Sociedad

De las señales de humo a los chats de Whatsapp

Desde la tradición oral hasta la inmediatez de los chats, la humanidad ha utilizado inimaginables medios para acortar las distancias con los otros.

¿QUIERES COLABORAR CON ETHIC?

Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).

COLABORA
29
agosto
2024

«La tecnología ha hecho el mundo más pequeño», reza un dicho popular. La figura es clara y la intención no es difícil de entender, pero lo cierto es que el tamaño del mundo siempre ha sido el mismo. Lo que sí que ha cambiado son nuestras formar de comunicación, por eso mismo hoy no nos resulta descabellado que alguien en un viaje de turismo espacial se haga un selfie con la luna detrás y lo comparta ipso facto en un chat. ¿Una exageración? No tanto, si tomamos en cuenta que para muchas personas la idea de una videollamada, hace poco más de una década, parecía algo sobrenatural.

Incluso en sus etapas más primitiva, la humanidad ha tenido siempre la necesidad de acercarse al vecino. Decía Ryzard Kapuscinski, en su libro Encuentro con el otro, que desde los tiempos tribales existieron tres posibilidades entre las personas: el contacto con cooperación, la batalla en pro de la dominación, y el hecho de ignorarse. La tercera fue la menos común, mientras que desafortunadamente la segunda fue la más popular. Aún así, el contacto y la comunicación han sido inevitables, y las inimaginables formas de hacerlo es algo que ha caracterizado a las distintas sociedades.

Pero volviendo a la idea de que el mundo «se ha hecho más pequeño» gracias a las vías comunicacionales, lo que sí que se ha reducido, sin duda alguna, es el tiempo. Y es que ha sido la rapidez con la que hemos logrado establecer el contacto con otros una de las principales características de las infinitas formas de comunicación. En pocas palabras, las herramientas que hemos creado han acortado el tiempo y han ampliado al público.

Según Kapuscinski, existen tres posibilidades entre las personas: el contacto con cooperación, la batalla en pro de la dominación, y el hecho de ignorarse

A continuación, un breve repaso histórico de las maneras de contacto entre los grupos humanos, desde las más arcaicas hasta las tecnológicas más avanzadas (y que parecen superar a las capacidades humanas).

La era pre clave Morse

Vivimos en una era todo-pantalla; así lo definió hace poco más de una década Gilles Lipovetsky, uno de los filósofos contemporáneos más influyentes. Todo lo que refiere a la vida de un urbanita en el siglo XXI ocurre antes en una pantalla que en la realidad. Pero no siempre fue así.

La comunicación más compleja, en términos generales, nació con la oralidad. El famoso boca a boca funcionó desde los tiempos más primitivos hasta buena parte del milenio pasado. También sabemos que las señales de humo eran la forma más usada para comunicarse con los más lejanos, y después lo fueron las palomas mensajeras. Ahora bien, fue la escritura la que en realidad lo cambió todo, y para ejemplo tenemos los papiros egipcios o la imprenta creada por Johannes Guttenberg en 1440, pero los testimonios orales sentaron las bases para establecer el contacto y pasar las tradiciones de generación en generación.

Respecto a la escritura, uno de los ejemplos más precarios es el tatuaje. Muchas tribus de lo que hoy conocemos como Micronesia se tatuaban el legado de sus ancestros, así como los códigos más esenciales de sus culturas. En pocas palabras, escribían o plasmaban grafías primitivas en la piel para comunicarse.

Fue en el siglo II después de Cristo en la antigua China cuando se inventó el papel

Más adelante, en el siglo II antes de Cristo, llegaron los pergaminos. Nacidos en la antigua ciudad griega de Pérgamo, esta forma de escritura permitió a las personas dejar un testimonio gráfico mucho más elaborado y perdurable. En esencia, eran piezas de piel de cordero (o algún otro animal) donde se podía escribir con mayor facilidad que en piedras (como se hizo durante siglos, como el basalto donde quedó grabado el famoso Código de Hammurabi). Sin embargo, fue en el siglo II después de Cristo en la antigua China cuando se inventó el papel. La autoría de este invento, que cambió para siempre la forma de comunicación, se le atribuye a Ts’ai Lun. Los antecedentes de este gran invento en aquella milenaria cultura eran escritos sobre la seda así como grafías grabadas en bambú.

Regresando al antes y después que significó la imprenta en el siglo XV, los libros democratizaron (y lo siguen haciendo) el acceso al conocimiento. Durante siglos, los monasterios y las universidades fungieron como los centros de escritura y publicación. Hoy, sobra decirlo, el mundo editorial es infinitamente más amplio.

Y, hasta aquí y a grandes rasgos, este es un breviario histórico sobre los medios de comunicación en la era pre digital. Por supuesto, también a la utilización de la electricidad.

Del telégrafo a la era todo-pantalla

«Tic, tic… tic… tic…». El telégrafo se popularizó inmediatamente después de su invención en 1836 por Samuel Morse, cuyo apellido dio nombre al código. Fue, por su inmediatez, el primer medio de alcance masivo. ¿Su problema? Lo escueto del mensaje.

Después llegó la radio. Su autoría, no libre de polémicas, está atribuida al italiano y ganador del Premio Nobel Guillermo Marconi. Gracias a sus ondas radiofónicas de largo alcance, este innovador aparato llevó la voz a prácticamente todos los hogares del mundo ya en el siglo XX.

Luego llegó la televisión: imágenes, audio, inmediatez. Hasta la llegada de internet, fue el medio de comunicación total. Igual que la radio, ofreció contenido noticioso así como de entretenimiento, pero la potencia de lo audiovisual era difícilmente superable. De las imágenes más recordadas y que viraron el rumbo de la historia fueron la llegada de la humanidad a la Luna, o la Guerra de Estados Unidos contra Vietnam (la primera guerra televisada, algo que cambió la opinión de la sociedad sobre los veteranos de guerra).

Ante el encuentro con el otro, no solo se trata de elegir la forma de comunicación, sino de pensar cuál es la intención de ese mensaje

Finalmente, llegó internet. Y así, el inicio de la era todo-pantalla. Nacido a finales del siglo pasado, pero popularizado ya desde el año 2000, es el antes y el después en la historia de la comunicación. La gran diferencia con otros medios no solo es la inmediatez, sino la inabarcable cantidad de información que soporta la red más famosa de todos los tiempos. Y, por supuesto, la variedad de dispositivos: móviles, tablets, portátiles…

¿Cuánto tarda un mensaje de Whatsapp en llegar a uno o mil destinatarios? Nada. ¿Cuánto tarda en llegar una respuesta? Lo mismo. ¿Se ha hecho «más pequeño» el mundo con la rapidez y capacidad expansiva de los mensajes y de los chats? No, stricto senso, pero la humanidad jamás estuvo tan conectada en cuanto a velocidad y a complejidad del contenido se refiere.

Es cierto que «todo el mundo» cabe en un teléfono personal. También lo es que la vida sin el móvil resulta una suerte de naufragio en la realidad. Al margen de los lugares comunes sobre los medios y sus alcances, la comunicación no solo se trata de cuestiones técnicas o tecnológicas sino que también invita a pensar sobre la calidad de los contenidos. Como así lo invitaba a reflexionar también el propio Kapuscinski en el libro antes mencionado: ante el encuentro con el otro, no solo se trata de elegir la forma de comunicación, lo importante también es pensar cuál es la intención de ese mensaje. Al respecto, sostenía Aristóteles «la forma es esencia».

ARTÍCULOS RELACIONADOS

Suicidio: ¿Existe realmente el efecto llamada?

Susana Al-Halabí | Eduardo Fonseca Pedrero | Adriana Díez Gómez del Casal

Informar con responsabilidad sobre el suicidio puede ayudar a arropar a quienes se encuentran en situaciones límite.

COMENTARIOS

SUSCRÍBETE A NUESTRA NEWSLETTER

Suscríbete a nuestro boletín semanal y recibe en tu email nuestras novedades, noticias y entrevistas

SUSCRIBIRME