Siglo XXI

Atrapados en el mito de la IA

Los líderes de la comunidad técnica necesitan abandonar el mito de la IA y aceptar otros que expliquen su propósito; relatos que nunca más deberían venir de aquellos que quieren transformar la realidad solo si da dinero o alimenta su ego. Debemos volver a los orígenes de la tecnología.

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25
marzo
2024

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Si eres el CEO de una empresa, o un emprendedor con una startup, vete pensando en buscarte otra cosa. El plot twist que nadie vio venir del impacto de la inteligencia artificial en el empleo es que, en breve, ambos trabajos serán irrelevantes (tiembla, LinkedIn). ¿Cuándo pasará? A finales de 2023 se decía que en dos años. La experiencia dice que invertir mucho dinero en poner a trabajar a personas muy inteligentes hará que ocurra antes. ¿Trabajar en qué? En incorporar a la IA lo que en inglés se llama agency, término que aúna la capacidad de elegir qué acción tomar, tomarla y, por tanto, asumir las consecuencias.

Esta es la premisa de Mustafa Suleyman cuando propone un nuevo Test de Turing. Originalmente, el Test de Turing habla de máquinas capaces de simular un comportamiento indistinguible del humano, en un juego que llamó Imitation Game. El jugador, haciendo preguntas, debía adivinar si hablaba con un hombre o una mujer; el reto era si la máquina podría engañar al jugador para que no fuese capaz de distinguirla como tal. El fundador de DeepMind va más lejos, plantea cambiar la pregunta «¿pueden pensar las máquinas?», por: «¿pueden las máquinas tener impacto relevante en el mundo?».

¿Qué considera «impacto relevante»? Que una IA sea capaz de hacer un estudio de mercado, identificar una necesidad compartida por un grupo de personas, encontrar una forma de satisfacerla, construirla, lanzarla y comercializarla, generando 1 millón de dólares con una inversión de 100.000 dólares. Vamos, el trabajo del CEO o el emprendedor. ¿Por qué alguien propondría que, de todo lo que puede hacer un ser humano (como educar a un niño, alimentar a un hambriento, atender a un enfermo, cobijar a un refugiado, descubrir una vacuna, etc.) lo relevante es mover millones de dólares? Porque él lo hizo. Y porque puede.

«Dato mata relato»

Es difícil rastrear el origen de esa expresión; elijo pensar que tiene sus raíces en Husserl cuando escribe que «meras ciencias de hechos hacen meros seres humanos de hechos». Parece que las personas que trabajamos en tecnología compramos la visión neopositivista de Schlick, Carnap y el resto de miembros del Círculo de Viena. Es raro, porque el neopositivismo es una visión de la ciencia (conocer la realidad) y diseñar, desarrollar y evolucionar la IA es el dominio de la tecnología (transformar la realidad a través del conocimiento).

La concepción científica del mundo neopositivista introduce dos cambios que no hemos superado socialmente, y que son el trasfondo de la crisis de valores que vivimos. El empirismo consiste en admitir como conocimiento solo aquello que se puede comprobar a través de la observación, y por tanto medir; y si se puede medir, acabar siendo un dato de un Excel, sometido a un algoritmo. Consecuencia de lo anterior, se propugna que la ciencia (matemáticas, física, lógica formal…) es la fuente suprema de obtención de conocimiento. En segundo lugar, el neopositivismo se declara abiertamente contrario a la metafísica como disciplina capaz de explicar el mundo, y al pensamiento abstracto como forma de llegar a conclusiones verdaderas.

Y esta idea resulta muy interesante, porque si relegamos por debajo de la ciencia a la metafísica (por no ser una fuente aceptada de conocimiento) y la epistemología (por estar acotada al conocimiento que obtiene la ciencia), ¿dónde pondremos la ética?

Husserl plantea que no todas las preguntas que se hace el hombre se pueden responder desde la ciencia

Esta pregunta está implícita en las críticas al neopositivismo. En su conferencia en Viena de 1935, Husserl plantea que no todas las preguntas que se hace el hombre se pueden responder desde la ciencia; y que no debemos aceptar que, entre todas las preguntas que se puede hacer el hombre, sean las más importantes precisamente las que la ciencia puede responder. En su crítica, Husserl advierte la incapacidad de las disciplinas humanistas de defenderse frente al reduccionismo de lo medible, y por tanto del dato. Dato mata relato. Desde esa incapacidad, Husserl explica la crisis de valores social, inicialmente europea en los años 30, ampliable al mundo occidental hoy en día.

Los relatos míticos del siglo XXI

Husserl propone que la espiritualidad humana es un dominio de conocimiento ajeno al mundo de la ciencia, y por tanto no explicable desde la racionalidad de observaciones y datos. Aquí entrarían los valores, la moral, etc. «Dato mata relato» perpetúa el reduccionismo neopositivista, o sea, el reduccionismo de los valores. Lord Kelvin dijo que «lo que no se puede medir, no se puede mejorar», y por desgracia nos lo hemos creído. Ignoramos la espiritualidad porque no se explica desde un Excel.

Sabemos que las sociedades humanas se articulan y unen en torno a relatos míticos, y que la historia nos demuestra que esos relatos los construyen personas con intereses. Pero claro, en el contexto en el que Husserl y Heidegger se movieron, el espíritu, como explicación del hombre, se vinculó a la identidad nacional (el espíritu del individuo supeditado al espíritu de su nación), y los relatos que se construyen alrededor.

Heidegger proponía como solución a la crisis de valores recuperar los relatos míticos clásicos, aunque el suyo por desgracia se vinculó a la identidad de la nación alemana, a partir de las ideas de Fichte, Schiller, Goethe y Hölderlin entre otros, que luego utilizó el nacionalsocialismo para ascender al poder. En nuestro tiempo, la explicación oficial de la invasión de Ucrania de 2022 es un relato que empieza en el Mito Fundacional Ruso, con San Vladimiro, Príncipe de Nóvgorod, Gran Príncipe de Kiev, y cristianizador de la Rus de Kiev en el siglo XI.

Normal que dé miedo volver a las narrativas míticas. Las personas que creaban e imponía un relato mítico empezaron siendo los chamanes, y después religiosos, militares, gobernantes, poetas, filósofos, intelectuales… Lo llamativo del siglo XXI es que surge un nuevo tipo de persona capaz de crear e imponer relatos míticos. Empresarios y emprendedores que han creado relatos que mitifican (su) capacidad para generar (su) riqueza o imponer (sus) decisiones. Se resumen en dos. Uno, el del hombre hecho a sí mismo que, empezando de la nada (o de la casi nada, según la pasta que le haya dado papi) consigue triunfar. Este relato ensalza el trabajo duro y el sacrificio, equiparando «triunfo» con «riqueza».

El otro es el relato de «lo hago porque puedo». Que no explica, como diría Trasímaco, que lo correcto es la ventaja que el poderoso impone sobre el débil. Sino más bien el Might is right de Arthur Desmond, donde la razón (entendida como motivo) de hacer algo es poder hacerlo. Algo propiedad de aquellos fuertes, audaces y ambiciosos.

Salir del mito

Lo que nos devuelve al origen de esta reflexión. A lo largo de décadas, se ha impuesto un nuevo relato mítico: la tecnología avanzará sin descanso hasta construir la inteligencia artificial que domine, supere y haga irrelevante al ser humano. De suerte que este relato técnico se funde con el relato del empresario/emprendedor que va a hacer que ocurra, porque quiere o porque puede, y así nace la gran narrativa en la que estamos inmersos.

Es una lástima que, atendiendo a Husserl y Heidegger, hayamos creado un relato mítico que, desde lo técnico, va contra el espíritu del hombre, por la pasta, o por la audacia. Cerrando un círculo vicioso del relato técnico que neutraliza el relato de la espiritualidad.

Se ha impuesto el nuevo relato mítico de que la tecnología avanzará sin descanso hasta construir la IA que supere al ser humano

Los líderes de la comunidad técnica necesitan abandonar este mito y aceptar otros que expliquen su propósito; relatos que nunca más deberían venir de aquellos que quieren transformar la realidad solo si da dinero o alimenta su ego. Debemos volver a los orígenes de la tecnología.

El relato mítico fundacional de la tecnología ya lo explicaba Protágoras. El titán Prometeo robó las artes de Atenea (conocimiento) y Hefesto (tecnología), y con ellas el fuego (energía) sin el que no servirían para nada, y se las dio a los hombres para su progreso. No pudo robar la sabiduría política porque esa la custodiaba Zeus. La ciencia, como fuente de conocimiento. La tecnología como transformación de la realidad a través del conocimiento. La transformación de la realidad para progresar hacia una sociedad mejor en los sentidos de libertad, igualdad, solidaridad, justicia, transparencia, sostenibilidad, inclusión…

En Europa hemos tenido que regular por Ley que ese sea el propósito de la inteligencia artificial, para que a nadie le quede ninguna duda. Pues todavía salen personas diciendo que esa Ley coarta y limita nuestra capacidad de innovación, ¡poniéndonos en desventaja! ¿Quién querría innovar sin respetar la libertad, la igualdad, la solidaridad…? ¿Por qué no elegiría sumarse al relato mítico de Europa como bloque donde se defiende la solidaridad? Porque hemos dejado fuera la ética en la formación de Directivos, Emprendedores y Técnicos.

Lo que está claro es que «dato mata relato» es en sí mismo un relato. Jaque mate, dato.

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