Transparencia

¿Qué se esconde detrás de un bocadillo de calamares?

España ostenta con orgullo el título de mayor consumidor de calamares en Europa, un fervor gastronómico que se ve opacado por las sombras de la explotación laboral y sistemática que caracteriza a la industria pesquera, especialmente la flota china.

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28
diciembre
2023

En las bulliciosas calles de España –especialmente en Madrid, Zaragoza y las principales ciudades de la cornisa cantábrica– el bocadillo de calamares (o de rabas) destaca como una delicia gastronómica inigualable, una tradición culinaria que ha conquistado paladares y corazones por igual. Sin embargo, detrás de la deliciosa experiencia de este plan tan amado se esconde una realidad compleja y, en muchos casos, alarmante. La revelación de «Los esclavos del calamar», un reportaje valiente y esclarecedor de El País, ha arrojado luz sobre los abusos laborales y la negligencia que acechan en las aguas profundas y en las tripulaciones de la flota pesquera china poniendo en tela de juicio la ética detrás de cada bocado.

Este reciente reportaje ha destapado un entramado de condiciones laborales inhumanas y abusos desmedidos en la industria pesquera. Un equipo de investigadores de The Outlaw Ocean Project, organización estadounidense sin ánimo de lucro, ha profundizado en estos hallazgos, revelando una problemática que cruza fronteras y afecta no solo a quienes extraen los calamares, sino también a aquellos que disfrutamos de su sabor en nuestros bares.

Según la Iniciativa Global contra el Crimen Organizado Transnacional, un prestigioso centro de estudios con sede en Suiza, China es el mayor proveedor de pesca ilegal a nivel mundial. Las operaciones en altamar implican costes elevados y la presencia policial es prácticamente nula, lo que potencia un entorno propicio para la reducir gastos y adoptar prácticas laborales crueles. A bordo de estas embarcaciones, los trabajadores enfrentan jornadas extenuantes, condiciones de vida deplorables y salarios que apenas alcanzan para sobrevivir. «Las violaciones de los derechos humanos en estos buques se producen a escala industrial y mundial», declara Steve Trent, director de la Fundación Environmental Justice, un grupo de defensa de los derechos humanos.

La presencia policial en altamar es casi nula, lo que potencia un entorno propicio para adoptar prácticas laborales crueles

La pesca ostenta el triste título de ser la ocupación con mayor índice de mortalidad del mundo, con un registro anual de 100.000 trabajadores, según un estudio de la FISH Safety Foundation y la consultora Pew, pero los barcos chinos están entre los más crueles. En 2021, la Fundación Environmental Justice realizó más de 100 entrevistas a tripulantes indonesios y descubrió que casi el 97% de ellos había sido sometido a alguna forma de servidumbre por deudas o le habían confiscado la documentación. A veces, los trabajadores sometidos a estas condiciones se las arreglan para alertar a las autoridades. Un ejemplo de ello ocurrió en junio pasado, cuando una botella llegó a la costa cerca de Maldonado, Uruguay, portando lo que parecía ser el mensaje de un angustiado marinero chino: «Hola, soy miembro de la tripulación del barco Lu Qing Yuan Yu 765 y la empresa me ha encerrado. Cuando vea este documento, ¡ayúdeme a llamar a la policía! SOS. SOS». Conscientes de que estos abusos laborales son un secreto a voces, China ha implementado recientemente una serie de reformas, aunque estas parecen destinadas más a silenciar críticas que a exigir responsabilidades.

Este no es solo un llamado a la conciencia, sino una señal de alerta que nos insta a la acción. Conocer la procedencia de nuestros alimentos se convierte en un acto de responsabilidad ética de cada uno, una manera de evitar convertirnos en cómplices inadvertidos de abusos laborales. La transparencia y trazabilidad en la cadena de suministro adquieren una importancia vital, y resulta imperativo que demandemos prácticas cada vez más sostenibles y éticas.

En junio pasado llegó una botella a las costas de Uruguay portando lo que parecía ser el mensaje de un angustiado marinero chino

Sin embargo, la complejidad de este problema no se puede abordar solo de forma individual, sino que exige una respuesta multifacética. Desde la industria y la esfera gubernamental hasta el consumidor final, todos desempeñamos un papel crucial en la construcción de un sistema alimentario que respete la dignidad y los derechos de quienes trabajan en la pesca. Promover legislaciones que protejan a los trabajadores es esencial para garantizar una transformación significativa.

Por otro lado, es cierto que como consumidores sabemos poco de la procedencia y trazabilidad de la pesca. Entidades como MSC (Marine Stewardship Council) ayudan a identificar prácticas de pesca sostenible. También existen Requerimientos en las certificaciones en el sector pesquero, así como la Guía de pesca y acuicultura sostenible, respaldada por varias entidades sin ánimo de lucro y editada con la colaboración de la Fundación Biodiversidad y el Ministerio para la Transición Ecológica, a través del Programa Pleamar, cofinanciado por el Fondo Europeo Marítimo y de Pesca (FEMP). Exigir transparencia puede ayudarnos a tomar decisiones informadas que reflejen nuestros valores éticos, incluso cuando disfrutamos de la riqueza del océano en un simple bocadillo de calamares.

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