Algunas interpretaciones del complejo de Edipo
Clave de la teoría psicoanalítica, el complejo de Edipo, que toma su nombre del mito griego, ha recibido múltiples reinterpretaciones desde la formulación de Sigmund Freud a principios del siglo XX.
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El personaje mitológico de Edipo y la tragedia que arrastra consigo poseen la fuerza arrebatadora de las dos vertientes que gobiernan los pesares civilizatorios: el destino, que impone su traición a la voluntad humana, y la falta moral, que conlleva la condena del rechazo social. Su impacto en la cultura occidental permeabilizó el paso de los milenios hasta dar nombre al complejo en el que Sigmund Freud apoyó la teoría pulsional que fue convirtiéndose en el eje del psicoanálisis.
Freud, durante su temprana investigación de la neurosis y, más concretamente, sobre el fenómeno de la histeria, inició la interpretación de una serie de síntomas, manifestaciones y patrones de conducta que observó en sus pacientes adultos. Tal y como recogió el padre del psicoanálisis, el complejo de Edipo se produce durante la tercera de las cinco etapas del desarrollo psicosexual humano durante la infancia. El infante, durante las fases oral (donde el bebé, guiado por el principio de placer, encuentra su principal fuente de satisfacción en la boca, mediante la succión al ser amamantado o su imitación) y sádico-anal (la necesidad de morder, que se evidencia con el inicio de la dentición, y el control de esfínteres), mantiene un contacto estrecho con la madre, bien a través de la lactancia, bien mediante los cuidados. En la teoría freudiana, durante la etapa fálica que continúa a las dos anteriores, entre los 4 y los 6 años de edad, se produce un desplazamiento de la experimentación del placer a los genitales. En este periodo, niños y niñas tienden a proyectar sobre sus progenitores, en especial sobre la madre, el deseo del ello.
Un aspecto clave es que, durante esta fase, los niños y las niñas descubren que no todos los humanos poseen los mismos genitales, aunque desconocen la existencia y función de la cavidad vaginal, lo que conlleva dos efectos. En el caso de los varones, a una competición y a un rechazo hacia el padre, persiguiendo su sustitución (en equivalencia con el mito de Edipo, el asesinato del padre), que culmina con el complejo de castración y la formación del superyó, quedando cualquier aspiración libidinal desexualizada. En el caso de las niñas, el descubrimiento de su propia vagina genera, según Freud, un rechazo hacia la madre, quien inconscientemente queda acusada de la pérdida del pene. En el análisis del psicólogo austriaco, las niñas experimentan entonces un sentimiento opuesto al temor a ser castrado, la envidia del pene, que evoluciona en una proximidad afectiva hacia la figura masculina del padre hasta desembocar, menos abruptamente que en el niño, en un periodo de latencia donde la niña ha comenzado a aceptar su rol pasivo.
Más allá de la mirada freudiana, los continuadores del psicoanálisis han ofrecido otras lecturas
Más allá de la mirada freudiana que erigió el complejo de Edipo, los continuadores del psicoanálisis han ofrecido otras lecturas del mismo conjunto de ideas y fenómenos. Su discípulo Carl Jung, con un carácter menos biologicista, introdujo en su Ensayo de exposición de la teoría psicoanalítica (1913) el complejo de Electra como el equivalente femenino. Para Jung, las niñas, durante la fase fálica, expresan una inclinación afectiva hacia la figura del padre por los cuidados y atenciones que reciben de este y en el descubrimiento de la diferencia de gónadas entre los dos sexos humanos. Los celos y sentimiento de desplazamiento a la madre surgen, bajo el estudio de Jung, de manera semejante a los que estudió su maestro Freud en los niños. Así, el complejo se resuelve correctamente cuando la niña acepta que la preferida es su madre, y no ella, buscando un nuevo objeto de la pulsión de su ello, mientras que si la resolución no es adecuada permanecerán frustraciones, rechazo hacia otras mujeres y otras anomalías patológicas. Esta relectura del complejo de Edipo-Electra subrayó la necesidad del estudio del comportamiento de los individuos de sexo femenino de manera diferenciada, y no equiparando per se la experiencia en el desarrollo psicosexual de los niños a la de las niñas.
Por su parte, para la psicoanalista Melanie Klein, el complejo de Edipo comienza a tomar forma sin distinción entre sexos durante la etapa oral, la lactancia. En este momento, el bebé aprende a crear relaciones de satisfacción y de frustración («posiciones esquizo-paranoides») que generan una noción de un «pecho bueno» que satisface el deseo y de un «pecho malo», cuando no se posee, generando la «posición depresiva». Con el crecimiento del infante, según Klein, el objeto libidinal pasa a ser la figura materna completa.
Y Jacques Lacan aporta una mirada más científica. La primera crítica de Lacan a Freud queda establecida al remarcar que la figura del padre no es real, sino simbólica. Es decir, el infante se enfrenta a la función paterna, no necesariamente a su progenitor. La resolución del complejo da lugar a otro objeto simbólico, el Gran Otro, una instancia psicológica ficticia que representa la autoridad, la norma o ley, y que perdura en la vida adulta como proyección en distintas figuras. La renuncia del niño a la madre conlleva la necesidad imperiosa del infante de rellenar el objeto libidinal perdido con otro que sea causante de deseo, lo que Lacan llamó el «Pequeño Otro» u «Objeto A». Por otra parte, la sumisión del infante al Gran Otro implica a su vez la entrada en el lenguaje y en el orden de lo simbólico.
Para el psicoanalista Erich Fromm, este complejo está relacionado con una actitud de rebeldía hacia la autoridad paterna y no con pulsiones libidinales, como sostenía Freud. De esta manera, los comportamientos descritos en niños por el padre de la teoría psicoanalítica y sus continuadores son ciertos, pero no lo es, en cambio, su interpretación, que posee una naturaleza psicológica más que biologicista. De hecho, Fromm sustituyó el desarrollo de la libido de la teoría freudiana por procesos de asimilación en el individuo.
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