Cultura

Pérgamo sigue viva

La librería más antigua de Madrid reabrió sus puertas gracias a la apuesta de un empresario que quería preservar el emblemático local. Aunque la salud de estos negocios culturales se ha resentido en los últimos años, aún parece haber espacio para la esperanza.

Fotografía

Archivo de Pérgamo
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06
octubre
2023

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Archivo de Pérgamo

Parecía el desenlace definitivo. Desenlace que no derivaba hacia un cambio de capítulo, ni a un final abierto, sino a un punto final. En diciembre de 2021, la librería Pérgamo, la más antigua de Madrid, anunciaba su cierre después de 76 años de actividad ininterrumpida. Sus propietarias, dos hermanas de 81 y 73 años (Lourdes y Ana Serrano) se jubilaban y no había nadie a quien dar el testigo: la caída de las ventas durante los últimos años a causa del auge de internet y de las grandes superficies no parecía motivar la continuidad del proyecto. El 5 de enero de 2022 se escribiría la última página de su viaje; sin embargo, un día antes del cierre, un empresario que había vivido cerca del local durante su infancia se acercó a la librería para mostrar su interés en hacerse con el negocio. No estaba dispuesto a permitir que una tienda tan emblemática, esa en la que había comprado decenas de libros, desapareciera del paisaje cultural madrileño.

Las hermanas apenas podían creerlo. Buena parte del vecindario se había acercado hasta la tienda para empatizar con ellas, a modo de duelo colectivo, por una pérdida tan desmedida. Pero finalmente no fue preciso hacer frente a ese dolor. El local sigue adelante, después del profundo bache. Si Ana y Lourdes Serrano pudieran contarle a su padre y a su madre, Raúl Serrano Guillén y Lourdes Velasco Ortega-Morejón, lo sucedido, les costaría creerlo. Con mucho esfuerzo, y con la ayuda financiera de un matrimonio amigo, habían fundado la librería durante el franquismo. Él, catedrático de Lengua y Literatura en la Universidad de Alcalá, perdió su cátedra al ser represaliado y no querer firmar los Principios del Movimiento Nacional para recuperarla. Tampoco quería abandonar España. Por eso creyó, junto a su esposa, que vender libros era una opción para no tener que emigrar. Y así lo hicieron durante siete décadas.

La piratería y la compra de libros por internet perjudican seriamente la salud de las librerías pequeñas

Que Pérgamo siga abriendo sus puertas cada mañana ofrece cierta confianza al sector, aunque su historia de salvación se aleja de la de muchas librerías que cuando echan el cierre no están solo cerrando un capítulo más. El «fin» se imprime en sus hojas con letras inmensas. En 2019, sucedió con Nicolás de Moya, en funcionamiento desde 1869, y hace unos meses Vitorio, un local que sorteó la dictadura con los libros a modo de escudo, también se despidió. Y no son las únicas: las históricas Panella y Yerma, de Sevilla, tampoco aparecen ya entre la oferta cultural de la ciudad.

Según el Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros de 2020, en medio del cataclismo del covid-19, casi el 70% de la población de más de 14 años, leyó libros. Y la cifra parece ir aumentando paulatinamente año tras año. ¿Qué está ocurriendo para que los objetos que durante la pandemia supusieron la salvación para muchas personas no resistan, en muchos casos, el día a día de un negocio? Algunas de las causas se orientan hacia el famoso «pirateo» de las obras a través de internet, una acción que permite disponer de un libro gratuitamente, con el perjuicio para librerías, editoriales y autores y autoras que ello supone. Otro motivo de la debacle librera no es otro que el auge de corporaciones mastodónticas como Amazon, que perjudican seriamente la salud de los pequeños locales. Para contrarrestar su imperio, el gremio de las librerías creó hace unos años se creó Todostuslibros, una plataforma en la que comprar y consultar miles de libros comercializados en España.

Pero no todo es catástrofe para este sector. En los últimos años también han nacido nuevos locales, como la librería La Fabulosa o Amapolas en octubre, en pleno centro madrileño, Inusual, en Granada, o El jardín secreto, en Plasencia (Cáceres). Locales independientes que ofrecen otro prisma a la lectura e incorporan títulos alejados del gran negocio editorial y en los que se organizan todo tipo de eventos –talleres, charlas, presentaciones de libros- para reunir a quienes aman los libros. El trabajo que conlleva mantener una actividad constante es, sin duda, elevado, pero también tiene su recompensa: se vuelven lugares culturales de referencia. Quizás esa diversificación sea una de las vías para que las librerías sigan manteniéndose con vida.

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