Los tres estadios de la gastronomía china
En la tradición china, la experiencia gastronómica puede ser dividida en tres estadios o niveles: el wen, el zao y el wogh. Cada uno de ellos describe no solo la manera en que consumimos alimentos, sino también cómo nos relacionamos con la comida y lo que ella evoca en nosotros.
Artículo
Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).
COLABORA2024
Artículo
La gastronomía china, una de las más antiguas y diversas del mundo, va mucho más allá de los sabores que conocemos en los restaurantes. Es una representación de la cultura, la filosofía y las tradiciones de un pueblo milenario que ha sabido perfeccionar el arte de la cocina hasta llevarla a un nivel casi espiritual.
En la tradición china, la experiencia gastronómica puede ser dividida en tres estadios o niveles: el wen, el zao y el wogh. Cada uno de ellos describe no solo la manera en que consumimos alimentos, sino también cómo nos relacionamos con la comida y lo que evoca en nosotros.
Wen: comer para sobrevivir
El primer estadio de la gastronomía china es el wen. Este nivel se refiere a la necesidad más básica del ser humano: comer para nutrir el cuerpo. Es el más primario y fundamental, en el cual el acto de ingerir alimentos no está relacionado con el placer ni con la apreciación de la comida como un arte, sino con la necesidad de subsistencia. En este contexto, cualquier cosa que sea comestible es aceptable, sin importar su sabor, preparación o presentación.
La comida se percibe simplemente como un medio para satisfacer el hambre. Durante los tiempos más duros en la historia de China, como las hambrunas o los periodos de guerra, muchas personas vivieron en este nivel. En épocas de escasez, la capacidad de comer cualquier cosa disponible, ya sea arroz simple, hierbas, raíces o incluso cortezas de árbol, fue lo que permitió la supervivencia de millones de personas.
El wen representa el lado más terrenal y físico de la gastronomía: el ser humano se conecta con la naturaleza en su forma más simple, en la que los alimentos no son más que recursos que la tierra nos ofrece para sobrevivir. Aunque este estadio no implica un disfrute consciente de la comida, sí subraya la importancia de la sencillez y de reconocer el valor de los recursos naturales.
Zao: el despertar del disfrute
El segundo estadio, conocido como zao, marca el momento en que el ser humano comienza a apreciar la comida más allá de la simple necesidad de nutrirse. Aquí, la gastronomía se transforma en una fuente de placer y satisfacción. La cocina en este nivel ya no se trata solo de supervivencia, sino de la búsqueda de sabores, texturas y experiencias más complejas.
En el zao, los cocineros no solo piensan en la nutrición, sino también en el equilibrio de los sabores
La gente comienza a identificar la calidad de los ingredientes, a prestar atención a los métodos de preparación y a buscar combinaciones que realcen los sabores. Es aquí donde la cocina china brilla con toda su riqueza. Los cocineros no solo piensan en la nutrición, sino también en el equilibrio de los sabores: dulce, salado, amargo, picante y ácido. Este equilibrio es fundamental en la filosofía culinaria china, donde se busca armonizar los elementos para crear una experiencia agradable y placentera.
Wogh: la experiencia trascendental
El último y más elevado estadio de la gastronomía china es el wogh. Este nivel representa una experiencia culinaria profunda y casi espiritual, en la que la comida se convierte en una forma de arte que trasciende lo físico para conectar con las emociones, los recuerdos y, en algunos casos, con lo divino.
No es solo comer para disfrutar o nutrir el cuerpo; es una experiencia que toca el alma. En este nivel, la comida tiene el poder de evocar sentimientos elevados, como la nostalgia, la alegría o incluso la reflexión espiritual. Los grandes maestros culinarios chinos buscan crear platos que no solo deleiten el paladar, sino que también cuenten una historia, transmitan una emoción o evoquen una experiencia sensorial compleja.
Un buen ejemplo de dónde está presente es en la ceremonia del té, un ritual que calma la mente y eleva el espíritu. Aquí, la comida y la bebida no son consumidas apresuradamente: se degustan con paciencia y reverencia, lo que permite al comensal conectar profundamente con el momento presente.
COMENTARIOS