Cambio Climático
Financiar el cambio… cambiando las finanzas
La descarbonización de la industria costará, de aquí a 2030, un billón de dólares. Una transformación en la que entran en juego los bonos verdes como trampolín financiero indiscutible.
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¿Se acuerdan del agujero de la capa de ozono? ¿Aquello que en la década de los 90 veíamos como el preludio de una catástrofe planetaria en la que todos acabaríamos con la piel abrasada por los rayos nocivos del sol? Hace más de una década que nadie habla de eso, porque el problema está solucionado. En aquellos años, se firmó en el seno de Naciones Unidas el Protocolo de Montreal para suprimir el uso de gases CFC en los aerosoles, principales causantes del apocalíptico boquete.
«Hace una semana incluimos una enmienda en el acuerdo, ya que se han sustituido por otras sustancias que, si bien no dañan el ozono, sí provocan el efecto invernadero», cuenta Erich User, director ejecutivo del Programa de Medio Ambiente de Naciones Unidas sobre Iniciativas Financieras, y lanza un aviso a navegantes bursátiles: «Esto da una señal a la comunidad financiera de que los gobiernos se toman muy en serio la política medioambiental».
El experto habló el pasado 18 de octubre, dentro del evento anual que organiza la asociación empresarial Spainsif sobre inversión socialmente responsable. Se centró en los bonos verdes, títulos de crédito emitidos por entidades públicas y privadas para la realización de proyectos sostenibles, una herramienta clave para lograr que, de aquí a 2020, la temperatura global no suba más de dos grados. Esto pasa necesariamente por la ‘descarbonización’ de la industria. Una transición que costará, de aquí a 15 años, un trillón de dólares (un billón en terminología europea). La mitad, solo para adaptarse a las nuevas energías; el resto, para áreas como el transporte, infraestructuras, etc. «Esto no significa desinvertir en el carbón por completo», aclara Jaime Silos, presidente de Spainsif, «sino reducir su uso y mitigar sus consecuencias con nuevas tecnologías, más eficiencia, etc.» No hay que limitarse a los bonos verdes, según opina la jefa de RSC e Innovación en Cecabank, Inés García-Pintos, participante también en las ponencias: «Hay que añadir otros instrumentos que animen a los inversores».
Sea como fuere, es una transformación ciclópea, un cambio de paradigma global que requiere mucha inversión en muy poco tiempo. Y aquí entran en juego los bonos verdes como trampolín financiero indiscutible. «Cerraremos este año con 80.000 millones», avisa User, «hay que acelerar el proceso». El experto, con todo, cree que el reto es viable. «La ONU marcó la estrategia dos años antes de los acuerdos de París. Tenía que comprobar de antemano que la industria estaba dispuesta y preparada. Eso fue clave para el éxito de la firma y que se marcaran los 17 objetivos con una hoja de ruta. La industria empieza a entender estos objetivos y lo importante que es su papel para convivir en un futuro sostenible, que es lo que piden nuestras sociedades».
Hay indicadores y hechos que demuestran que los bonos verdes acaban de empezar a andar, pero van a recorrer mucho a corto plazo. Hoy, solo son el 1% del total de bonos emitidos, pero el año pasado el montante, más de 60.000 millones de dólares, triplicaba el de 2013. La Portfolio Decarbonization Coalition es una coalición internacional formada por 25 inversores que supervisan la ‘descarbonización’ progresiva de activos por valor de 600.000 millones de dólares. «Esto significa que se integra sistemáticamente la información respecto a la huella de carbono de las empresas que forman parte de esos activos, eliminando progresivamente las inversiones en carbón y empresas contaminantes e intensificando las inversiones en energías renovables», explica Silos.
¿Qué saca el inversor con todo esto?
España está todavía en la parrilla de salida en la emisión de bonos verdes. Tal y como explica el presidente de Spainsif, «para eso hace falta tener las cuentas saneadas y, por la crisis, la mayoría de los potenciales emisores (empresas, instituciones públicas, etc.) no tienen aún la capacidad que da ese margen». Hay excepciones: hace apenas un mes, Iberdrola emitió 700 millones de euros para financiar proyectos de energías renovables. Quienes quieran invertir en este tipo de bonos (y esto es válido para todo el mundo) no solo se llevarán a cambio la satisfacción de poner su granito de arena para detener el cambio climático; también obtendrán un rentabilidad ventajosa respecto a los llamados bonos ordinarios. Según un estudio del mayor gestor de fondos del mundo, el estadounidense BlackRock, el retorno de inversiones en bajas emisiones de carbono, como muestra el índice MSCI Low Carbon Target, es sensiblemente mayor.
«Las bolsas de valores ahora requieren que se introduzca información sobre impacto climático», cuenta User. «La Bolsa de Luxemburgo es la más importante actualmente en volumen de bonos verdes, y eso se ve en el mercado bursátil como una ventaja competitiva». Hay otros hechos que indican la tendencia alcista de las inversiones en sostenibilidad, prosigue el experto de la ONU: «En la última reunión del G-20 se estableció un grupo de trabajo sobre financiación verde. Es la primera vez que incluyen esto en su orden del día. Que China esté impulsando políticas financieras verdes es muy significativo». Hace tres años no existían los bonos verdes en el país asiático; hoy son el 40% de sus emisiones globales. «Siguiendo su ejemplo, muchos países en Europa están adaptando estrategias de este tipo de financiación», cuenta User, y adelanta: «El G-20, cuya presidencia asumirá Alemania en 2017, incluirá la financiación verde entre sus prioridades».
La prima de riesgo ‘verde’
El cumplimiento de los ODS y del Acuerdo de París empieza a ser parte indisoluble de las estrategias de los inversores por algo muy sencillo: es, a día de hoy, la apuesta inteligente si nos ceñimos a los resultados. «La estabilidad financiera es lo que buscan los reguladores y el entorno inversor; el cambio climático generará inestabilidad en el mercado», dice User.
El presidente de Spainsif aporta una información significativa: «Se está generando una prima de riesgo del carbono. CO2 es igual a riesgo. Las empresas menos carbónicas tienen más demanda por parte de los inversores». Y culmina con una frase que da lugar al optimismo: «Lo más difícil ya está hecho. Cada vez más, se incorpora la sostenibilidad en los modelos financieros de gestión de activos. Ahora, a través de los inversores, se arrastra a las empresas. Esa es la clave del cambio».
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