Medio Ambiente

Los bosques se mueren de sed

Los largos periodos de sequía han llevado a los bosques a una situación extrema. El retorno de las lluvias no soluciona del todo el problema, porque los árboles guardan la memoria de su sed pasada.

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03
noviembre
2023

Si quisiésemos organizar la naturaleza en pirámide, posiblemente tendríamos que poner los bosques en la base. Son una pieza fundamental sobre la que se asientan muchas otras: un repositorio de biodiversidad y un elemento básico que garantiza el aire limpio que respiramos y contribuye a la salud de los seres humanos. Sin embargo, los bosques están teniendo problemas. El cambio climático les está pasando factura y sus efectos se han convertido en golpes directos a su resiliencia.

A principios de octubre, los científicos del CREAF alertaban que los bosques no solo desaparecían por culpa de los incendios. También porque se morían de sed. «Nos tiene que preocupar la muerte por sequía de nuestros bosques igual o más de lo que nos preocupan los futuros incendios», aseguraba entonces Mireia Banqué, técnica de investigación en el organismo.

Banqué hablaba de los bosques catalanes ante la Comisión de Prevención y Gestión de los Incendios Forestales en el Parlamento de Cataluña, pero lo cierto es que sus afirmaciones podrían ayudar a entender qué ocurre con la masa forestal más allá de esa zona. Los bosques se mueren de sed y lo hacen en muchos otros lugares del mundo.

En el caso de los bosques catalanes, no ayuda el hecho de que sean jóvenes y que su vegetación es «demasiado continua, fruto de la repoblación de zonas de cultivos y ganaderas abandonadas o de áreas quemadas hace décadas», como concluyen desde el CREAF en una nota de prensa. «Esta edad intermedia de los bosques, como en los adolescentes, comporta problemas», sintetiza Francisco Lloret, investigador del CREAF y profesor de la UAB, que ha presentado una radiografía sobre el tema.

Los árboles tropicales están muriendo a un ritmo que duplica los registros previos a los años 80

Los bosques adolescentes presentan más riesgos de sufrir incendios forestales graves, y tampoco son resilientes ante la ausencia de agua. «Aumenta el riesgo de muerte por sequía, porque la competencia por el agua se multiplica con tantos árboles», indica el experto.

Además, los efectos de la sequía sobre los árboles no se notan solo de forma inmediata. Que empiece a llover –como está ocurriendo en esta época otoñal en muchas zonas de España– no anula por completo lo que los bosques han vivido semanas atrás.

De hecho, un análisis de CREAF Alerta Forestal señalaba este mismo verano que se estaba produciendo una mortalidad de pinos en varias zonas de Cataluña. De repente, sus copas se volvieron marrones. El árbol había dejado de tener vida y el porqué de estas muertes repentinas estaba no tanto en el presente como en el pasado. Se explicaba por lo vivido en 2022. «Este “colapso” de los pinos puede darse meses, o incluso años, después de haber terminado un período de sequía», comentaba en su momento Banqué.

Una investigación de 2015 ya advertía de que la sequía podía causar a la larga embolias a los árboles: le estaba pasando a los árboles tropicales más altos y estaban llevando a su muerte. Ocurría porque los períodos de sequía alteraban su sistema de circulación de agua y los llevaba a morir, a la larga, de sed. Entonces, los investigadores responsables alertaban de que las sequías que el cambio climático podía producir en el futuro cercano podrían crear problemas en los bosques tropicales, uno de los grandes pulmones del planeta.

Sus previsiones se han cumplido. En 2022, un análisis del Smithsonian Environmental Research Center señalaba que los árboles tropicales están muriendo a un ritmo que duplica los registros previos a los 80. Con esto no solo desaparecen los bosques, alertan sus investigadores, también sube el CO2 que se suelta a la atmósfera. Cuando los árboles mueren, liberan el carbono que habían acumulado a lo largo de su vida. Los árboles australianos estudiados como muestra están falleciendo por «sed atmosférica», ya que el calentamiento aumenta el estrés hídrico al que están sometidos.

Haber pasado por una sequía larga hace que a los árboles les resulte más difícil recuperarse y mantener su salud

Pero no solo se mueren los árboles tropicales. En Colorado, el calor y la sequía han acabado con el 70% de sus árboles en zonas subalpinas entre 1984 y 2021, una cifra cuya magnitud se entiende cuando se compara con el escaso 5% que lo hizo por culpa de los daños causados por el viento. En California se registró en 2022 la muerte del triple de árboles que el año precedente: 36 millones y medio.

Ese pico de mortalidad forestal, recoge The Washington Post, conecta directamente con la sequía. Como indica al medio la investigadora de la Universidad de California Susie Kocher, haber pasado por una sequía larga hace que les resulte más difícil tanto recuperarse como mantener su salud. «No es una sorpresa que la sequía lleve a árboles muertos», resume. Cualquier persona podía verlo desde su ventana, apunta.

Además, la sequía no solo mata de sed a los bosques, sino que crea condiciones propicias para ciertas plagas o para los incendios forestales descontrolados que amenazan todavía más la salud de los árboles. Un estudio del investigador de la Universidad de Lleida Víctor Resco de Dios estima que el calentamiento global alarga potencialmente —y como mínimo— en 30 días la temporada de grandes incendios.

Incluso, las consecuencias de la emergencia climática pueden cambiar el tipo de naturaleza: el oeste estadounidense ya está viendo una transición, pasando de tener bosques a zonas de matorrales.

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