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Biocombustibles: aliados clave para la transición energética

El reto climático presenta desafíos, pero también grandes oportunidades, por lo que es necesario buscar alternativas más sostenibles. El futuro energético será sostenible o no será.

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Fundéu y Efeverde publicaron en 2012, Año de la Energía Sostenible, un glosario que ya incluía el término «biocombustible». Sigue ganando peso en el vocabulario común, pero aún es confuso para algunos.

Entonces, ¿qué son los biocombustibles? La RAE define biocombustible como el «combustible obtenido mediante el tratamiento físico o químico de materia vegetal o de residuos orgánicos». Su prefijo «bio-» indica su origen natural.

De origen siempre orgánico, dependiendo de su materia prima, habitualmente se distingue entre biocombustibles de primera (1G) o segunda generación (2G). Eso sí, todos generan menos emisiones netas que los combustibles fósiles tradicionales: hasta un 90 % del CO2 que liberan en su uso ha sido retirado previamente de la atmósfera por la materia prima usada en su fabricación.

Los biocombustibles de primera generación se producen a partir de cultivos agrícolas de uso alimentario, como remolacha, caña de azúcar, melaza, aceites como colza o soja, o cereales (cebada, trigo o maíz).

Una de sus principales ventajas es que son una solución inmediata para descarbonizar los sectores, como el transporte pesado, de difícil electrificación

Los de segunda generación están fabricados a partir de residuos orgánicos que no compiten con la alimentación, como los aceites usados de cocina o los desechos agrícolas o ganaderos, entre otros. Estos últimos, al utilizar residuos para su producción, promueven la economía circular al darles una nueva vida útil y aseguran un menor impacto en el medio ambiente.

¿Qué biocombustibles existen?

Existen distintos tipos que ya se emplean para generar energía renovable. A continuación, te explicamos aquellos cuyo uso se está extendiendo más. 

El diésel renovable o HVO se obtiene a partir del hidrotratamiento de aceites o grasas y puede sustituir hasta el 100% del diésel convencional utilizado en el transporte por carretera, marítimo o ferroviario. Cepsa, por ejemplo, ya ha comenzado a suministrarlo para sus clientes profesionales en las estaciones de servicio y para barcos, tanto de pasajeros como de mercancías, en los puertos de Barcelona y Algeciras. 

El SAF (combustible sostenible de aviación, por sus siglas en inglés), es el sustituto del queroseno, combustible tradicional en el sector de la aviación. La compañía energética se ha convertido en pionera al comercializarlo en cinco de los principales aeropuertos de España. Esto ha permitido que se utilice en trayectos como el primer vuelo mensual de la línea Madrid-La Habana de Air Europa, que a lo largo de un año evitará la emisión de cerca de 50 toneladas de CO2, equivalente a plantar 575 árboles.

Al utilizar residuos para su fabricación, los biocombustibles promueven la economía circular y aseguran un menor impacto en el medio ambiente

En cuanto al biometano, este se obtiene a partir de la gasificación de residuos sólidos biodegradables y es el sustituto sostenible del gas natural. En este sentido, Cepsa está trabajando con Kira Ventures para poner en marcha hasta 15 plantas de producción a partir de residuos agrícolas y ganaderos. Las primeras, que se ubicarán en Castilla-La Mancha y Castilla y León, se prevé que estén operativas entre 2025 y 2026. Estos proyectos contribuirán al objetivo de Cepsa, que aspira a gestionar 4 TWh al año para 2030 y descarbonizar su actividad industrial, sustituyendo el consumo de gas natural por biometano en sus parques energéticos y plantas químicas. Supondrá la revalorización de 10 millones de toneladas anuales de residuos y evitará la emisión de 728.000 toneladas de CO2 al año.

Como se ve, sus diferentes aplicaciones posicionan a los biocombustibles como una relevante alternativa en la búsqueda de tecnologías de menor impacto medioambiental. Y, sobre todo, como una solución eficiente para avanzar en una transición energética rápida, ya que los biocombustibles se pueden utilizar sin necesidad de hacer cambios en los sistemas de distribución o en los motores de camiones, aviones o barcos. Algo especialmente relevante si tenemos en cuenta que el sector del transporte supone un 23 % de las emisiones de gases de efecto invernadero en todo el mundo. Esto hace que, para cumplir los objetivos de descarbonización, sea imprescindible aportar soluciones rápidas, sobre todo para los sectores de más difícil electrificación. 

Liderar la descarbonización

Transformar nuestra forma de generar y consumir energía de manera más sostenible será clave para tener éxito en la transición energética. Un cambio de paradigma en los modelos de producción, distribución y consumo de energía que permitirá reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.

Con estas iniciativas Cepsa quiere liderar la descarbonización, para lo que producirá 2,5 millones de toneladas de biocombustibles al año para el final de esta década. La compañía, además, se ha comprometido a recortar un 55 % sus emisiones directas para 2030 y a alcanzar la neutralidad climática en 2050, en línea con los objetivos marcados por la Unión Europea en el paquete de medidas Fit for 55

Dado el reto climático al que nos enfrentamos, la conclusión es clara: el futuro energético será sostenible o no será. Lo que algunos llaman «edad sostenible».

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