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«La nanotecnología es incómoda porque obliga a los científicos a colaborar»

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13
febrero
2024

Sonia Contera (Madrid, 1970) es una de las mayores especialistas mundiales en nanotecnología. Catedrática del departamento de Física de la Universidad de Oxford, su interés por entender el origen de la vida la ha llevado a lo largo de su carrera a ahondar en las simas en las que los arquitectos de la naturaleza obran sus milagros: la escala nanométrica. Un universo microscópico lleno de posibilidades para la medicina o la sostenibilidad que ha plasmado en su libro ‘Nanotecnología viva’ (Arpa, 2023).


Afirma usted que la nanotecnología obliga a la ciencia a superar las divisiones entre disciplinas. ¿Por qué?

La escala nanométrica es la escala donde surge la vida, allí donde hay suficientes átomos para que todas las propiedades de la materia se empiecen a acoplar. En el momento en que somos capaces de asomarnos a ese nivel, podemos empezar a cambiar las propiedades mecánicas, las propiedades químicas y las propiedades eléctricas de la materia, y esto es algo muy poderoso que abre muchas posibilidades. El problema es que ese enfoque fuerza a los científicos a romper las barreras disciplinares y a colaborar. Y aunque muchos estamos dispuestos a cruzar esas barreras, ese enfoque choca frontalmente con la manera en la que está construida a carrera científica.

¿Es la nanotecnología una disciplina incómoda?

Los científicos son, en general, muy conservadores. Para llegar a ser un investigador establecido, necesitas publicar muchos artículos y acreditar un cierto número de proyectos. Y para conseguir esas métricas tienes que seguir necesariamente el camino que te marcan las disciplinas, porque, además, son otros científicos establecidos, los de la generación anterior, los que van a evaluar tus méritos. Uno de los aspectos más interesantes de la nanotecnología es que nos acerca no solo a los límites de la ciencia tal y como la conocemos, sino también al final del sistema en el que educamos a nuestros científicos.

¿Qué nos estábamos perdiendo antes de conocer la escala nanométrica?

Simplificábamos demasiado. En biología lo reducíamos todo a genes y moléculas. Durante mucho tiempo, por ejemplo, se consideraba que las enfermedades autoinmunes eran incurables. Pero hace unas semanas se publicó un artículo sobre unos investigadores que habían logrado detener una enfermedad autoinmune incorporando nanopartículas sin ningún tipo de droga en ellas a las células del sistema inmune de un ratón. Y lo han logrado porque esas nanopartículas no estaban alterando las propiedades químicas de las células, sino sus propiedades físicas. Los inmunólogos se empiezan a dar cuenta de que también hay que hablar de una manera mecánica, y no solo química, con las células, y eso es una revolución.

«Estamos llegando al límite de lo que la razón algorítmica es capaz de explicarnos sobre la naturaleza»

¿Qué pueden hacer juntas la nanotecnología y la inteligencia artificial?

Uno de los principales problemas que tiene la inteligencia artificial es que consume mucha energía. Los algoritmos necesitan muchísimas computaciones para sus cálculos y esto hace que no sea un sistema sostenible. En ese marco, está empezando a surgir una nueva convergencia entre la inteligencia artificial, la física biológica, la materia y la nanoescala, cuyo objetivo, en principio, es reducir la cantidad de energía que necesitamos en computación, pero que también puede traer, en mi opinión, interesantes consecuencias conceptuales. Estamos llegando al límite de lo que la razón algorítmica es capaz de explicarnos sobre la naturaleza. Pronto tendremos que abandonar la idea de que podemos entender lógicamente todo lo que sucede a nuestro alrededor, y esto dará lugar a una nueva computación más intuitiva y biológica, en la que converjan lo analógico y lo digital, que será la que nos ayude a resolver los problemas del siglo XXI.

¿Es la nanotecnología un buen aliado de la sostenibilidad?

¡Claro! Alrededor del 30% de las emisiones de carbono del mundo proceden de la construcción, de materiales como el hormigón, el cemento o el acero. Los ingenieros y arquitectos los siguen usando de manera estandarizada porque son materiales homogéneos que conocen muy bien, pueden simular sus propiedades en el ordenador y tienen la certeza de que con ellos el edificio no se va a caer. Pero son muy contaminantes. El problema de los materiales sostenibles más tradicionales como la madera o el adobe es que no son homogéneos. Nosotros acabamos de lograr financiación de la Unión Europea para un proyecto que usa la nanotecnología y la inteligencia artificial para comprender cómo son esos materiales tradicionales a escala nanométrica y, a partir de esa información, crear nuevos materiales de construcción sostenibles que sí puedan usar los arquitectos e ingenieros. La nanotecnología nos ayuda a comprender y a usar lo complejo y lo irregular.

¿Son las vacunas del covid una buena carta de presentación de las posibilidades médicas de la nanotecnología?

Las vacunas del covid, tanto la de Moderna como la de BioNTec, están basadas en las investigaciones de la Premio Nobel de Medicina de este año, Katalin Karikó, una inmigrante húngara que, sin ningún apoyo por parte de la industria farmacéutica, se empeñó en que era posible obtener vacunas con ARN. Esas investigaciones fueron recogidas a lo largo de 30 años por diferentes patentes y mucha gente involucrada, hasta que se llegó a la conclusión de que la única manera que había de introducir el ARN en las células era con nanopartículas. En origen, se querían usar estas nanopartículas para educar a las células para combatir tumores. Cuando llegó la pandemia, para estas empresas fue muy sencillo crear las vacunas porque ya tenían todo el sistema formalizado.

¿El siguiente objetivo, entonces, es el cáncer?

Tanto Moderna como, especialmente, BioNTech son empresas muy interesantes porque no son compañías convencionales dentro del sector farmacéutico. En el caso de BioNTech, sus fundadores son un matrimonio formado por hijos de emigrantes turcos en Alemania. Es una empresa con muchas mujeres involucradas, que son las que suelen tomar más riesgos, y con una genuina vocación de servicio a la sociedad. Ahora, gracias a las vacunas, tienen mucho dinero y mucha motivación, y están reinvirtiendo esos recursos en tratamientos contra el cáncer. Creo que vamos a asistir a una gran revolución de la inmunología en los próximos años.

Esta tecnología también despierta recelos. Su potencial en manos de las multinacionales, lo que no nos cuentan sobre ella… ¿Está esta disciplina suficientemente regulada? 

La nanotecnología fue uno de los primeros campos que se autorreguló. Desde los años 90 del siglo pasado, todo está muy medido. La regulación es fundamental por un doble motivo. Por un lado, a los científicos nos permite investigar con más seguridad y sin miedo. Pero también es necesaria para el crecimiento de una disciplina, ya que los inversores no quieren poner dinero en proyectos que no estén suficientemente controlados y que puedan acabar en malas manos. La falta de regulación hace que los campos no progresen.

«La ciencia debería estar al servicio de la sociedad, la democracia y las personas, pero no está claro que lo estemos logrando»

¿Y qué hay de los recelos de la gente? Cuando llegaron las vacunas del covid surgieron muchas voces críticas…

Me parece normal que la gente tenga recelos, porque todos sabemos que cada grupo social defiende sus propios intereses, y está bien que las cosas se sometan al escrutinio público. Los antivacunas pusieron mucha presión sobre los gobiernos para que se demostrara que las vacunas eran efectivas, y todos nos hemos beneficiado de ese escepticismo. El problema es cuando se sobrepasan determinados límites y ya nadie se cree nada. Por ejemplo, la vacuna de AstraZeneca, que es una vacuna perfectamente segura, es verdad que tenía efectos secundarios en uno entre muchos millones de casos. Y si te toca, te toca. Pero lo que no se dice es que también las mujeres que toman anticonceptivos pueden sufrir derrames en un porcentaje muchísimo mayor. Es decir, hay que poner esos riesgos en perspectiva.

¿Los científicos tienen algo de culpa de ese escepticismo social?

Los científicos mentimos mucho y no somos autocríticos. Hay mucho elitismo, siempre estamos pidiendo dinero y metidos en guerras internas. Parece que lo único que nos preocupa es conseguir financiación para nuestros proyectos, porque eso es lo que mantiene nuestras carreras, y la gente se da cuenta. La ciencia debería estar al servicio de la sociedad, la democracia y las personas, pero no está suficientemente claro que lo estemos logrando.

¿Qué aplicaciones de nanotecnología estamos viendo ya en el día a día?

En medicina cada vez más, desde las vacunas hasta la regeneración de tejidos, los implantes o la fabricación de vendas hidrocoloides, que están ya en todas las farmacias. Pero sus aplicaciones están por todas partes: en teléfonos móviles, en raquetas de tenis, en neumáticos de coche, en cremas solares, en pinturas… Y seguirán creciendo gracias a las posibilidades que nos brinda esta disciplina para ayudarnos a trabajar como lo hace la biología.

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