El diálogo y la concordia

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Ana López Vila

Javier Zarzalejos lleva a sus espaldas un amplio recorrido en la Administración Pública y actualmente es diputado al Parlamento Europeo, aunque su carrera en la política comenzó años atrás, siendo secretario general de la Presidencia del Gobierno durante el mandato de José María Aznar. Ángel Rivero es profesor titular de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Autónoma de Madrid y Doctor en Filosofía. Ambos comparten un interés por el papel del diálogo y de la palabra en el contexto político. ¿Estamos viviendo una crisis de la conversación política?

Antes de entrar a resolver un interrogante de tal calibre, ambos parten de una idea común sobre la conversación: consiste en el uso de la palabra en el trato con los otros y ha de ser concebida en la política como un instrumento para alcanzar la concordia en un clima de amistad. Por tanto, necesariamente, la política debe ser conversación.

Trasladado al panorama político actual, parece existir un declive de la conversación entre los dirigentes políticos, ya que el diálogo está dañado y se puede observar que hay una tendencia hacia discursos autoafirmativos y excluyentes. Esto está completamente relacionado con un espacio público polarizado, que se ve acentuado por una democracia digital identitaria que está resultando poco deliberativa.

Para ambos, detrás de este declive en el diálogo político hay una crisis en la autoridad moral, una falta de escucha atenta hacia la oposición

Así, ambos están de acuerdo en que es el momento de plantearse cuál es el ánimo que nos impulsa a participar en esa conversación pública. Zarzalejos señala la concordia como un gran uso de la voluntad que no rompe las reglas del juego aunque haya diferencias. Por tanto, la política por definición debería de ser la concordia sin acuerdo. No obstante, la concordia no parece ser la dinámica habitual del contexto político español. Esto puede estar marcado por un virus antisistema, que reduce la credibilidad de los políticos y de los medios de comunicación, por estar subordinados a la polarización.

Ambos señalan que detrás de este declive en el diálogo político hay una crisis en la autoridad moral, una falta de escucha atenta hacia la oposición, una renuncia al liderazgo intelectual y al liderazgo social. Frente a esto, se plantea una necesidad de recuperar la idea de la ética en la política, entendida como una elección humana de fines y medios en la que se defina el ánimo de la conversación y el más noble sentido de la política.

En definitiva, rehabilitar la conversación política entre los distintos partidos políticos españoles sería un paso hacia adelante en el avance de la política del país. Para ello, tanto la izquierda como la derecha han de repensar quiénes son y desligarse de una visión de lucha por el poder para adoptar una visión de colaboración y diálogo. Todo esto ha de estar liderado por políticos que se atrevan a decir la verdad, a la vez que miran al futuro con la esperanza del ánimo que les mueve, cuestión absolutamente ética.