Medio Ambiente

Los peligros enterrados en el permafrost

El permafrost, una capa de hielo permanentemente congelada que se encuentra en regiones polares y subpolares, guarda secretos que podrían tener consecuencias significativas para el planeta.  

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07
diciembre
2023

Cuando cogemos un cubito de hielo con las manos, rápidamente reacciona a la temperatura cálida de nuestro cuerpo, se deshace y se vuelve agua. Lo mismo le pasa al hielo de nuestro planeta, que se va fundiendo a medida que la atmósfera que lo rodea se va volviendo más caliente. Por suerte, todavía se conserva una parte que siempre está helada, incluso en verano, y que se conoce con el nombre de permafrost.

Pero igual que el cubo de hielo, a medida que las temperaturas globales aumentan, el permafrost se descongela, liberando no solo gases de efecto invernadero, sino también microorganismos que han estado inactivos durante miles de años. Este fenómeno plantea amenazas inesperadas y pone de relieve la complejidad de los cambios climáticos actuales.

El permafrost actúa como un depósito de carbono congelado, almacenando enormes cantidades de materia orgánica. Durante milenios, este congelamiento ha mantenido atrapados gases como el dióxido de carbono y el metano, evitando que ingresen a la atmósfera y contribuyan al calentamiento global. Sin embargo, el aumento de las temperaturas globales ha iniciado un proceso de descongelamiento acelerado.

El deshielo libera gases de efecto invernadero, exacerbando el cambio climático

Este deshielo libera gases de efecto invernadero, exacerbando el cambio climático. El metano, en particular, es una preocupación significativa, ya que tiene un potencial de calentamiento mucho mayor que el dióxido de carbono. El impacto climático de estas emisiones podría ser un factor desencadenante de eventos climáticos extremos como olas de calor, sequías y tormentas más intensas.

En esas condiciones, los objetivos del Acuerdo de París, que consisten en alcanzar una economía de pocas emisiones de carbono a escala planetaria, pierden el sentido: la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero que podría lograrse gracias a este acuerdo y a las energías renovables no representa más que una pequeña fracción de las emisiones que causaría el derretimiento del permafrost.

Pero lo que es aún más intrigante y preocupante es el resurgimiento de microorganismos previamente inactivos que yacen en el permafrost. Algunos de estos microbios pueden haber estado congelados durante decenas de miles de años, pero a medida que el suelo se descongela, se vuelven activos nuevamente. Este fenómeno plantea riesgos biológicos inesperados.

La liberación de virus y bacterias antiguos podría tener consecuencias impredecibles. Aunque los científicos han encontrado virus gigantes y bacterias resistentes en el permafrost, el riesgo de que estos patógenos afecten a los humanos directamente sigue siendo incierto. Sin embargo, el cambio en los ecosistemas podría tener efectos indirectos, alterando la dinámica de las poblaciones de plantas y animales y afectando la salud de los ecosistemas.

Una amenaza anunciada

El descongelamiento del permafrost ya está afectando a la población de algunas partes del mundo. El profesor Vladimir Romanovsky, geofísico y líder del Laboratorio Permafrost en la Universidad de Alaska, monitorea la temperatura del permafrost con la ayuda de medidores en distintas partes del mundo. El investigador ha registrado cómo las poblaciones del estado de Alaska ya están sufriendo cómo cede el suelo bajo sus pies y con este las casas, carreteras o tuberías.

Si se derrite el permafrost las consecuencias sobre las comunidades podría forzar el desplazamiento de miles de personas que habitan en estos territorios. Las infraestructuras construidas sobre suelos congelados se vuelven inestables, dando lugar a la erosión del terreno y a la pérdida de propiedades. Las comunidades indígenas, en particular, enfrentan desafíos significativos, ya que sus modos de vida tradicionales están vinculados estrechamente a la estabilidad de estos ecosistemas.

La liberación de virus y bacterias antiguos congelados en el permafrost podría tener consecuencias impredecibles

Además, la liberación de gases de efecto invernadero intensifica el cambio climático, afectando a estas comunidades de manera desproporcionada. Fenómenos climáticos extremos y el aumento del nivel del mar amenazan la seguridad alimentaria y la habitabilidad de estas áreas, creando una presión adicional sobre poblaciones que ya son vulnerables.

Según una investigación publicada en agosto por un equipo de científicos de distintos países, la mayor parte del permafrost cercano a la superficie de la Tierra podría haber desaparecido para 2100, según una comparación de tendencias climáticas actuales con el clima hace 3 millones de años. En el escenario de calentamiento más extremo del último informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), la cantidad de permafrost cercano a la superficie podría disminuir en un 93% en comparación con el período preindustrial de 1850 a 1900.

«Según nuestros hallazgos, el futuro del permafrost cercano a la superficie del hemisferio norte parece sombrío», escriben los autores. «El calentamiento climático continuo y la degradación relacionada del permafrost cerca de la superficie pueden causar cambios en las condiciones ambientales que los humanos aún no han experimentado, lo que es un imperativo para resaltar aún más la importancia de la degradación del permafrost».

Frenar el descongelamiento del permafrost es un desafío monumental, pero existen estrategias para mitigar sus riesgos. La investigación y la monitorización continuas de esta capa helada son fundamentales para comprender mejor los cambios en curso. Los científicos están estudiando los microorganismos liberados para evaluar los riesgos biológicos y desarrollar estrategias de respuesta.

Algunos científicos han emprendido sus propias iniciativas, en algunos casos incluso a nivel particular, como el geofísico Sergey Zimov y su hijo Nikita, que han puesto en marcha y tratan de mantener el Parque Pleistoceno, al sur de Chersky, al nordeste de Rusia. Se trata de una reserva natural en la que quieren ganarle espacio a los bosques de taiga y tundra (que condensan el calor y provocan que se derrita el permafrost) para reinstalar el ecosistema de la era del hielo mediante la reintroducción de grandes herbívoros. Pero es una lucha colosal y a contrarreloj.

Para abordar este problema, se necesita una acción global coordinada. La mitigación del cambio climático, la adaptación de comunidades locales y la investigación continua son esenciales para enfrentar los peligros ocultos en el permafrost y construir un futuro más seguro.

 

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