Fentanilo, el opiáceo que se convirtió en epidemia
Las sobredosis de fentanilo ya han matado a más personas en Estados Unidos que las que causaron las bajas de las guerras de Afganistán y Vietnam juntas. Desde que se introdujo en los 90 tanto en el mercado ilegal de drogas como en las prescripciones médicas, el fentanilo se ha convertido en uno de los problemas internos en EEUU más graves.
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El fentanilo es una droga sintética hasta cincuenta veces más potente que la heroína y cien veces más contundente que la morfina. En Estados Unidos, su consumo está causando estragos. En 2021, más de 70.000 norteamericanos murieron por sobredosis de esta sustancia. Son más que las bajas causadas por la guerra de Vietnam (58.000) y la de Afganistán (2.455) juntas. El fentanilo se ha convertido en la principal amenaza para la seguridad interna del país más poderoso del mundo. Hasta la fecha, ha dejado más de un millón de muertos.
Este opiáceo penetró en las calles en la década de los 90 y durante la pandemia se expandió a la velocidad de la luz. Tanto, que los camellos son incapaces de controlar la dosis exacta para no desangrar a su clientela. En 2022, murieron 110.000 estadounidenses a manos del fentanilo. Dos mil por semana. Doscientas ochenta y cinco muertes al día. Ese año, la DEA (siglas en inglés de la Agencia Nacional Antidrogas) se incautó de más de cincuenta millones de píldoras falsas y de cuatro mil quinientos kilos de fentanilo en polvo, el equivalente de más de 379 millones de dosis potencialmente letales. Era una cantidad más que suficiente para acabar con toda la población del país.
Al principio (década de los 90), los colombianos importaban la sustancia a China, pero el gobierno de Xi Jinping la prohibió en 2019. Para entonces, los mexicanos ya se habían convertido en los grandes productores y distribuidores de fentanilo (fetty, en el argot). Primero la vendían en polvo, después en pastillas. El negocio era suculento: con 800 dólares se obtiene un kilo de fentanilo, que procura una ganancia de alrededor de un millón de dólares. Cada dosis, cada pastilla, se puede conseguir por tres euros. Además, utilizan la sustancia para cortar otras drogas, como la cocaína o la metanfetamina, lo que intensifica su efecto. La gente acaba enganchada a algo que ni siquiera sabe que toma. Porque el fentanilo causa una dependencia salvaje. Así fue cómo los narcotraficantes mexicanos inundaron a su país vecino de una droga cuyo mercado negro controlan en cualquier punto de la cadena, desde la producción hasta la venta final.
Las sobredosis de fentanilo ya han matado a más personas en Estados Unidos que las bajas de las guerras de Afganistán y Vietnam juntas
Sin embargo, los narcos tuvieron un diligente aliado sin proponérselo. A finales de la década de 1990, la farmacéutica Purdue Pharma recomendó a los doctores el uso del fármaco conocido como OxyContin (hidrocloruro de oxicodona). Esta recomendación venía acompaña de distintos incentivos (viajes de lujo para conocer de primera mano su fabricación, regalos que no aprobarían el más laxo de los test éticos, etc.). Fue una agresiva campaña que convenció a muchos profesionales de la medicina de que apenas tenía efectos de adicción y de que sus beneficios eran casi milagrosos. La familia Sackler, propietaria de la empresa farmacéutica, ocultó con alevosía la dependencia que generaba el fármaco, ocasionando la muerte de miles de pacientes y arrojando a otros tanto al mercado negro cuando las recetas dejaban de ser prescritas. Fue llevada a los tribunales y condenada a pagar 6.000 millones de dólares, sobre todo a gobiernos locales y estatales, aunque ninguno de los miembros fue a la cárcel.
El sector privado copa el sistema de salud de Estados Unidos, y concede una enorme autonomía a cada centro en lo que se refiere a la prescripción de estas sustancias. Sin una buena organización, los centros sanitarios pueden convertirse (como hicieron con el OxyContin) en el mayor hacedor de yonquis.
La crisis del fentanilo estremece de tal modo a la sociedad que Netflix ha estrenado una miniserie de seis capítulos, Medicina letal, sobre el asunto, protagonizada por Matthew Broderick. Antes, Disney+ produjo la suya, Dopesick: Historia de una adicción, y HBO confeccionó un documental de su factura, El crimen del siglo.
La situación es tan seria que la Casa Blanca ha anunciado un plan para combatir esta epidemia, cuyo eje es trabajar con socios internacionales para interrumpir el comercio ilegal de esta droga. Contempla fortalecer la coordinación y el intercambio de información entre las agencias de inteligencia y las fuerzas del orden en el país, así como intensificar el compromiso con el sector privado y potenciar la protección del sistema financiera estadounidense del abuso de los narcotraficantes.
Una agresiva campaña de marketing convenció a muchos profesionales de la medicina de OxyContin apenas tenía efectos de adicción
El fentanilo es, además, el arma arrojadiza por excelencia de los republicanos contra Joe Biden, pese a que fue en la era Trump cuando la droga acampó a sus anchas por el país. En lo que hay más entendimiento entre demócratas y republicanos es en sellar las lagunas legales para las drogas sintéticas, cuestión que se está debatiendo ahora en el Congreso. Recientemente se ha comenzado a comercializar el Narcam, un medicamento que reduce el síndrome de abstinencia del fentanilo. De momento, se requiere receta, pero la FDA (la Administración de Alimentos y Medicamentos estadounidense, por sus siglas en inglés) acaba de aprobar su venta libre en farmacias (a cincuenta dólares la dosis).
De dónde viene el fentanilo
El hallazgo del fentanilo sintético se lo debemos al científico belga Paul Janssen. La droga, más barata y eficaz que la morfina, comenzó a utilizarse en cirugías cardíacas. Janssen abrió un inmenso laboratorio en China para fabricar allí la sustancia.
El fentanilo actúa en zonas concretas del cerebro para reducir el dolor. Es eficaz en dolor crónico, oncológico o no, y en pacientes terminales. Se puede administrar en parches (cuyos efectos tardan hasta doce horas en aparecer), comprimidos para chupar, con aerosoles y por vía intravenosa. Se emplea asimismo en la anestesia general. Pero sus dosis sí están en estos casos controladas (nunca superando los cien microgramos). Sus efectos se prolongan entre doce y veinticuatro horas.
El comercio ilegal del fentanilo se hace sobre todo en pastillas, aunque también en polvo. La dosis equivale a unos cuantos granos de sal, pero puede ser letal. Si bien la sensación de euforia y bienestar se manifiestan casi de inmediato, un pequeño exceso (hablamos de cantidades que caben en la punta de un lapicero) obstruye las vías respiratorias causando la muerte.
El uso reiterado de fentanilo produce cambios cerebrales conocidos como neuroadaptaciones, es decir, cada vez se requiere una dosis mayor para obtener el beneficio deseado, por lo que el riesgo a una sobredosis es prácticamente completo, una vez enganchados.
España es el tercer país del mundo en el consumo de fentanilo, por detrás de Estados Unidos y Alemania, pero casi en su totalidad es recetado por un médico para aliviar los dolores muy intensos y su prescripción se revisa cada tres meses.
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