Innovación
¿La inteligencia artificial nos hará mejores para el mundo?
Un debate entre el progreso, las expectativas y la responsabilidad.
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El 3 de septiembre de 2024 vivimos la mayor pérdida de valor de mercado de una empresa estadounidense en un solo día. NVIDIA perdió 279.000 millones de dólares, en buena parte por las expectativas fallidas sobre lo que aún no ha logrado la IA.
La inteligencia artificial supone un pilar básico de la cuarta revolución industrial y por ello acaba de ganar el Premio Nobel de Física. A la IA se le atribuye la capacidad de transformar radicalmente el mundo, pero por ahora y a pesar de todos los avances, esa promesa no se está cumpliendo.
No obstante, la irrupción de la inteligencia artificial en el tejido social contemporáneo sí ha desencadenado un debate filosófico y ético de proporciones colosales, una conversación que se convierte en la protagonista del tercer episodio de la segunda temporada del pódcast «Ser B o no ser». Si bien sus aplicaciones prometen revolucionar amplios sectores de la economía, contribuir a la mejora de nuestra calidad de vida y el crecimiento económico o ayudarnos a controlar los efectos devastadores del cambio climático, entre otros, también suscitan interrogantes fundamentales sobre la naturaleza de la inteligencia, el futuro del trabajo y la propia condición humana.
¿Cómo garantizar que sistemas autónomos actúen en consonancia con nuestros valores y principios? ¿Cómo evitar que la IA perpetúe o exacerbe las desigualdades sociales existentes? ¿Cómo proteger la privacidad y la seguridad en un mundo cada vez más digitalizado?
Estas son solo algunas de las preguntas que plantea esta tecnología. Sin embargo, uno de los principales desafíos reside en la posibilidad de que la IA reproduzca y amplíe los sesgos inherentes a los datos con los que es entrenada, pudiendo llegar a discriminar a determinados grupos sociales si los datos de entrenamiento contienen sesgos raciales, de género o socioeconómicos. Este fenómeno, conocido como «sesgo algorítmico», plantea serias dudas sobre la imparcialidad y la justicia de los sistemas de IA.
La inteligencia artificial supone un pilar básico de la cuarta revolución industrial y por ello acaba de ganar el Premio Nobel de Física
Además, la automatización de tareas amenaza con desplazar a millones de trabajadores, lo que podría tener consecuencias sociales y económicas de gran envergadura. En el plano del ahorro del tiempo de trabajo gracias a la IA, y como menciona Carmen Torrijos en el episodio, existe el riesgo de lo que se denomina «la falacia del tiempo liberado», que es la no utilización del tiempo obtenido gracias a la IA para emplearlo en tareas más elevadas como la reflexión o la creatividad, sino que este se utiliza para absorber más trabajo de la misma naturaleza.
El papel de las empresas y los líderes empresariales
Ante este panorama complejo, es imperativo que la sociedad en su conjunto y el mundo empresarial en particular asuman su responsabilidad, reconozcan su capacidad para intervenir y trabajen de manera conjunta para garantizar un desarrollo ético de la IA.
Desde el ámbito empresarial, se pueden adoptar diversas medidas para promover el desarrollo ético de la IA. Entre estas medidas está la explicabilidad. Las empresas deben esforzarse por desarrollar algoritmos que permitan comprender las razones que subyacen a una determinada decisión. Además, se debe trabajar por la diversidad, la inclusión y la privacidad del diseño. Los equipos de desarrollo de IA deben ser diversos, a fin de evitar sesgos y garantizar que los productos sean relevantes para una amplia gama de usuarios, así como la protección de los datos personales.
Es imperativo que la sociedad y el mundo empresarial asuman su responsabilidad, reconozcan su capacidad para intervenir y trabajen de manera conjunta para garantizar un desarrollo ético de la IA
Y no solo capacitar a los equipos de desarrollo de IA, sino invertir en educación y capacitación de sus propias plantillas. En línea con lo remarcado por Mónica Villas en el pódcast, es fundamental garantizar que las personas trabajadoras tengan las habilidades necesarias para competir en un mundo cada vez más automatizado.
Otra acción necesaria por parte de las empresas sería potenciar la colaboración transversal con investigadores, la academia y organizaciones de la sociedad civil para desarrollar estándares, regulación, medidas de supervisión y mejores prácticas en materia de ética de la IA.
Hacia una economía justa impulsada por la IA
Como plantea Alejandro Rodríguez en el pódcast, la IA tiene el potencial de crear una economía más justa y equitativa si se utiliza de manera responsable. Ya hay debates y foros que exploran futuras formas de compartir los beneficios de la IA de manera más equitativa, por ejemplo, a través de impuestos sobre la automatización o apoyando programas de formación profesional, y de minimizar alguno de sus peligros mediante el desarrollo de nuevos modelos de propiedad intelectual que reconozcan la contribución de los datos humanos al desarrollo de la IA.
Sin embargo, para aprovechar al máximo este potencial, es necesario abordar inexcusablemente los desafíos éticos y sociales que plantea. La construcción de un futuro en el que la IA esté al servicio del bienestar humano requiere, sin lugar a dudas, un esfuerzo colectivo y una reflexión profunda sobre los valores que queremos defender.
Alba Guzmán es CVO y Co-founder de ROSAPARKS.
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