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Cuando el inversor se convierte en activista

Ante las dinámicas de respeto a los valores sociales, medioambientales y de gobierno corporativo que están reconfigurando la economía, la propiedad activa se erige en la mejor vía para canalizar la gestión de activos beneficiando a los inversores y al conjunto de la sociedad.

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Nicólas Aznárez
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19
octubre
2023

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Nicólas Aznárez

Degradación medioambiental, pandemia, desigualdad, incertidumbre económica… La convulsión de los últimos años parece haber embarcado al sistema en un tren que se acerca, sin frenos, al final de la vía. Los fallos del sistema se revelan evidentes, aunque también lo hacen muchas de las soluciones: la transición renovable, la economía circular, la inclusión de la diversidad… Solo falta que el tren del sistema integre estos principios para encarrilar las vías del progreso sostenible. Pero ¿cómo? Probablemente, una de las mejores fórmulas sea sumarse al impulso del sistema hacia la economía sostenible.

Este proceso ya está en marcha: según el Estudio anual Spainsif 2022, las inversiones sostenibles en 2021 tuvieron una cuota de mercado del 51% respecto a las tradicionales, con 379.618 millones de euros. Estas organizaciones se suman al cambio con la seguridad no solo de beneficiar a la sociedad, sino también su propia rentabilidad. La legislación mundial está reconfigurando el panorama empresarial para lograr que el capital privado ayude a la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. En la Unión Europea, por ejemplo, lo hace a través de estrategias como el Plan de Acción de Finanzas Sostenibles o herramientas como la Taxonomía Verde. Hablamos, por tanto, de una tendencia a la que las empresas habrán de sumarse si no quieren quedar fuera de juego.

Así, operar sin tener en cuenta la sostenibilidad puede mermar el éxito a largo plazo. Es lo que actualmente se conoce como «karma corporativo»: si generas un impacto positivo en el planeta o en la sociedad, los mercados te recompensarán; si por el contrario ese impacto es negativo, serás penalizado con mayores costes (vía legislación o vía impuestos) o con una menor demanda (vía cambios en los hábitos de los consumidores).

Ejerciendo la propiedad activa, los inversores pueden influir en las compañías y generar impacto positivo en la sociedad, en el planeta y en sus inversores

No obstante, muchas organizaciones se mantienen ancladas al funcionamiento tradicional, muchas veces por falta de experiencia o de conocimiento, no por falta de voluntad. Es en esos casos en los que el ejercicio de la propiedad activa o activismo empresarial cobra más sentido. Así lo entiende la gestora de inversiones global Schroders. En lugar de limitarse a desinvertir en aquellas compañías menos implicadas con la transición sostenible e invertir en las más vanguardistas, se involucran con las primeras para que se suban al tren a través del diálogo, el compromiso y el voto, los tres métodos fundamentales de la propiedad activa. Tal como explica Kimberley Lewis, directora de propiedad activa de Schroders, «al mantener la inversión y comprometernos de forma activa, podemos impulsar un cambio sostenible y mejorar el valor de las empresas en las que invertimos».

Las gestoras, como propietarias de los activos, tienen distintas palancas para intensificar su influencia en los casos en que hayan volcado sus compromisos repetidamente y no hayan visto ningún progreso significativo. Además de involucrarse y dialogar con las compañías, pueden manifestar públicamente sus preocupaciones, anticipando sus intenciones de voto de cara a una junta general de accionistas, proponer resoluciones individuales o colaborativas o votar en contra de las propuestas del equipo directivo. La desinversión total o parcial es el último recurso que solo se utiliza cuando el compromiso ha fracasado.

La lucha contra el cambio climático, el respeto al capital natural, la diversidad, la inclusión y los derechos humanos, la correcta gestión del capital humano y el gobierno corporativo son los grandes temas en que Schroders focaliza sus esfuerzos de activismo empresarial. Solo el año pasado votaron en más de 7.000 juntas, de las que en un 51% votaron al menos en contra de una resolución.

Invertir en sostenibilidad es hacerlo en futuro y, a día de hoy, es lo más rentable. Así, la propiedad activa impulsa sociedades más igualitarias y respetuosas con el medio ambiente, permitiendo a inversores y empresas, además, obtener rentabilidad y entender mejor los riesgos.

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