Cultura

«Preferimos una historia mediocre y arbitraria que el vacío absoluto»

Fotografía

Johanna Marghella
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21
junio
2024

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Johanna Marghella

Cada libro es un mundo, y hay algunos que te hacen sentir que has llegado a un planeta nuevo, tan extraño como único, que nunca pensaste visitar. Esto es lo que sucede con ‘Ñu’ (Anagrama, 2024), un libro inclasificable que mezcla lecciones de filosofía, relatos cortos y disertaciones. Su autor, Pau Luque (Barcelona, 1982), profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México, combina la lucidez, el estilo y grandes dosis de humor. En 2020 obtuvo el Premio Anagrama de Ensayo ‘Las cosas como son y otras fantasías’ (2020).


Utiliza la frase de Ferlosio como preámbulo del libro: ¿«lo más sospechoso de las soluciones es que se las encuentra siempre que se quiere»?

Leí esa frase hace años y me gustó mucho. Es muy exagerada, da a entender que siempre se puede racionalizar todo lo que te ocurra y encontrar soluciones, y eso no es verdad, pero con el paso del tiempo me he dado cuenta de que solo me interesa la gente que exagera, porque es la única dispuesta a ser sincera. La vida está llena de inclemencias y tenemos derecho a protegernos de ellas como se nos antoje, y quizá pensar que podemos resolver cualquier problema que se nos presente es una manera tan válida como cualquier otra de defenderse. Racionalizamos muchas de las cosas que nos pasan y nos cuesta asumir que algunas no solo no tienen solución, es que ni siquiera son un problema.

¿El título de Ñu es una metáfora de una sociedad que intenta racionalizar todos los problemas o más bien refleja una tendencia a rumiar infinitas preguntas?

Es un poco ambiguo, significa ambas. En los crucigramas hay una pregunta que se repite cuando plantean cuál es un bóvido africano y la respuesta es ñu. Lo he utilizado como metáfora para reflejar cómo a veces creemos resolver todo de forma automática y llamamos soluciones a cosas que no lo son. El ñu de los crucigramas no es una solución, es solo una respuesta automática, y es una buena metáfora de cómo a menudo encaramos las cosas que nos suceden. La idea de rumiar también está presente, los argentinos lo definen ‘enroscarse’, que significa dar infinitas vueltas sobre un mismo tema y terminar dando con una conclusión disparatada. A veces creemos que por analizar mucho algo encontraremos la solución y no nos equivocaremos, cuando es al revés. Lo has pensado tanto que probablemente has llegado a una conclusión equivocada.

«A veces creemos resolver todo de forma automática y llamamos soluciones a cosas que no lo son»

Al hilo de este tema, menciona a Iris Murdoch y su teoría de la desesperación unida a la meditación. ¿Sobrepensamos lo que nos ocurre?

La filósofa Miranda Fricker dice que el pensamiento puede ser corrosivo y tiene razón. Cuando pensamos de más, podemos producir monstruos mentales. Tengo la impresión de que intentamos tener todo controlado, cuando es imposible. Siento que nuestra generación convive con dos inquietudes que casan difícilmente. Por un lado, queremos que las cosas sean lo más espontáneas posibles y, por otro, tenemos un ansia por la certeza y la estabilidad. Intentar armonizar ese deseo por la seguridad y a la vez el rechazo por lo previsible no es fácil y termina ocurriendo algo bizarro. Muchos productos culturales y empresariales están construidos sobre la idea de planear ser espontáneos, como las apps de citas. Las maneras de relacionarnos con los demás, sobre todo en el plano amoroso, tienen mucho que ver con esa necesidad de fluir y de que salga natural, pero realmente es todo muy artificial porque estás forzándolo. Lo natural es ser espontáneo sin planearlo, es un poco contradictorio ponerte a pensar en las condiciones que debes crear para serlo.

Mezcla muchos géneros y parece una defensa de las contradicciones y los errores, frente a las conclusiones rígidas. ¿En la promoción del libro le ha costado definirlo?

Me gusta que no sea un libro encasillado en un género, quería que cada vez que el lector leyese un fragmento se moviera la línea rígida entre qué es ficción, autobiografía o ensayo. La promoción de un libro es el harakiri de la inteligencia, te ves en unas situaciones que podrías ahorrarte. Entiendo que forma parte del trabajo, pero creo que escribir debería ser escribir, y punto. Existe una obligación de posicionamiento y una segmentación por temas que detesto. Siento que hay una mezcla horrorosa entre la mercantilización de la literatura y la futbolización, como si hubiera que colocarse en mediocampista, delantero o portero, y dar explicaciones, y vender las virtudes de tu libro. Esto también sucede en redes y me da una vergüenza terrible, creo que las redes agrandan nuestros mayores defectos. Yo soy una persona vanidosa, y siento que las redes explotan hasta la náusea eso.

«La promoción de un libro es el harakiri de la inteligencia»

El protagonista plantea temas filosóficos como el sentido de la vida, la ansiedad o la depresión, pero utiliza un lenguaje coloquial y recurre al humor. ¿Se propuso tocar temas trascendentales de forma liviana?  

Sí, era uno de los propósitos, me interesaba decir de la manera más sencilla posible cosas muy complejas. Cuando uno trae malas noticias tiene la obligación de compensarlas con buen humor, es un ejercicio de compasión necesario con el lector. Si vas a sostener que la vida no tiene mucho sentido, dilo al menos con humor. Me gusta la literatura sencilla, que no simplista. Quería hacer un libro que fuera lo suficientemente sencillo como para simplificar temas enrevesados. Está bien que la gente se olvide de que está leyendo temas serios porque se tratan de forma liviana.

Uno de esos temas que abarcan fragmentos son el amor y el sexo, pero no hay grandes conclusiones sino reflexiones abiertas.

Lo que hay es una manifestación de lo desconcertante que es el amor en sus diversas expresiones y maneras de concebirlo. Me interesaba plantear las diferentes maneras que tenemos de relacionarnos, y, aunque hablo sobre todo del amor erótico y romántico, se puede trasladar a cualquier otra forma de amor. El amor es un sentimiento que tiene vida propia, y da igual cuántas cosas busques para explicarlo y controlarlo, porque se nos escurre entre los dedos y se revela solo. Me impresiona mucho ver cómo a veces creemos tener controlada nuestra vida amorosa, y de pronto nos sentimos atraídos por una persona de forma completamente inesperada. Va un poco con el espíritu del libro aceptar que no hay solución al desorden del amor, simplemente es así. Amar significa aceptar ese desorden, y por mucho que intentemos racionalizar todo y buscar respuestas y soluciones concretas, no las encontraremos.

Este fracaso a la hora de encontrar razones lógicas se ve en Funny Games, la película de Michael Haneke que menciona. ¿Necesitamos explicaciones racionales para entender la realidad?

Claro, preferimos una mala excusa que ninguna excusa. Hace mucho tiempo, en Barcelona, un hombre empujó a otro a las vías del tren. La policía indagó en los motivos que tenía para hacerlo, y resultó que no había ninguno. Nos resulta perturbador no encontrar explicaciones lógicas a sucesos traumáticos, porque si nos dan motivos podemos reaccionar de alguna forma. Cuando alguien no tiene absolutamente nada que decir, nos deja sin una historia. Preferimos una historia mediocre y arbitraria que el vacío absoluto.

«Si vas a sostener que la vida no tiene mucho sentido, dilo al menos con humor»

¿Diría que estamos ávidos de historias?

Sin duda, aunque sean mediocres y nos den vergüenza ajena, preferimos eso a la nada. Quizá por eso también preferimos ver una película infame de Netflix a estar acostados en el sofá mirando al techo en silencio. No sé si es bueno o es malo, pero sí es muy significativo de lo que esperamos los humanos de los demás. Todos buscamos que alguien nos cuente una historia, la que sea, que nos entretenga, aunque sepamos que es mentira.

Afirma que somos conscientes de las cosas porque estas terminan, y es un tema que se repite en muchos fragmentos de su obra. ¿Por qué le interesa tanto el paso del tiempo?

Es verdad que tengo bastante obsesión con el paso del tiempo y sus consecuencias. Tiene sus ventajas y sus desventajas… Hay días que me levanto por las mañanas y todo me parece absolutamente decadente, deprimente y gris. No comprendo cómo pasa todo tan rápido de la noche a la mañana, si me acuerdo como si fuera ayer de algunas cosas. Pero por otro lado me doy cuenta de que cuantos más años cumples suceden cosas nuevas. Por ejemplo, me he dado cuenta de que cuando te haces mayor, la gente te escucha más porque presupone que tienes experiencia y supongo que algo de sabiduría. Es como si fuera un comodín para decir cosas que tengan sentido.

Sostiene que la inteligencia tiene que ser virtuosa. ¿A qué se refiere exactamente cuando habla de alguien sabio?

Este tema me interesa muchísimo. Hay una especie de lugar común según el cual alguien es muy inteligente cuando la gente a su alrededor se calla. A mí me parece que eso es falso. Si cuando hablas provocas que la gente alrededor se calle sistemáticamente, no eres una persona inteligente, eres alguien intimidante. Por eso desprecio el namedropping, que es pregonar pedantemente lo mucho que has leído y asumir que los demás no tienen derecho a opinar por no haber leído lo mismo. Yo concibo la inteligencia como una parte indispensable de la conversación, como un proyecto colectivo. No hay personas inteligentes, hay conversaciones. Ñu es, de hecho, una especie de oda a la conversación, es todo lo contrario a la filosofía de la inteligencia artificial.

«Hay una especie de lugar común según el cual alguien es muy inteligente cuando la gente a su alrededor se calla»

¿A qué se refiere con la filosofía de la inteligencia artificial?

Todas las inteligencias artificiales están construidas asumiendo que funcionamos con tipos de razonamiento que tienen la estructura de medios-fines. Usamos la IA porque queremos llegar a un objetivo concreto, como se ve en aplicaciones tipo Siri o Alexa. Hay un fin y hay medios, un inicio y un final. Algunos filósofos sostienen la idea de que, como la inteligencia artificial solo está construida mediante este razonamiento, jamás podrá llegar a alcanzar el tipo de inteligencia que se manifiesta en una conversación, donde no hay ningún objetivo, o a través de un poema, o cualquier lugar que no requiera un fin.

Ahora que menciona esa idea de los fines y los medios, en el libro afirma que todos los padres son medios para sus hijos. Describe la paternidad como una forma de allanar el terreno a los que vienen después. ¿Esa idea de dejar un mundo mejor a los hijos es también una fábula?

Todos intentamos defendernos de las tragedias y las angustias vitales, y, en ese sentido, las fábulas que nos contamos a nosotros mismos y a los demás cumplen ese papel. Hay una canción de Nick Cave que me gusta mucho, se titula “All Children”, y en una estrofa dice: “No hay nada que podamos hacer para protegerte”. Al año siguiente de publicar esa canción, a Nick Cave se le mueren dos de sus cuatro hijos… Lo que quiero decir con esto es que por supuesto que lo que rodea la paternidad es una fábula, pero tenemos derecho a esa fantasía de creer que los podemos proteger y nos podemos adelantar a las cosas malas que les pueden ocurrir.

Algo destacable, que también tiene que ver con la vulnerabilidad, es cuando menciona la condición de migrante y habla de esa sensación de sentirse inadaptado en un lugar que ya le pertenece.

Sí, hay un tema latente en el libro que es el de la identidad. Llevo diez años en México y he notado esa sensación de ser extranjero en un lugar que ya es mi casa. Creo que antes las sociedades eran muy homogéneas, la identidad se formaba de forma natural simplemente por las prácticas culturales y sociales del lugar donde nacías y te quedabas, no tenías ni que pensar en ello. Ahora se está resquebrajando esa homogeneidad, y no lo veo como algo malo, siento que es hacia donde va el mundo, hacia esa sensación de no pertenecer a tu lugar. En este sentido, creo que eso nos exige pensar la identidad de otro modo, adaptándonos a los nuevos tiempos y a la nueva forma de vincularnos. Hay que negociar un nuevo «nosotros», es algo que tenemos pendiente.

 

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