Sociedad

«Atacar a la prensa es una característica del populismo»

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20
agosto
2024

Los bulos, las ‘fake news’, la máquina del fango… son expresiones que se oyen últimamente en medio de la refriega política en la que también se ven envueltos los medios de comunicación. Una situación de la que hablamos con Elena Herrero-Beaumont, directora del ‘think tank’ Ethosfera y codirectora del Observatorio de Medios.


¿Te inquieta que los políticos intenten deslegitimar a los medios de comunicación?

Esta es una señal muy característica de que vivimos en lo que yo llamo era postmediática, que se inicia con la revolución tecnológica y desplaza a los medios de información, que eran los intermediarios absolutos de la esfera pública. Este nuevo contexto hace que los políticos estén más empoderados para deslegitimar a los medios. El ataque a la prensa es también una característica del populismo. Quien empezó a hacerlo fue Donald Trump en 2016. Yo diría que este fue el año en el que se inauguró esta práctica que consiste en que políticos ataquen a la prensa más consolidada, porque Trump dirigía sus acusaciones contra el New York Times, al que acusaba de ser la fábrica de fake news de Estados Unidos. El Reuters Institute for Study of Journalism ha llevado a cabo estudios interesantes sobre cómo la estrategia de acoso y derribo de los políticos a la prensa ha deslegitimado aún más a los medios de información y ha agudizado su crisis de credibilidad y de confianza en las democracias occidentales. En mi libro Gobernanza de Medios. El derecho del público a la veracidad en el entorno digital, así como en otros trabajos, he bautizado a esta etapa como «democracia postmedia», siguiendo la clasificación que acuñó el filósofo Bernard Manin, que distingue varias fases históricas: la democracia parlamentaria, la democracia de partidos, la democracia de medios de masas y, ya una vez que entramos en la era digital, la democracia postmedia. En España no habíamos tenido hasta ahora episodios tan acentuados de ataques a la prensa, es ahora cuando se están agudizando.

Se habla de postverdad, de postmedia… ¿qué es lo que marca la diferencia de nuestro tiempo con respecto a los engaños y manipulaciones que siempre han existido?

Para que una esfera pública funcione mínimamente, tiene que haber un grupo de medios independientes que traten de acercarse a una realidad. Su cometido es observar, publicar y denunciar los abusos de poder y hacerlo de la manera más veraz posible. Y además es necesario que exista un grupo lo suficientemente amplio de lectores con espíritu crítico que digiera la información que le va llegando de los medios. ¿Qué es lo que está ocurriendo en esta era que estamos viviendo? Que esa base de lectores con espíritu crítico va disminuyendo y cada vez es más amplio el grupo de quienes son más vulnerables a la mentira. Además, se está acentuando la parte emocional de los receptores de información, esa que les hace sentirse más seguros si escuchan las narrativas que confirman sus propios sesgos. En estos momentos, las plataformas digitales y las redes sociales no ejercen esa responsabilidad editorial y cada uno de nosotros vamos seleccionando la información que queremos recibir en función de nuestras preferencias y sesgos. Esto lo documentaron muy bien Cass Sunstein y Nicholas Negroponte, así como Larry Lessig continuó escribiendo sobre ello. Estos autores analizaron estas burbujas filtro y cámaras de resonancia. Esto lo saben los directores que definen la línea editorial de los medios: nadie se puede salir de ella porque puede provocar el éxodo de buena parte de la audiencia.

«Esa base de lectores con espíritu crítico va disminuyendo y cada vez es más amplio el grupo de quienes son más vulnerables a la mentira»

Y esta dinámica está favoreciendo que las posturas extremas adquieran una fuerza inusitada en detrimento de las opciones moderadas. Lo acabamos de ver en las elecciones en Francia, donde el centro se ha desplomado y las fuerzas extremistas han crecido…

Es la polarización de la que se lleva hablando tanto tiempo y que no nos preocupa lo suficiente. La herramienta Discover de Google funciona con un algoritmo que detecta las preferencias del usuario y le ofrece noticias personalizadas. Un algoritmo al final no es otra cosa que un amplificador de las preferencias, de los sentimientos y los sesgos de una sociedad. Antes, en los medios teníamos a personas con mucho criterio haciendo labor editorial; cuando desaparecen estas figuras, somos nosotros los que juzgamos e interpretamos y estamos muy supeditados a los sentimientos individuales. Esto nos lleva lógicamente a esa polarización.

¿Crees que es necesario educar en el espíritu crítico para hacer frente a la polarización?

He tenido la oportunidad de ver el vídeo de la comparecencia del periodista Ignacio Escolar en la comisión parlamentaria para la Calidad Democrática donde señala que la «alfabetización digital» no ha estado acompañada de una «alfabetización mediática». Creo que esta alfabetización mediática es un empeño fundamental con el que en Ethosfera estamos comprometidos. Tenemos que ver cómo podemos generar un mayor espíritu crítico en los jóvenes, pero también en los adultos y en los mayores.

«Un algoritmo al final no es otra cosa que un amplificador de las preferencias, de los sentimientos y los sesgos de una sociedad»

Al haber mucha más competencia, porque los emisores de información se han multiplicado de forma desorbitada, en las redacciones se ha colado el márketing digital de tal manera que, cuando escribimos, ya no hacemos un servicio, sino que vendemos un producto, por eso se apela más a las emociones que a la razón.

Sí, se impone la microsegmentación y estamos vendidos a las lógicas de las grandes plataformas. Lo contaba muy bien el periodista Ezra Klein en su libro Why We’re Polarized?, de 2020. Klein describe bien cómo este mercado de las plataformas y el big data tiene una lógica detrás: buscar la manera de captar la atención del usuario para venderle un producto. Efectivamente, esto ha llegado a las redacciones y se puede ver en cabeceras tan importantes como el New York Times, un medio que ha perdido esa excelencia que tenía antes de que empezara todo esto. No obstante, el negocio de la prensa también ha estado sometido a los intereses de los anunciantes desde principios del siglo XX, como podemos ver en la visión crítica que tenía Walter Lippmann. Es algo que existe desde los orígenes del periodismo.

Y, sin embargo, sostienes que la prensa económica siempre ha sido más independiente que la política…

Sí, me parece un aspecto muy interesante. La veracidad siempre ha ido muy ligada a la prensa económica, porque los inversores necesitaban información fiable, basada en datos y hechos. La información era una herramienta para poder tomar decisiones empresariales. Este es el origen y la razón de ser de la prensa financiera durante la revolución industrial y, de hecho, sigue teniendo más independencia que la prensa política. Medios como Financial Times, The Economist o Bloomberg tienen muchos suscriptores que pagan por esa información porque la consideran valiosa. Si nos vamos a la esfera política, el ciudadano debería ser exigente con la información, e incluso pagar por ella, antes de tomar una decisión política, del mismo modo que el empresario que va a tomar una decisión económica busca información veraz. Pero en esto nunca hemos triunfado. La opinión pública siempre ha sido frágil y ahora, con la digitalización, estas debilidades se multiplican de manera exponencial.

«Necesitamos al reportero que conoce directamente los hechos»

Es paradójico que en una época en la que ha caído la confianza hacia las instituciones, los partidos políticos y los medios de comunicación, tanta gente esté dispuesta a creer cualquier bulo o teoría que circule por internet o las redes. A mayor escepticismo, mayor credulidad. ¿Hace falta restaurar la confianza crítica del público?

¡Totalmente! Una de las grandes aventuras en las que se ha embarcado Ethosfera es justamente la de restaurar la confianza en los medios a través del buen gobierno y la transparencia. Esta última, si se utiliza bien, es una poderosa herramienta para hacer crecer la confianza en cualquier organización. Por eso, hace poco, el Observatorio de Medios, Ethosfera y la Fundación Haz hemos organizado la Jornada Gobernanza de medios, con el título «Medios bien gobernados, público bien informado».

El reportero David Beriain, que murió asesinado en Burkina Faso mientras hacía su trabajo, decía que el futuro del periodismo está en mirar al pasado y redescubrir las razones que lo hicieron necesario.

¡No puedo estar más de acuerdo con eso! Publiqué un artículo hace ya tiempo que titulé «Cómo las fake news salvarán el periodismo». Si queremos saber lo que es el periodismo no es necesario inventar cosas nuevas, bastaría con imitar el proceso que siguen los dos periodistas que protagonizan la película Todos los hombres del presidente (Robert Redford y Dustin Hoffman encarnan a los periodistas de The Washington Post, Bob Woodward y Carl Bernstein, respectivamente, cuyas investigaciones desencadenaron el llamado «caso Watergate»). Pese a estar viviendo en un momento muy oscuro en el periodismo, yo soy optimista porque creo que los desafíos que ha planteado la inteligencia artificial van a propiciar que hagamos una reflexión muy profunda sobre el valor de la veracidad y sobre la necesidad de contar con profesionales de la información que hagan ese trabajo de constatación de lo que es real. En este entorno digital tan vaporoso y ruidoso, estar en contacto con cosas reales cada vez va a cobrar más importancia y más sentido. Frente a la IA, que solo hace derivados de lo ya publicado, necesitamos al reportero que sale a la calle y conoce directamente los hechos.

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