Sociedad
La juventud solitaria
En la era de las redes sociales y la interacción constante, se podría suponer que la juventud está más conectada que nunca. Sin embargo, cada vez es más común encontrar jóvenes que se sienten solos, incapaces o desinteresados en establecer relaciones sociales significativas.
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En esta era digital, los jóvenes tienen a su disposición una plétora de herramientas y plataformas diseñadas para mantenerse en contacto con amigos, familiares e incluso desconocidos alrededor del mundo. Las redes sociales han transformado la forma en que nos comunicamos y compartimos nuestras vidas. Las aplicaciones de mensajería instantánea permiten conversaciones continuas sin importar la distancia geográfica. El mundo está hiperconectado.
Sin embargo, esta conectividad digital plantea preguntas profundas sobre la calidad de las relaciones humanas en la era digital. Pero es que, además, la paradoja surge cuando, a pesar de las infinitas posibilidades de comunicación que tenemos, muchos jóvenes se sienten cada vez más solos.
Esta tendencia ha dado lugar a lo que algunos denominan «la juventud solitaria». Cerca del 21,9% de los jóvenes españoles (2 de cada 10) de entre 16 y 24 años se sienten solos, según se desprende del estudio ‘El coste de la soledad no deseada en España’, del Observatorio Estatal de la Soledad No Deseada (SoledadES) impulsado por la Fundación ONCE.
Esta mayor prevalencia del sentimiento de soledad entre la población más joven del país se encuentra en consonancia con estudios realizados antes en otros lugares y, sobre todo, después de la pandemia de covid-19. Así, se ha observado que las personas jóvenes de 18 a 25 años en Europa, Australia, el Reino Unido, Japón y Estados Unidos, entre otros países, presentan un mayor sentimiento de soledad en comparación con grupos poblacionales de otras edades.
2 de cada 10 jóvenes españoles de entre 16 y 24 años se sienten solos
Existen múltiples razones detrás de la creciente sensación de soledad entre los jóvenes en la era digital. La primera, es el tipo de relación que promueven las redes sociales, a través de las cuales se establecen la mayoría de las veces interacciones superficiales en las que destacan la cantidad sobre la calidad de las conexiones. Los likes y los emojis han sustituido en gran medida a las conversaciones en profundidad.
La presión por mantenerse al día con las redes sociales y ser aceptado en línea puede ser abrumadora. Las expectativas de perfección digital, provocadas por una constante comparación con lo que otros publican, pueden generar ansiedad y aislamiento. El miedo al rechazo o a la crítica puede paralizar a algunos jóvenes, haciéndoles evitar situaciones sociales por temor a no ser aceptados o juzgados.
La adolescencia está marcada por períodos de transición y cambios (por ejemplo, pasar de la escuela primaria a la secundaria, el uso frecuente y generalizado de las nuevas tecnologías y las redes, la mayor importancia de las relaciones sociales, donde la principal fuente de socialización es el círculo de amigos en lugar de los padres, etc.), algunos de los cuales pueden ser un factor de riesgo para la aparición de la soledad.
Los datos procedentes de diversas investigaciones indican que la soledad en este período vital puede ser, a su vez, un factor de riesgo para la salud mental, dándose problemas de ansiedad, depresión e incluso, ideas suicidas. Entender las diferencias en cómo se experimenta o no la soledad puede arrojar nuevas luces en la manera de afrontar este problema.
Es fundamental comprender, como se indica en el análisis realizado por Cruz Roja España sobre Las Soledades de la Juventud en España, que no estamos ante un problema individual que se pueda eliminar con simple fuerza de voluntad o modificando elementos personales: se trata de un problema social y, como tal, la sociedad en conjunto debe hacerse responsable. Es necesario que se impulsen iniciativas de estudio y planes de diagnóstico, prevención, acción e intervención sobre las soledades, tanto desde las administraciones como desde entidades privadas.
El objetivo es convertir la «soledad no deseada» en «soledad elegida»
Por supuesto, es importantísimo el papel del ámbito educativo. Estudios como el publicado en la revista británica de Psicología Educativa reivindican que es fundamental promover intervenciones basadas en la escuela, orientadas a reducir la soledad en los centros educativos y a apoyar la salud mental del alumnado, especialmente, de quienes experimentan niveles más elevados de soledad.
Por último, pero seguramente el factor más importante, las relaciones familiares pueden ser un factor de riesgo o un factor protector frente a la soledad. Las relaciones familiares fuertes y de calidad protegen a los niños y adolescentes de sufrir una amplia gama de adversidades y problemas de salud mental, incluida la soledad. La comunicación y la calidez parental tienen un papel fundamental en la protección del hijo y se ha visto que claramente pueden minimizar el impacto de otros factores que pueden precipitar sentimientos negativos.
El objetivo es convertir la «soledad no deseada» en «soledad elegida». Cuando la soledad es una elección consciente e integrada en una vida social normal, puede ser un espacio para la introspección, la creatividad y la independencia, que además ofrezca una pausa de las distracciones digitales para conectar con uno mismo.
La paradoja de la juventud solitaria en la era de la hiperconexión digital es un recordatorio de que la calidad de las relaciones humanas es fundamental para el bienestar. Si bien las redes sociales y la tecnología pueden mejorar la conectividad, estas no deben sustituir el valor de las relaciones profundas y significativas en la vida de los jóvenes. En última instancia, encontrar un equilibrio entre la conectividad digital y las conexiones en el mundo real es esencial para abordar esta tendencia y promover el bienestar en la era digital.
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