Salud

¿Podremos vacunarnos contra el cáncer?

Se trata de una enfermedad conocida desde hace milenios y sin capacidad de prevención. Al menos, hasta ahora: recientemente, y a raíz de la inmunización frente a la covid-19, se han realizado descubrimientos importantes basados en la tecnología ARN mensajero.

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19
junio
2023

Es una de las enfermedades más conocidas, puesto que tenemos noticias de ella desde hace miles de años. En 2016, un hueso de un pie del dedo izquierdo hallado en Sudáfrica, y que contaba con 1,7 millones de años de antigüedad, presentaba unas peculiares deformaciones y revelaba que el homínido al que perteneció padecía osteosarcoma, un cáncer de huesos muy agresivo. Mucho después, en la Grecia del año 400 a.C., Hipócrates bautizó a la enfermedad: karkinos (en castellano, «cangrejo»). En aquel momento, los cánceres que se localizaban estaban situados en partes palpables del cuerpo, como la piel, el útero, la garganta o las mamas, y los tejidos se endurecían. En algunas anotaciones históricas se considera que este endurecimiento –como el caparazón del cangrejo– sería el motivo para su denominación, aunque algunas otras se refieren a la semejanza entre el dolor de ciertos tumores y el que causa el pellizco del crustáceo. Las teorías son diversas, pero más allá de su etimología, la enfermedad ha traspasado las barreras del tiempo y de los avances de la medicina moderna.

El cáncer se produce cuando las células del organismo se multiplican sin control y llegan a los tejidos que las rodean. Aunque a día de hoy, y sorprendentemente, no se ha logrado adivinar cuáles son sus causas, sí se conocen algunos factores de riesgo. La exposición a tóxicos ambientales, la radiación, hábitos como el tabaco o el alcohol, una mala alimentación o un sistema inmunitario débil son algunos de ellos. Por eso, en las campañas preventivas se incide en la necesidad de llevar a cabo una vida saludable. Pero ¿qué ocurre con la investigación médica?

La historia de las vacunas contra las infecciones ha resultado exitosa, pero en el caso del cáncer no ha ocurrido lo mismo. Durante años, la investigación ha fracasado en su intento, si bien se han producido avances. El hallazgo de la secuencia del genoma humano, por ejemplo, ha permitido a la comunidad científica seguir más de cerca las células tumorales y sus anomalías genéticas, además de ayudar a dirigirse a una población mucho más específica.

En algunas pruebas, las nuevas vacunas han logrado activar el sistema inmune de gran parte de los participantes

A la hora de experimentar con distintas vacunas, estas se basan en proteínas denominadas antígenos y que van asociados a tumores. El objetivo, ahora, pasa por identificar la secuenciación, que ofrece diferencias concretas entre el ADN o ARN de las células sanas y las cancerosas para conocer qué mutación tendrán. Algunas de las vacunas contra la covid-19, precisamente, fueron creadas en esta dirección con el objeto de probar con las moléculas de ARN mensajero (que tiene la información genética que se necesita para elaborar las proteínas). Esa investigación, desarrollada durante la pandemia, ha podido ser, en parte, la impulsora de los avances producidos durante las últimas semanas en Estados Unidos, y es que los resultados de unas pruebas con 16 pacientes de cáncer de páncreas, uno de los más letales, ha arrojado un poco de luz: la vacuna ha logrado activar el sistema inmune de la mitad de estas personas. Una senda por la que habrá que seguir explorando. Las compañías farmacéuticas Moderna y MSD (Merck en EEUU y Canadá) también anunciaron a finales del pasado año una prometedora terapia –también basada en tecnología ARNm– contra el melanoma. El director médico de Moderna, Paul Burton, adelantó que la vacuna personalizada de su compañía estaría disponible antes de 2030.

¿Cuál es el secreto para que estos experimentos hayan obtenido resultados positivos? Que se trata de soluciones personalizadas. No existen dos tumores iguales, lo que complica la elaboración de una solución universal, de ahí que se esté apostando por inmunoterapias «a la carta». Los resultados son mucho más halagüeños, como es lógico, pero están al alcance de pocos bolsillos. Cabe preguntarse, por tanto, hasta dónde son éticos unos hallazgos que no estarán disponibles para la inmensa mayoría de la población.

Para que la salud no se convierta en un negocio más, será preciso que continúe la investigación inmunológica enfocada en el sector público y que sigan mejorándose los tratamientos en torno a esta enfermedad, como ha venido ocurriendo durante los últimos años. Pero esa investigación también tendría que revertirse hacia un sector farmacéutico que, según critican algunos, como el Nobel de Medicina de 1993, Richard Roberts, arroja muchas sombras debido a sus impulsos lucrativos.

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