Sociedad
Jubilación, ¿lanzar gritos de alegría?
Para muchas personas, terminar su etapa laboral también es, en cierta forma, perder el sentido de su vida. Aprender nuevas habilidades, cuidar el contacto con amistades y familia o involucrarse en algún voluntariado pueden ser algunas vías para preservar la motivación y prevenir problemas de salud mental.
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Pocas veces atendemos a la etimología de las palabras y, sin embargo, esta nos ofrece importantes pistas de lo que los acontecimientos significaban en otras épocas. El término jubilación, por ejemplo, proviene del latín jubilare, que se puede traducir como «lanzar gritos de alegría». Al parecer, también hunde sus raíces en una celebración judía en la que los hombres se tomaban un año sabático para reflexionar con gozo de lo que habían conseguido a lo largo de su vida. Y no es para menos: la época de las obligaciones parece terminar, es el momento de disfrutar de una jubilosa vida sin la atadura del horario y valorando los frutos de lo trabajado.
Descanso, posibilidad de organizar los días al antojo personal, una feria de opciones frente a los ojos. Pero, ¿realmente se perpetúa como algo satisfactorio?
Muchas personas dedican un amplio porcentaje de su vida a fantasear con que el despertador deje de avisarles que es hora de comenzar una nueva jornada de trabajo y, sin embargo, cuando llega ese día no logran disfrutar plenamente de la nueva situación. Los motivos pueden ser diversos, y algunos se superponen: anhelar el sentido de identidad que proporciona un espacio de trabajo, el propósito vital que aportaba ese empleo, el horario regulado que permitía organizar las demás actividades en torno a él o la socialización con colegas son algunos de los elementos que muchos comienzan a echar en falta poco tiempo después de jubilarse. Las consecuencias para la salud mental y emocional derivadas de no aceptar la nueva situación pueden ser diversas.
¿Cómo es posible que cuando se dispone de todo el tiempo libre del mundo nos vengamos abajo? Para profundizar en esta cuestión es necesario apelar al sentido de la existencia. El trabajo se ha constituido en una razón de peso para levantarnos cada mañana, una tarea que completa horas de la jornada sin apenas pensarlo, sobre todo cuando se trata de un empleo satisfactorio. Para muchas personas el trabajo es su ikigai, es decir, su razón para vivir, lo que les activa y les anima. Cuando este desaparece pierden también su motivación, su objetivo cotidiano, y la ausencia de proyectos personales se convierte en un riesgo para la salud mental. Si a ello se le añaden problemas de salud, económicos o familiares, o contar con una limitada red de apoyo, ese riesgo se incrementa.
Algunas recomendaciones psicológicas para sobrellevar mejor el nuevo ciclo radican en mantener un alto nivel de actividad tanto física como mental
Para afrontar lo mejor posible esta nueva etapa, lo primero que conviene asimilar es que se trata de un cambio sustancial y que, como tal, precisará de un periodo de adaptación. Algunas recomendaciones psicológicas para sobrellevar mejor el nuevo ciclo parten de mantener un alto nivel de actividad tanto física como mental: leer, hacer ejercicio, apuntarse a una nueva actividad, aprender nuevas habilidades o involucrarse en algún voluntariado suponen motivaciones que pueden generar altas dosis de bienestar. Además, cuidar la conexión social con amistades y familiares, así como unirse a algún grupo de afinidad, permite mantener la socialización. El estilo de vida saludable, por último, también es un aliado a la hora de preservar el cuerpo y el cerebro en condiciones óptimas: una alimentación equilibrada, junto al ejercicio físico, evitar el alcohol y el tabaco y dormir lo suficiente, son hábitos que ayudarán a prevenir enfermedades a mediano plazo.
Por otro lado, en la jubilación existen diferencias en relación al género. La pensión media de los hombres supera en un 30% a la de las mujeres, y esta situación conlleva que se puedan producir más situaciones de dependencia y sentimientos de inferioridad entre la población femenina de edad avanzada. A una menor retribución salarial en determinados puestos se le suma una vida laboral dedicada en mayor medida a la maternidad y a las tareas del hogar. En el caso de los hombres, cuando llega el momento de despedirse del trabajo, también llega el momento de abandonar el rol de sustentador principal: ¿cómo asumir que ya no será necesario ejercer como la persona más productiva y generadora de ingresos en el hogar?
En cualquier caso, la época del júbilo tendría que ser precisamente eso, siempre que las circunstancias lo permitan. Hay quienes deciden dedicar su «edad dorada» a viajar y hay quienes deciden regresar a la universidad. Incluso hay quienes se proponen lograr una marca histórica y llegan a ella, como la estadounidense Anne Lorimor, que en 2019 y con 89 años escaló el Kilimanjaro, la montaña más alta de África. Y es que el envejecimiento activo se convierte en la mejor compañía para la tercera etapa de la vida: la independencia, la autonomía, la participación en la sociedad y la seguridad son cualidades beneficiosas en cualquier periodo existencial, pero cuando cierta vulnerabilidad se hace presente, lo son aún más.
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