El impacto social (positivo) como vía hacia la rentabilidad
La tercera y última sesión de las Jornadas de Sostenibilidad 2021, organizadas por Grupo Red Eléctrica, pusieron la mirada en la dimensión social de las empresas, que goza de cada vez mayor peso en las estrategias corporativas.
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Focalizada en la letra ‘S’ –de social– que integra la perspectiva ESG, la tercera sesión de las Jornadas de Sosteniblidad 2021 (organizadas por el Grupo Red Eléctrica la pasada semana en el Museo Reina Sofía de Madrid) abordaron el impacto empresarial sobre las personas y las comunidades. Se debatió en torno a cómo las compañías pueden influir –más allá de su propia actividad económica– sobre el bienestar personal y colectivo. Se dibujó un presente en el que los inversores han dejado de mirar hacia otro lado cuando ese impacto se antoja claramente negativo y se trazó un porvenir en el que las empresas ya no pueden obviar, si aspiran a obtener financiación, un elemento ético robusto y demostrable en su quehacer.
La presidenta del Grupo Red Eléctrica, Beatriz Corredor, admitió que la empresa se había centrado hasta hace poco en la E –medioambiental, por su traducción al castellano– y la G –relativa a la gobernanza– en cuanto a las acciones que han ido concretando su vocación sostenible. Pero esto, tal como señaló, ha cambiado, y ahora la ‘S’ «ha cobrado énfasis y está plenamente integrada en la estructura y la estrategia de la compañía». Un enfoque más amplio y ambicioso inspirado por una definición de sostenibilidad que aspira «a dejar las cosas mejor de cómo nos las encontramos cuando desplegamos la infraestructura en un territorio».
Corredor: «La conectividad ha de tener la misma calidad en cualquier lugar»
Siendo una empresa que opera fundamentalmente en el ámbito rural, no sorprende que sea ahí donde se concentren sus innovaciones sociales. Grupo Red Eléctrica, aseguró Corredor, no aterriza en una comunidad con fórmulas ya diseñadas para mejorar la calidad de vida. En realidad, la compañía pregunta a sus miembros qué necesitan y qué demandas acuciantes puede contribuir a cubrir la empresa. «Es lo que llamamos licencia social para operar», señaló. «La única forma de lograr un impacto positivo es escuchar a la gente antes de llevar a cabo la infraestructura».
Buena parte de la dimensión social del Grupo Red Eléctrica pasa por atajar la brecha digital que en España separa, en ocasiones, sus pueblos y ciudades. «La conectividad ha de tener la misma calidad en cualquier lugar», sostuvo Corredor. «Sin internet de alta velocidad, el impulso empresarial o económico queda muy limitado: no hay acceso a buenos servicios públicos u oportunidades igualitarias de desarrollo personal». Para ella, una red eléctrica y una red de telecomunicaciones equivale a «red de vida en sentido amplio».
En ese marco general, la empresa busca beneficiar sobre a determinados colectivos. Muy en especial «a las mujeres, porque su liderazgo y acción fija población», continuó Corredor. Pero también a la infancia y la juventud, así como a colectivos vulnerables mediante proyectos de inserción sociolaboral. Destaca la idea de inversión sostenible, con impacto (positivo), que fue desarrollada en su intervención por Ronald Cohen, presidente de Global Steering Group for Impact Investment.
Cohen: «La financiación sostenible global asciende a 40.000 millones de dólares y nadie piensa ya que se trate de una moda pasajera»
Cohen recordó cómo, hace unos 20 años, los jóvenes empezaron a consumir productos y servicios atendiendo a su propia conciencia. «Descartaban a las empresas que provocaban un mayor daño medioambiental y social». Progresivamente, a medida que avanzaba el presente siglo, «los inversores fueron dándose cuenta de las consecuencias de este fenómeno para la rentabilidad de sus carteras», explicó. Eso produjo un «flujo masivo de capital dirigido no únicamente desde un cálculo riesgo/retorno, sino procurando un equilibrio con el impacto de la compañía». En la actualidad, la financiación sostenible a nivel global «asciende a 40.000 millones de dólares (34.456 millones de euros) y nadie piensa ya que se trate de una moda pasajera».
La necesidad de captar este tipo de financiación está, a su vez, obligando a las empresas a realizar un ejercicio de transparencia hasta ahora inédito. Cohen comparó la obligación creciente de transparencia ESG en la actualidad con lo ocurrido tras la crisis del 29. «Antes de ese año, los accionistas no disponían de información contable fiable, de modo que se podían crear, por ejemplo, reservas de beneficios ocultas». Todo cambió tras el crack bursátil. Del mismo modo, Cohen vislumbró una generalización de los «informes de impacto social y ambiental, con divulgación de datos precisos y completos», en no más de tres o cinco años.
Se consolida lo que Cohen definió como «activismo accionarial». Las carteras penalizan a aquellas empresas que muestran un escaso compromiso ESG. Y premian a las que sí lo hacen. El británico citó el caso de ExxonMobil, «cuyo valor bursátil cayó dos tercios en tres años» por este motivo. La otra cara de la moneda es Telsa, «que solo en 2020 multiplicó su valor por siete».
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