar que el artista hace su obra con una herramienta, solo cambia la herramienta.
Ahora nos toca cuestionar también esto.
Porque en la era de la inteligencia artificial generativa, nos encontramos con sistemas que son capaces de «crear» (hacen que algo que no es, sea), porque «ser digital» es una forma de «ser», y esa creación puede ser «arte», o no, según lo que cada uno quiera considerar.
Digo «arte» porque la forma más elevada de creatividad y autoría sigue siendo la del arte. Sea poiesis o mímesis. Tomemos la imagen del Papa paseando con el plumas de Balenciaga, por ejemplo. ¿Podemos considerarla arte, en el sentido heideggeriano de desvelamiento? Una obra generada por Midjourney, capaz de revelar una verdad, una emoción, la esencia de una idea, y generar un debate en la sociedad ¿no está cumpliendo la función del arte como desvelamiento?
Una obra generada por Midjourney, capaz de revelar una verdad o una emoción, ¿no está cumpliendo la función del arte como desvelamiento?
Lo que nos lleva a su poiesis. ¿Cuál es el proceso creativo en la producción de esa verdad? Que un algoritmo junte ceros y unos siguiendo patrones parece una forma poco elevada de poiesis, si lo comparamos con Picasso pintando el Guernica. ¿Y si pensamos en las cientos de horas que invirtieron decenas de programadores en hacerlo posible, programando por cierto con sus manos? ¿O no es tanto el proceso de producción lo que lo convierte un producto (entendido como algo producido) en arte, sino el que haya sido producido de manera directa por el ser humano que lo imaginó?
Hegel dedicó parte de su pensamiento a la «Estética», y llegó a la conclusión de que el arte es una manifestación fundamental del espíritu, y el espíritu es inherentemente humano. A través del arte, el espíritu se representa y se comprende a sí mismo; el trabajo del artista consiste precisamente en coger conceptos, que son ideas, y convertirlos en expresiones concretas y sensibles (en tanto que se pueden sentir).
Aun así, no nos parece suficiente, porque representar conceptos abstractos es precisamente lo que hace Midjourney para generar una imagen del Papa con un plumas de Balenciaga.
¿Pero por qué querría un artista convertir en reales conceptos abstractos? Saltamos a Schopenhauer, y la voluntad. Para Schopenhauer, la voluntad es la fuerza impulsora detrás de todos los deseos y acciones humanas. «Los objetos», dirá, «son la voluntad hecha manifestación». Así podemos entender que la creación artística es tal vez una de las mayores muestras de manifestación de la voluntad, pues para Heidegger, el arte tiene el propósito de la desvelación, a diferencia de la técnica, que tiene el propósito de la transformación y el consumo.
Hay un camino que parte de la voluntad, sigue por la intencionalidad y termina en la producción. Otro término para «voluntad» podría ser deseo. Pero el libro de Schopenhauer se llama El mundo como voluntad y representación y no El mundo como deseo…
¿Puede la voluntad existir en una IA? ¿Hay algo equivalente a la voluntad del ser humano dentro del algoritmo? Ahora mismo parece que no: la inteligencia artificial responde a la voluntad del ser humano de representar al Papa como una celebrity; y si alguien no tuviera esa voluntad, no lo haría. Midjourney es una herramienta más, a disposición del uso de nuestra intencionalidad.
¿Podemos hacer extensiva a una inteligencia artificial generativa la voluntad de crear que le transmiten sus propios creadores cuando la crearon? Entonces, ¿a qué voluntad responde Midjourney? ¿A la de sus creadores, que la crean para ser una inteligencia artificial generativa? ¿O a la de sus usuarios, cuando quieren expresar una visión de la Iglesia, la fama y el lujo? Aceptamos que Midjourney no tiene voluntad propia, y podríamos estar de acuerdo en que responde a la voluntad de ambos, sus creadores que quieren que cree y sus usuarios que quieren crear.
Lo que nos lleva a que si un ser humano tiene la voluntad de crear algo que no existe, de revelar una verdad, ¿importa que lo haga a través de una inteligencia artificial? ¿Es relevante que lo haga así, si igualmente representa una voluntad de su espíritu?
Es una herramienta, igual que el martillo y el cincel son herramientas que posibilitan la ‘poiesis’ del escultor
Podríamos pensar que todos los humanos tenemos una imaginación, que nos permite crear una verdad que inicialmente existe en nuestra mente. Y de ahí deducir que solo algunas personas con un don son capaces de materializarla a un lienzo, una partitura, etc. De hacerla real. ¿Lo aceptamos solo porque la misma persona que imagina, produce?
Estaremos de acuerdo en que una representación imaginada solo será arte en tanto que salga de nuestra mente y se muestre, ya que si solo existe en nuestra mente, existe en el mundo (porque está en nuestra mente), pero no existe en el de los otros, porque otros no la pueden percibir con sus sentidos.
Entonces, una vez que lo que hay en nuestra mente se materializa en algo (el Papa de Balenciaga) que otros puedan percibir con los sentidos (una imagen) y tener una experiencia (encabronarse), ¿por qué recelamos de su transferencia al mundo usando una inteligencia artificial? Es una herramienta, igual que el martillo y el cincel son herramientas que posibilitan la poiesis del escultor, o el lienzo y el pincel la del pintor.
¿Por qué no queremos que un algoritmo sea la herramienta para la poiesis del creador digital?
Si para crear es necesaria la voluntad de desvelar una verdad, ¿quién determina qué herramienta es la adecuada para desvelarla? Me interesa la cuestión de dónde reside el límite entre idear algo, y la forma en que se produce su resultado. ¿Cómo tiene que ser una herramienta digital para que aceptemos su poiesis?
¿Tiene que ser una herramienta en la mano? Tuve la ocasión de conocer a la artista plástica Luisa Ordoñez en una de las Tertulias Filosóficas que me dio por organizar, y una de sus reflexiones me pareció muy interesante. Ella hablaba del aura que emana de la creación de un artista, cuando el artista es capaz de transferir a su obra su emoción durante el proceso creativo.
Hay un ensayo de Walter Benjamin que se llama La obra de arte en la época de su reproducibilidad técnica. Una ideas de este ensayo es que la capacidad de replicar hasta el infinito cualquier obra lleva al declive del aura. Con aura se refiere a la singularidad y autenticidad que rodea a una obra de arte original, única, vinculada a un tiempo y lugar concreto, a un proceso de creación específico, accesible tal vez para solo unos pocos. Y eso que el texto es de los años 30, cuando no existían los memes ni los NTFs (un intento fallido de dotar a la obra digital de aura en forma de sucio dinero). Para Benjamin, la reproducción técnica ilimitada despoja a la obra de arte de su aura, al acabar con la unicidad y el vínculo espacio-temporal de la obra con su disponibilidad. La copia ilimitada y la distribución simultánea anulan la idea singularidad, de ahí viene el profundo cambio cultural en la percepción y apreciación del arte. Tal vez desde ese cambio miremos con recelo a lo que produce la inteligencia artificial generativa.
Otro cambio tiene que ver con autoría y causalidad. Si es el algoritmo el que genera, y por tanto es autor, ya que diferentes algoritmos darán diferentes resultados; o si el algoritmo es solo una herramienta en manos del humano, que imagina y solicita, y por tanto es el autor; o si es la proyección del programador que implementa y, gracias a él, el algoritmo crea y por tanto es su causa eficiente.
La poiesis digital hace accesible la manifestación de ideas abstractas hacia un entorno digital o físico, facilita que cualquiera pueda revelar ese algo-esencia que imagina; y al hacerlo, de revelarse a sí mismo. Me niego a usar la expresión democratizar porque la democracia no es eso (y hay que tener mucho cuidado con cómo usamos el lenguaje).
Me inclino a pensar que la creación con inteligencia artificial generativa merece ser considerada como una forma válida de arte y expresión creativa, por ser la que ocurre en nuestros días, en consonancia con las concepciones tradicionales de poiesis que se vincularon a las herramientas que había en su día. Al fin y al cabo, cada época revisa y trasciende las limitaciones culturales y conceptuales que hereda, para crear otras nuevas que trasladar a las generaciones futuras, y así sucesivamente.
Nuestro contexto es el de la tecnología que permite crear de maneras digitales, que van más allá de la manipulación física directa. Es así desde hace décadas, y sinceramente, no tiene pinta de que vaya a ir a menos. Este artículo lo escribo con mis sucias manos, pero se lo podría haber dictado a Google Docs (igual tardaba menos).
¿Podemos encontrar una visión más inclusiva del proceso creativo, que reconozca todas las formas en la que podemos crear?
¿Por qué limitar la poiesis a la producción física y manual?
Porque Heidegger considera la mano el modo natural y práctico que tiene el ser humano de interactuar con el mundo. A través de objetos (que son herramientas), producimos y transformamos, y eso nos obliga a tener un conocimiento de la herramienta, su uso, comprender sus posibilidades, y su adecuación con el entorno en el que los usaremos. La mano va más allá de ser la extremidad de nuestra interacción; forma parte de la esencia del ser humano porque nos da la capacidad de comprender y transformar el mundo. Y como sabemos, transformamos el mundo desde nuestra voluntad, nuestra intención, convertida en manipulación. ¿Y si esa capacidad de comprender y transformar algunos la conseguimos gracias a la inteligencia artificial? Visto así, ¿la inteligencia Artificial Generativa nos hace más humanos?
La pregunta por la técnica termina precisamente con una reflexión sobre el arte: «Cuanto más meditemos sobre la esencia de la técnica, tanto más plena de misterio se nos vuelve la esencia del arte».
¿Y si hemos trastocado la esencia del arte? ¿Y si la inteligencia artificial generativa es la forma que algunos encontramos para revelar y revelarnos?
Aceptarlo, significará que todos podemos usar la «creatividad artificial» para materializar nuestra propia «creatividad humana». Para hacer que algo que no es, sea, desde nuestra voluntad e intención.
Claro, todo acaba llevando a voluntad e intencionalidad.
Por eso es tan importante desarrollar una ética.
Y hacer filosofía.
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