Humedales, guardianes de la biodiversidad
Los humedales, esos ecosistemas donde el agua es la protagonista, desempeñan un papel crucial en la salud de nuestro planeta. En su diversidad, desde pantanos hasta manglares, estos hábitats no solo albergan una impresionante variedad de vida silvestre, sino que también desempeñan un papel insustituible en la sostenibilidad ambiental.
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Los humedales son «zonas de transición» entre la tierra seca y el agua y poseen una baja profundidad. Lo normal es encontrarlos en llanuras inundadas que se encuentran próximas a los cursos de agua –ríos o lagos–. Durante las inundaciones, absorben el exceso de agua de lluvia que, de otro modo, causaría inundaciones en las zonas de alrededor. Media hectárea de humedal puede almacenar más de 3,7 millones de litros de agua de inundación.
Como ecosistemas, se trata de auténticos bastiones de biodiversidad, albergando una variedad de especies adaptadas a las condiciones únicas que ofrecen. Desde aves migratorias que encuentran refugio y alimentación hasta peces que se reproducen en sus aguas, estos ecosistemas sirven como cruce vital para numerosas formas de vida.
Las plantas acuáticas y los microorganismos presentes en los humedales desempeñan roles fundamentales en la purificación del agua, contribuyendo así a mantener la calidad del agua que consumimos. Además, la rica materia orgánica presente en estos entornos acuáticos actúa como fuente de alimento y refugio para diversos organismos, formando intrincadas redes tróficas que sostienen la vida.
Funcionan como esponjas naturales, absorbiendo el exceso de agua y liberándola durante períodos de sequía
Los humedales son héroes silenciosos, por ejemplo, en la mitigación de desastres naturales. Funcionan como esponjas naturales, absorbiendo el exceso de agua durante las inundaciones y liberándola lentamente durante períodos de sequía, actuando como reguladores naturales del agua y protegiendo las comunidades circundantes. También son una eficaz barrera contra el cambio climático, ya que actúan como sumideros de carbono, absorbiendo grandes cantidades de dióxido de carbono y almacenándolo en sus suelos.
Sin embargo, como ocurre con tantos otros tesoros naturales, estamos acabando con ellos. Se estima que desde 1700 se ha perdido hasta el 87% del recurso mundial de humedales. Según RAMSAR, esto supone que estamos perdiendo estos ecosistemas tres veces más rápido que los bosques naturales.
Las pérdidas han sido impulsadas por el cambio climático, pero también por el crecimiento poblacional, la urbanización, sobre todo de zonas costeras y deltas fluviales, y los cambios en los patrones de consumo. Todo esto ha provocado cambios en el uso de la tierra y del agua en la agricultura.
En España la situación es especialmente dramática. A principios del siglo XX se calculaba que podía haber unas 280.000 hectáreas de humedales, cifra que se ha reducido hoy a 115.000 en unos 2.000 humedales. Es decir, tan solo en este siglo se ha perdido más del 60%, bien por desecación o por contaminación, y de los que aún sobreviven el 80% se encuentra en un estado de conservación desfavorable.
Dada su importancia, el 2 de febrero de 1971, los representantes de 18 países se reunieron en Ramsar, Irán, y adoptaron la Convención sobre los Humedales o Convención de Ramsar, un tratado cuyo fin era conservar los humedales de todo el mundo. En la actualidad, 171 países han firmado el tratado. Pero desde 1971, más del 20% de los humedales del mundo han sido desecados para el desarrollo urbano o la agricultura, contaminados, asfaltados o perdidos ante el aumento del nivel del mar.
La destrucción de humedales conlleva consecuencias ambientales graves, incluida la pérdida de biodiversidad, el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero y la disminución de la capacidad de los ecosistemas para proporcionar servicios vitales. La pérdida de estos hábitats también deja a las comunidades locales más vulnerables a eventos climáticos extremos y a la escasez de recursos hídricos.
Más del 20% de los humedales del mundo han sido desecados para el desarrollo urbano, la agricultura o perdidos ante el aumento del nivel del mar
Recientemente, ha habido un pequeño rayo de esperanza. Aunque grandes extensiones de estos ecosistemas están degradadas, especialmente en Europa, Estados Unidos y China, la cifra de pérdida es mucho menor que lo que se había estimado anteriormente. Este dato, incluido en un estudio publicado en la revista Nature, es sin duda una buena noticia, porque significa que todavía hay muchos humedales por conservar.
La importancia de proteger los humedales es incuestionable. Los esfuerzos locales e internacionales para restaurar humedales degradados y promover prácticas agrícolas y urbanas sostenibles son pasos cruciales para garantizar la supervivencia de estos entornos vitales.
Según Eduardo de Miguel Beascoechea, director-gerente de la Fundación Global Nature y experto en humedales, sería suficiente con cumplir la legislación, porque «hay que evitar vertidos, extracciones ilegales y emprender la delimitación del dominio público hidráulico. Todo eso está en la ley. Hay que clasificar como humedales zonas que están todavía sin catalogar como tales y son importantísimas. También es importante denunciar y perseguir la apertura de pozos ilegales».
También la sensibilización pública sobre la importancia de los humedales es esencial. La comprensión de que estos ecosistemas no solo son hermosos paisajes acuáticos, sino también guardianes esenciales de la salud planetaria, puede fomentar la acción y la participación de todos en su conservación.
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