Ryūichi Sakamoto: una oda a la vida
El músico japonés falleció en marzo de 2023 a causa del cáncer, una enfermedad que conoció, desgraciadamente, dos veces. A través de sus últimos discos, ‘Async’ y ‘12’, demostró con tesón la pasión por la vida frente a la adversidad, sin lucha y sin épica.
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El pianista japonés Ryūichi Sakamoto padeció dos veces la enfermedad del cáncer. En 2014, cáncer orofaríngeo. En 2021, colorrectal. Pese a la incertidumbre, o quizá frente a ella, Sakamoto siguió componiendo y tocando. 12 fue su último disco publicado en vida. Porque precisamente su historia tiene que ver con la vida, la pasión por la música y el deseo de no dejarse sucumbir ante la enfermedad.
Sakamoto tuvo multitud de rostros: como actor, como activista, como productor. Pero el que más rutiló de entre todos fue el de cantante y compositor. Desde el inicio, fue un pionero de la música desde el teclado en la banda Yellow Magic Orchestra. Más tarde, en solitario, fue desarrollando su carrera a través de la música electro, la fusión con la tradición japonesa y creaciones multigénero, como la peculiar ópera Life. En 1987 ya había alcanzado fama a nivel mundial cuando recibió el premio Óscar a la mejor banda sonora con El último emperador, de Bernardo Bertolucci.
En 1987 recibió el Óscar a la mejor banda sonora con ‘El último emperador’, de Bernardo Bertolucci
Con el cambio de milenio el artista era una celebridad inspiradora de numerosos subgéneros musicales, como el ambient house y el electropop. Grabó numerosos álbumes y siguió componiendo bandas sonoras para multitud de filmes. También dedicó esfuerzos en su activismo antinuclear a través de la organización Stop Rokkasho.
Pero la vida no sería tal sin sus contratiempos. En 2014, a los 62 años, Sakamoto fue diagnosticado de cáncer orofaríngeo. En otras palabras, cáncer en la laringe. «Después de reflexionar», comunicó en el pianista, «he decidido tomarme un descanso para tratarme». La decisión le obligó a cancelar las numerosas actuaciones que tenía previstas. Tres años más tarde se estrenó un documental sobre su persona, Ryūichi Sakamoto: Coda, del director Stephen Nomura Schible, donde el músico explicó su proceso de aceptación de la enfermedad: «No [te cambia la vida] tanto. Tan solo me mostró de forma más clara y realista que el tiempo vital es limitado y que debo concentrarme en lo que quiero y lo que necesito. Con el cáncer te cuestionas qué quieres hacer con tu vida». Durante el tratamiento de esta primera afección del cáncer, Sakamoto participó en el documental asumiendo que, probablemente, aquellos años serían los últimos de su existencia. No obstante, siguió componiendo en la medida en que sus fuerzas y su ánimo se lo permitieron.
Async, lanzado en el Big Ears Festival en marzo de 2017, supuso una declaración de amor por la vida del autor, donde siguió fusionando ambient house con la tradición japonesa. Sakamoto deseaba ofrecer un momento de asincronía con la sociedad y sometía sus ritmos a una tecnologización acelerada que el pianista criticaba juiciosa y abiertamente.
«El tiempo vital es limitado y debo concentrarme en lo que quiero y lo que necesito. Con el cáncer te cuestionas qué quieres hacer con tu vida»
El arduo proceso de la enfermedad dio paso a una tenue esperanza. Si bien el cáncer de laringe fue erradicado, al poco tiempo fue diagnosticado de cáncer colorrectal. En esta ocasión, el destino le ofreció el reverso de la moneda, falleciendo en 2023, a los 71 años de edad.
‘12’, la serena despedida
Grave, con la enfermedad dominando su cuerpo, Ryūichi Sakamoto sujetó la dimensión inmaterial de la condición humana como antítesis de la fragilidad de la materia. En apenas trece meses compuso 12, álbum que dedicó como despedida. El trabajo recoge doce elegías minimalistas, sobrias, livianas, con evidentes ecos a algunos grandes compositores, que el artista reconocía como sus maestros: en las composiciones hay pinceladas de inspiración en Debussy y en Chopin, en un tono entre melancólico y vivaz, donde el oyente está invitado a una renovada interiorización.
Más allá del contexto en el que las melodías fueron creadas, 12 ofrece una sensación de agridulce encuentro con el pianista. El tono elegíaco posee un marcado poso de fondo: la vida, ante todo la vida, siempre se abre camino. La mortalidad parece dictar un aforismo que se repite en cada composición del álbum. La fragilidad, abrazada, se convierte en fortaleza. La mortalidad, aparente fragilidad, es tan solo un velo. Sea cual sea el estado tras el momento final –la nada, el todo, otra existencia, el estatismo, la existencia eterna o una indeseable desaparición–, la vida queda explicada por el proceso del morir. Sakamoto se había estado preparando para entregarse a este apresurado desenlace. No quiso despedirse paralizado por la enfermedad, sino abrazando la existencia en su plenitud.
No hay moraleja válida ni universal, tampoco ejemplo a seguir admisible, que pueda extraerse de la experiencia vital que le tocó padecer a Sakamoto, como no lo hay de ninguna persona que haya sobrevivido o que esté afrontando una enfermedad grave y mortal. Sakamoto ofreció un mirada sensible, humana e infinitamente racional: la muerte es la parada final del trayecto de cada ser humano, pero es el acto de vivir el que nos ofrece una renovada oportunidad cada día, cada hora, cada segundo. Convertirse en sereno movimiento, en verbo imparable: existir, ser, sentir. Estar. Amar.
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